Marta Reillo descuelga el teléfono sorprendida. “De verdad que no quería esto. Lo hice por afición. No pensé que iba a tener esta repercusión”, roza la disculpa. El fin de semana pasado se puso delante de un toro en Ciudad Rodrigo, la localidad salmantina que celebra el carnaval del toro, una de las fiestas populares más arraigadas de España, y ahora es la mujer del momento en el panorama taurino, emergiendo desde las profundidades hasta el mainstream de los novilleros, cumpliendo el primer sueño de cualquier aspirante: “El teléfono no deja de sonar”. Se tiró de maletilla delante de cientos de personas haciendo lo que siempre ha sido un asunto de hombres. La larga coleta rubia marca un hito. “Tenía ilusión de torear en esa plaza. Sabía que nunca una chica había toreado un toro en una de esas capeas. Tenía claro que el día que pudiera lo iba a hacer”.
El vídeo de su actuación ha volado por los móviles de los aficionados. En Twitter, donde hay una comunidad muy activa, ha sido reproducido miles de veces su encuentro con el ejemplar de Santa Coloma. No se habla de otra cosa. “Era de la ganadería de Pilar Población. Lo vi por las calles en el encierro y me encantó. ‘Este’, me dije”, después de haberlo intentado con otro novillo. “Le vi algo. Antes de que saliera nadie, me adelanté”, recuerda el momento de tirarse. “Las sensaciones fueron espectaculares”.
Para entenderlo: como si un artificiero novato quiere aprender a desactivar bombas desactivando una en un parque de bolas rodeado de niños. “Sé que no estoy preparada para torear un toro así. Quería demostrar que por valor no es. No quiero hacer un llamamiento para que me pongan a torear novilladas porque no estoy preparada. Es contradictorio que toree un toro cuando ni siquiera se me ha dado la oportunidad de tentar. Lo único que pido es una base: no sé llevar una vaca al caballo”, reconoce.
Marta, que tiene 27 años, salió de casa a las 4 de la mañana acompañada de una amiga. Ya había avisado a la familia, con la que vive en Cuenca, de que iba a torear. “Lo dije, las probabilidades eran del 99%”. Tuvo que volver el lunes porque el martes daba las clases particulares con las que ensaya su carrera de magisterio mientras oposita. “Me llamaron para contarme que había salido un novillo extraordinario pero, claro, tenía que estar en Cuenca”, donde fue por primera vez a la escuela taurina.
“Éramos muy pocos, no se me dieron oportunidades”. Lo principal lo aprendió “en las capeas. Mi padre y mi tío fueron maletillas. Para mí es un orgullo serlo, no hay nada de qué avergonzarse”, comenta retrocediendo unas cuántas décadas, hasta la época en la que no había escuelas taurinas. “Así lo he escuchado siempre en casa, antiguamente los toreros se hacían por los pueblos”.
Las escuelas taurinas lograron una élite de novilleros, con los recursos y la técnica que antes costaba mucho aprender en solitario. Pequeños matadores de toros que acuden ahora a las novilladas como si el toreo les debiera algo, con la ilusión de recorrer los circuitos decentes para acabar completando el abono de alguna feria al lado de las figuras. No hay mucha más ambición que la de ir bien vestido a Sevilla. La crisis provocó la espantada de empresarios con afición para producir novilladas, casi igual de caras que las corridas y con mucho menos potencial, surgiendo la figura del novillero que paga por torear.
"Iba para chico y me torcí"
Ese circuito, Marta Reillo, como tantos otros, no se lo puede permitir. “Me han ofrecido torear pagando yo el novillo, la cuadrilla o vendiendo entradas. No tengo dinero para eso. Además, no voy a pagar jugándome la vida. La solución son las capeas, donde puedo torear algo. Para formarte no está bien, el novillo no está fijo, te hace coger manías, te defiendes, la gente distrae mucho, pero si quieres torear no queda otra. Además no puedes exigir un becerro, te enfrentas a lo que sale por la puerta”, y en las imágenes transmite esa fragilidad. Apenas puede con la muleta.
Su padre, cuenta, estaba deseando tener “un chico” para redimir su sueño frustrado. Maletilla, tuvo ambiente en su época por los pueblos. “Un hombre lo vio y quiso llevarlo a la escuela taurina de Valencia. Pero se murió mi abuelo y él tuvo que hacerse cargo de sus cuatro hermanos, no pudo torear”. Pero “nací yo”, dice riéndose, que “iba para niño pero creo que me torcí en el último momento”, bromea. Su hermana mayor “no tiene valor”. A los seis años toreó por primera vez. “Cuanto más me exigían, menos quería. Llegó un momento en el que no quise saber nada del tema”. Sin decírselo a nadie, acudió a un encierro de vacas “e hice lo que pude. A partir de ahí se me despertó algo. Y con 16 empecé a tomármelo más en serio”.
Fue una época difícil porque recibía insultos a diario. “Estaba un poco más gordita y me decían de todo, que si iba para picadora... Tuve que escuchar muchas cosas. Me di cuenta de que mi ilusión, más que ser torero, era honrar a mi padre”. Se obsesionó con adelgazar. “Caí enferma por dejar de comer”, y calla. ¿Qué te pasó? “Bueno, tuve anorexia. Me recuperé al año y medio. Gracias a los toros, me apoyé en la afición para salir adelante. Lo pasé mal. Por culpa de los toros enfermé y gracias a los toros me recuperé”. En aquella época volvía a casa “llorando”.
Su madre intentó convencerla de que lo dejara. “Me decía que era algo de hombres, que no me merecía pasarlo tan mal, no había necesidad. Está muy en contra”. Después, “pasé por la escuela taurina de Córdoba”. Pensaba que iba a encontrarse un oasis de toreros, “es tremenda la historia taurina de Córdoba”, y chocó con la demolición de la cantera y la afición que vive la ciudad. “Ahorré un año entero para ir allí. Toreé una becerrada, corté un rabo y no me sirvió. En otra escuela habría tenido más oportunidades pero no me arrepiento de haber estado en Córdoba. La gente se portó muy bien conmigo”.
Intentó entrar en la escuela taurina de Granada. “Cuando dijimos que éramos dos mujeres nos colgaron el teléfono”. El mundo del toro vive pendiente de echar al diferente: no hay nada más diferente que una mujer que quiere ser torero. “Sí he sentido la discriminación. Varios compañeros no han querido compartir cartel conmigo. Estando en la plaza he tenido que escuchar que me fuese a fregar, que era lo que tenía que hacer. Otro día un hombre no paraba de insultarme y me fui para él con la muleta. ‘A ver, hazlo tú, que yo estoy aprendiendo’, le dije. En Ciudad Rodrigo tuvieron que mandar callar a otro señor porque no paraba de meterse conmigo. Antes me afectaba muchísimo. Lo he pasado mal. Ya he aprendido a convivir con ello porque afecta sicológicamente. Lo mejor es pasar”.
Para ella, mujeres como Cristina Sánchez son referentes. “Es la única que ha podido llegar arriba. Vi su reaparición en Cuenca y fue increíble. Es imposible, pero sí, lo piensas. ‘Ostras, qué pasada poder verme así’. De todas formas, tendría que cambiar mucho mi situación para parecerme”. No hay un toro para mujeres. “Quiero demostrar que el toro no pregunta quién está delante. Nosotras también podemos”.
Es inevitable ver en ella un ejemplo este viernes. ¿Te sientes identificada con el 8-M? “Claro que sí. Me ha escrito mucha gente, muchas chicas y muchas mujeres diciéndome que soy un orgullo para ellas
, que las represento. No estoy acostumbrada a eso. Ha sido muy grande”. Ahora, algunos empresarios se acuerdan de ella. “Desde lo de Ciudad Rodrigo me han salido novilladas. Cosas para septiembre, nada seguro. Prefiero no comprometerme si no voy a estar a la altura. Antes necesito a alguien que me aconseje”.