Durante el minuto de silencio sólo se escuchaban flamear las banderas. La ventolera removía las conciencias de los hombres congelados en el paseíllo. La tormenta goteaba y los cascabeles de las mulillas recordaban los toros enchiquerados que arrastrar, el encargo de la muerte, ese pequeño detalle. Ángel Teruel, el dandi de Embajadores, observaba la pintura detenida a salvo en una barrera, cincuenta años después. Un tipo con azulejo tiene otro aire, torería enmarcada. El recuerdo de Joselito el Gallo mantuvo en vilo la media plaza: era difícil encontrar ayer sentado al 98% —no recuerdo los decimales— del abono renovado. Circulaba el regusto amargo de saber que no estaba la tarde para torear, envenenando el paso de las horas y los toros. Valdefresno se alió con el viento: hechuras vacías.

A Galván siempre le acompaña un instante de mala suerte. Revolotea sobre la montera una inquietud difícil de definir. Como si lo frenara algo camino de la cima hacia donde lo proyectan sus condiciones. Parece que en el reparto de bolitas (Paula), le rozó alguna funesta, lastrando su estrella. Avanza con ese freno de mano agarrado. No tiene otra explicación su caída frente al cuarto, vendido, enredado el capote como una mortaja. No se sabe cómo pudo hacerse el quite, supongo que tirando del último cabo suelto para abrir el paracaídas de repuesto. Tuvieron buena vibra las verónicas de Juan Ortega, dos, suspendida la tercera en el viaje corto del toro. Embestía descompasado, sin humillar. Galván tuvo actitud para tratar de desmadejar la maraña de idas y venidas del bicho, que alguna vez paraba, otra adelantaba la dentellada. Se puso difícil, molesto, enredados los dos en una discusión a la que no se le veía la meta, amenizada, claro, por el viento. Cómo buscaba el toro los momentos para arrancarse. Así es muy difícil. Galván mantiene el crédito de buen torero. Al triunfo también se llega.

El aire le molestó mucho antes. Los primeros muletazos aéreos, para salirse andando con el valdefresno, un toro enorme pero con armonía, aliviaban la carga de las fuerzas podridas. No podía ni con su alma. Cierta clase, sí. Imposible bajarle la mano. Galván lo cuidó, esquivando las rachas traicioneras. Las alturas justas para no derribar la mole que poseía ritmo. Al natural hubo muletazos de buena expresión. Afianzado por fin, había un bicho huyendo. El toro notó las obligaciones, zafándose como un chiquillo: se rajó. Los pitones encontraron la axila del gaditano en una manoletina. Otra vez el rayo negro. Mató a la segunda. Nadie nos avisó de que aquellas iban a ser las últimas embestidas.

Derechazo de Juan Ortega, casi inédito esta tarde Plaza 1

Carasucio era redondo, por toda la geografía de su cuerpo tenía remate. Un trapío muy conseguido, casi de laboratorio. Desde el morrillo descendía un toro definido, amplios los pechos, atracado el culo, dándole importancia desde cualquier posición, sin aristas. Embistió desplegándose en el capote, con el puyazo sangrándole arriba. Muy ajustadas las chicuelinas de Galván. Galdós quiso bajarlo por doblones. Carasucio tenía tendencia a irse unas décimas, el primer round lo libraron hasta la segunda raya. Parecía que iba a ser por el lado derecho, con dos series importantes, corriendo la muleta, pero no terminaron de entenderse. Cambiaba de manos el torero a la vez que se agotaba el toro. Coge mejor la muleta al natural Galdos, desde el centro del palillo. Llegaron a la estocada empatados. La faena luchó contra los elementos, incluido el bombardeo de voces del subalterno. Literalmente no pasó nada con el sexto. ¿Para qué brindó Galdós al público?

Las hechuras del segundo eran extraordinarias. Un dije detrás de los pitones abiertos como los colmillos de un elefante viejo. Se paró en seguida, frustrando las intenciones mostradas en la lidia de Jorge Fuentes. Qué buen par de Trujillo. Cerca de chiqueros, a refugio del aire, hubo dos o tres muletazos muy buenos de Juan Ortega, cadenciosos. Tenía la gente ganas de tirarle algún ole después de la actuación de Resurrección. Casi nada más, tan afligido el valdefresno. Arruinó el viento cualquier atisbo de verónica al quinto, un buen toro, de expresión esculpida. Luego se frenaba echándose sobre las manos. Ortega le tocó las orejas, andándole por la cara tras confirmar el desierto que cargaba el burraco.



FICHA DEL FESTEJO



Monumental de las Ventas. Jueves, 16 de mayo de 2019. Tercera de abono. Media entrada. Toros de Valdefresno, con ritmo el 1º sin fuerza, se paró el 2º, 5º frenado, 6º vacío, y Fraile Mazas, 3º a menos y 4º con genio.

David Galván, de nazareno y oro. Pinchazo y espadazo tendido. Aviso (ovación). En el cuarto, pinchazo, pinchazo hondo y media estocada. Dos descabellos. Aviso (silencio).

Juan Ortega, de verde botella y azabache. Espadazo casi entero, contrario y suelto. Cuatro descabellos (palmas). En el quinto, pinchazo hondo, pinchazo y medio espadazo tendido y caído. Cuatro descabellos. Aviso (silencio).

Joaquín Galdós, de caña y oro. Espadazo en el sitio (saludos en el tercio). En el sexto, estocada casi entera (silencio).