El paseíllo era un diván. Ginés Marín venía rumiando a Poeta y Afortunado y Ferrera actuaba por segunda vez consecutiva en Las Ventas. Sólo Briatore ha tenido alguna vez un mes de mayo tan intenso. Ya quisiera Kilian Jornet torear dos días seguidos en Madrid, completar ese circuito de simas y cimas en apenas 20 días. Nadie se había hecho tan pequeño —los accidentes nos reducen— y tan gigante en un rato. Urdiales mantiene las ascuas: soplarle de vez en cuando también requiere concentración. Andaban los toreros bajo la atenta mirada de la juventud taurina de Icade.
El petardo de Alcurrucén libera el podio de San Isidro, perdida la regularidad en dos corridas. La intensidad del primero y la clase sin fuerza del tercero no sostienen el pendón. Nada: petardo sin hechuras, además. A la corrida le hizo falta un logopeda: no apoyaba bien.
Un tirón se llevó a Zambombo a chiqueros. Frenado en los primeros tercios, impulsado por el combustible Núñez. Alcurrucén tiene estos coloraos que arden. La brújula no funcionaba en esos terrenos. Zambombo tenía emocionante la arrancada. La primera serie al natural fue un garabato. Daba un tirón al final Ferrera, quitándole la muleta de la cara. Se relajaba después, poniéndose natural. La muleta siempre volandera, suelta, la estela difuminada. Mantenía el toro ese reprís. Obtuvo Ferrera una serie buena con la derecha. Más compuesto, armado, serio, canónico, que no pasa nada. Lo del otro día fue espectacular por irrepetible. El torero rasgaba las embestidas. Tiraba de los cortinajes. Un poco como en El resplandor, ese brillo a punto de liberarse. Un pase de pecho fue muy bueno. Y el final de faena, con los oles verdaderos. La estocada también amarró lo que parecía una oreja. Pero la petición alcanzó el clímax cuando despiezaban a Zambombo en la carnicería.
Los jirones blancos del pelaje marcaban al cuarto. También los pitones, de punta negra, arremangados. El hocico dirigía la embestida, la veleta de los toros. Fernando Sánchez brindó al cielo. Antonio Prieto lo picó fatal. No ayudaba al físico marchito del alcurrucén. Socarrón arrastraba las patas, como si las tuviera trabadas. Ferrera lo estudiaba, dándole un tiempo entre muletazos. Las cuentas iban saliendo en la pizarra llena de cálculos: tres o cuatro derechazos. El toro empezó a escarbar, preparando la huida. Ferrera miró resignado la estampida de vaca lechera que pegó bajo el 7.
Las hechuras antiguas del segundo guardaban un fondo malo en la reserva. O eso parecía. A la muleta llegaba la resaca de las corrientes interiores. Un poco de espuma. Hubo un trincherazo de Urdiales magnífico, sueltos los dos, veraniegos, como la primera copa de julio, las chavalas quemadas por el sol, el olor a aftersun. Daba gusto ver cómo presentaba la muleta al natural. No sé si un inicio por bajo habría convencido algo más al toro o lo habría apagado. La rabia con la que desarmó al torero descubrió sus intenciones escondidas.
Muy parecido era el quinto. Rubio también, como si hubieran hecho el lote por el molde. Quizá la expresión más amable. Limonero era muy sensible a los toques. Soltaba un gañafón al final. Abiertas las manos, le costaba también apoyar. Los toros hablan con las manos. Al natural creció la faena, cimentada en los medios. Urdiales trabajó el muletazo de la tarde: un derechazo redondo, envolviéndose al toro sin recorrido ni clase. Fue más efectivo el ayudado que la estocada vendida como mortífera: cayó despanzurrado tras volcarse la muleta. La ovación rotunda premió el interés.
Se calentó la afición con las formas del tercero. Lógico. Llevaban razón: feo, con poca personalidad, demasiado poco para Las Ventas. Las protestas fueron contagiando los tendidos. Dos resbalones hicieron florecer pañuelos verdes. Tenía prontitud. Podría valer si lograba quedarse de pie. Ginés hacía malabares en equilibrio. Tenía que templar para que no se rompiera la vajilla: perdió varias veces las manos el toro. Lo mató trasero.
Antes de salir el sexto, en el palco 22 había montado un after de la tercera edad. Muy borrachos los señores, peleones. A veces las zonas vips parecen guarderías. Mulero giró por el ruedo, haciendo bolos por los caballos. Lo perseguía Fini. Y Ginés después, buscando el toro a la fuga. Dieron las nueve en punto cuando desenfundó la espada, confirmado el petardo.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Viernes, 7 de junio de 2019. Vigésimosexta de feria. Casi lleno. Toros de Alcurrucén, 1º emocionante, reservón el 2º, se dejó el 3º sin fuerza, agarrado el 5º, muy manso el 6º y un 4º de El Cortijillo rajado.
Antonio Ferrera, de aguamarina y oro. Buena estocada (gran ovación). En el cuarto, pinchazo y estocada baja (silencio).
Diego Urdiales, de gris perla y oro. Buena estocada (silencio). En el quinto, buena estocada. Aviso (ovación).
Ginés Marín, de verde botella y oro. Espadazo trasero (silencio). En el sexto, media estocada tendida (silencio).