En los pasillos de Las Ventas había un ajetreo poco habitual. La gente formaba un pasillo de gintonics y puros. La Policía nacional cortó el tráfico humano a la altura del tendido 1. A lo lejos, los flashes, los móviles levantados, anticipaban el acontecimiento: Felipe VI se dirigía al palco de honor de la plaza para presidir la extraordinaria corrida de Beneficencia. Un baño de masas que no tiene en Malasaña frenaba el paso de la comitiva, bloqueados todos los accesos. Los guardaespaldas arrinconaban a las señoras. Se escapó algún viva el Rey. Felipe VI saludaba a la muchedumbre con paciencia, acompañado del matador de toros retirado Juan José Padilla, convertido ahora en embajador de la tauromaquia. José Luis Ábalos, el ministro de Fomento en funciones, esperaba en el engalanado balcón junto a Manuel Ángel Fernandez, director gerente del centro de asuntos taurinos de la CAM.
Felipe VI daba la mano a discreción: una metralleta de saludos disparaba al pueblo. A la altura de las escaleras, se detuvo. "¿Quién es su torero favorito?", preguntó este diario. "¿Qué?", respondió por encima de las manos que pretendían acariciarlo. "¿Que quién es su torero favorito?". "Ah, pues no sé", dijo gesticulando. El Rey no tenía claro qué contestar y prefirió emitir algún sonido que no lo comprometiera. Fue un gesto de sorpresa: no se lo habría preparado. Hay muchos toreros monárquicos. Casi todos. Desde atrás, Padilla observaba la escena atónito. "¿Y yo?", parecía preguntarse.
Cuando alcanzó el palco, la banda interpretó el himno nacional. Aún no se habían llenado los tendidos. Todos los asistentes acomodados, los más madrugadores, se levantaron. Eran las siente en punto. Felipe VI se asomó al ruedo con el pueblo entregado. Presenciaba la escena Ábalos, como acompañante. Alguien gritó "¡Viva España!" y no se inmutaron. La ovación sonó más que la banda y salieron los toreros del patio de cuadrillas. Ventura galopaba flotando en la tarde de su vida.
Juli y Urdiales, además del rejoneador, estaban a punto de lidiar una corrida de Cuvillo en mano a mano. A Letizia no la esperaba nadie. Cuentan que la única vez que fue a los toros llevaba unas gafas de sol opacas, para no ver la sangre, o para que no la reconocieran. El presidente dio la orden. Ventura mató al primer toro. Felipe VI no aplaudió el saludo del rejoneador en el tercio. No es nada malo: la tarde tenía la expectación que se ve en el NODO. Ojalá más tardes así. "¿Quién es su torero favorito?". Seguro que la próxima tarde Felipe VI es capaz de contestar. Si dice Morante de la Puebla o Rafael de Paula le voto.