—¡Ponte a torear! —gritó un chalao.
—Por qué no te callas —le contestaron.
Sonrió el Rey. La infanta Elena le dio un codazo. “¿Lo pillas?”. Toreaba Roca Rey al tercer adolfo, levitando sobre la parálisis que provocó anunciarse con la corrida de Albaserrada. La corrida de Adolfo Martín, tan bien hecha, con el trapío, las caras, las exigencias de Las Ventas colocadas sobre los toros, arregló el centenario. Ya era hora. Un baño a Victorino y Escolar, que mendigaron corridas completas. Se abren los chiqueros, ecco, no dejaron el campo sin un toro feo. Vino a salvarlo el primo sin el glamour de los paletos de Galapagar.
Tras morir el tercero cambió la gente. El viento del no hay billetes se detuvo, frenada la inercia que llevaba la fecha desde primavera. Bullía la reventa en la explanada con la cuenta atrás del del día grande, Roca y Adolfo eran un torbellino de billetes. Simón Casas los contaba, como los reventas, sin mirar, palpando las lechugas de los ricos. Echaban humo los gitanos por las esquinas, tratándole de colar la última barrera.
La Puerta Grande empujaba a Roca en las apuestas. ¿Qué pasaría? Murió el tercero y ya, allí quedamos, la gente lacia. Roca Rey había matado al adolfo y no había pasado nada. Jabois describe en Manu el momento en el que goteas y pasa la diapositiva de lo vivido. ¿Adónde vamos, si se evapora el ansia? San Isidro cumplía la mitad exacta cuando arrastraron a Sombrerillo, el toro que anunciaba la revolución, a medias, desinflado en la muleta de Roca. Las Ventas quedó igual: goteándose la expectativa. ¿Esto era? Roca Rey lo intentó metiéndose con el toro, ganando un paso, pero el cinqueño decidió retirarse, acabado, exponiendo la fragilidad de los acontecimientos.
El Sirio llevaba el puño metido en el muslo de Escribano. Al matador no se le distinguía la cara del ruedo, no era blanco el rostro sino gris, como si se le hubiera posado la muerte. En Alicante le silbó al oído, citada por otro adolfo. Español lo cazó toreando al natural. La faena terminó cavando las trincheras. Ábalos lo vio de cerca, casi le salpicó el muslo preñado de arterias. La caspa es una tontería: aquí hay sangre.
Escribano había toreado despacio, corriendo la mano al ritmo del toro, tan exigente en ese tempo. Dos tandas por las que el torero descubrió el temple debajo de las toneladas de exposición, los pares de banderillas, las portagayolas. Volaron los de pecho. Hubo un aviso por esa franja asesina del pitón izquierdo. Al naufrago se lo llevó una cuadrilla de hombres tanteando sus promesas de tragedias en la pierna atravesada de Escribano. Fue un balazo. La hemorragia dejaba el rastro en las manos de los otros, corría un hilo oscuro. Hubo un agarrón en el sol, con el matador ya en el hule, reprochándole a la voz anónima que le pedía no sé qué a Escribano cuando le descifraba las puntas al bicho pendenciero.
Román mató aquel adolfo. La frivolidad era un charco en el que ya no retozaba casi nadie, cortada por el sablazo. Algunos aplaudieron a Español en el arrastre, la sensibilidad de Madrid. Salió el quinto, otro toro bien hecho. Román no le dudó. Qué exigente Mentiroso, acapachado, serio, disparado el trapío. Hubo inconsciencia en colocarse así Román sin el colchón de la técnica. ¿Cuánto tiempo puede estar un tipo aguantando la caída libre? Toreaba como si después no hubiera nadie con quien beber. El valor más sereno en los naturales, tirándole de la embestida sujeta por el dique del poder. Serio en todos sus movimientos el toro. Le aguantó Román, volando a diez mil pies. Pasándoselo cerca; dejándose llegar los pitones. Qué transmisión tenía. La gente lo vio, cantándoselo. Tocaba bien al natural, cruzándose . Hubo muletazos buenos, contenida la embestida a los vuelos. Román se metió con él. Dos doblones lo dejaron colocado al toro, ligados a la última tanda. Eso aparecía en algún vídeo. Por ayudados lo cerró otra vez, colocándose a la gente. Aterrizó sobre el lomo cayendo desde la azotea de las torres gemelas. De pie: cortó una oreja.
A la feria de los sextos, le faltaba, otra vez, Roca Rey. Madroñito traía la nebulosa de la historia de la ganadería en el cárdeno. A Roca le faltó fibra para recogerle la embestida, tras el primer lance a pies juntos. Lidió, como si tuviera que demostrar que también entiende esos toros a los que las cosas buenas no le sirven tanto. Había un tópico que derribar. Así no empezaba bien.
De largo se venía el toro, galopándole el gran fondo. Quizá la inercia engañaba. No: al tercer muletazo mantenía el ritmo. Se surruraban paraísos Madroñito y Roca en la segunda serie, acariciando el matador la clase del primer tramo, lanzando por abajo el resto del muletazo. Por el pase de pecho mirando al tendido rodaron los exigentes. El cambio por delante secó las gargantas. El último tramo se lo ponía Roca. Qué natural, largándole el brazo y la muñeca. Madroñito venía ya tarareado, Roca lo envolvió, apretando, saliéndose con el pase de pecho por la misma mano. Punteadas las trincherillas. Volcados los tendidos, alguien cogió la llave de la Puerta Grande. Llamaron al sereno de los días cumbres. La espada se fue directa a la banderilla. La gente se lo tomó fatal. A la segunda, llegó el espadazo. Quizá caído, no sé. Una petición raquítica empezó a llamear, sin oxígeno para prenderse. Fue inexplicable, como bajarse de un tren en marcha. Nadie se tira de un AVE en Despeñaperros. Roca Rey saludó la ovación sudando la rabia.
Aviador tuvo clase sin fuerza para mantenerla. La estocada de Escribano fue muy buena.
Román hizo todo lo posible por no acabar la corrida. Llevaba el segundo las intenciones de Otegi. Qué malaje, frenado, reponiendo. Hubo tres volteretas cantadas. El pitón alcanzó el glúteo. Lo mató con habilidad.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Jueves, 30 de mayo de 2019. Decimoséptima de feria. No hay billetes. Toros de Adolfo Martín, noble el 1º sin fondo, orientado el 2º, se quedaba corto el 3º, exigente el 4º, importante el 5º, bueno el 6º.
Manuel Escribano, de grana y oro. Buena estocada (silencio).
Román, de burdeos y oro. Espadazo perpendicular y trasero. Un descabello (silencio). En el cuarto, pinchazo sin soltar, pinchazo y espadazo trasero. En el quinto, buena estocada (oreja).
Roca Rey, de berenjena y oro. Pinchazo saliéndose de la suerte y espadazo entero (silencio). En el sexto, espadazo que no encontró toro y estocada algo caída (ovación en el tercio).
PARTE MÉDICO
Manuel Escribano: Herida por asta de toro en cara interna del muslo izquierdo, con una trayectoria hacia externo craneal y posterior de 25 centímetros que produce destrozos en musculatora aductora, vasto internio, contusiona vena femoral, lesiona colaterales, rodea cara posterior de fémur y alcanza cara posterior del tercio superior del muslo. Pronóstico grave.
Román: Herida por asta de toro en región glútea izquierda de cinco centímetros hacia línea media que lesiona fascia superficial y glúteo mayor. Pronóstico leve, que no le impide continuar la lida.