—Se llama Rafaelillo, es bajito, le toca torear los toros más duros y es de Murcia.

—¿Le ha tocado todo, no?

Carlos, más conocido por los millennials como Spanish starter packs, la cuenta de Instagram donde acumula 155.000 seguidores, no ha venido nunca a los toros. “Me he escapado del TFG”, avisa. Estudia Filología hispánica. “¿Qué ambiente más chungo hay en Al Natural, no?”, dice al rato. “Me he tomado dos cañas. Pensaba que alguien iba a gritar por el 155”. El torismo sorprende también a los chaveas. De Caño Roto al toro-toro. Un influencer viendo a Rafaelillo.

“Es mi primera corrida en Las Ventas. Vinimos todos lo del pueblo a los rejones una vez. Es la primera en serio”. Bautizarse con una de Cuadri es tirar la moneda. La despedida de Fernando Cuadri mantenía la esperanza de ver embestir un toro.

De la pancarta desplegada, el tifo torista para el ganadero, a los tendidos que crepitaban. “Arroz pegao”, saltó una voz mientras Rafaelillo trataba de convencer a Nadador. Por la izquierda, le olisqueaba la barbilla. Sin fuerza el cuadri, derrotado ante la necesidad de moverse, esforzado el matador. Qué contraste para arrancarle muletazos a cuentagotas. “El de la voz es de Toledo”, se descojonaba Carlos.

El segundo tenía el perfil de Cuadri como si hubieran encargado un retrato del hierro. Más fino, olvidadas las hechuras de padre del anterior. Salió arreando, moviéndose sin los cordajes que lo atenazaban en chiqueros. López Chaves se lo llevó a los medios, regateando los empujones. El toro encrespado mojaba la barquilla del salmantino, que lidiaba con superioridad. "¿Es más fácil ahí?”. Lo picaron fatal al cuadri. La cara pegada a la romana, recibió el castigo sin inmutarse.

López Chaves tuvo confianza para esperarlo desde los doblones. El pase de pecho retuvo los oles. El matador avanzaba por esa maleza espesa. El doctor Hammond entre dinosaurios. Media muleta para afianzarle el recorrido. “Le está dejando toda la pierna”, alumbró Carlos. Toda la pierna starter pack. El toro metía la cara despacio. López Chaves tiró de él antes de apretarle. De las arenas movedizas emergió una tanda ligada. “Tiene que girar, ya lo entiendo”. Se había hecho con el Cuadri. No usó luego la toalla. Lo mató regular.

Antes de caer el toro, apareció en el 2 un tipo esquivando al público. Se le hacían gigantes los escalones. “Mira ese, la carita que tiene”. Borracho, pedía la hora. Los avisos parecía que le sonaban al acomodador, que no le dejaba salir. La agonía del tipo provocaba más compasión que la del toro. “Ha potado. Está pasándolo fatal. Es su peor día desde que ganó el PSOE y el Rayo a la vez”. Las aviator de espejo no lo camuflaban.

Octavio Chacón se confundió con Capitán, que probó el peto y no le hizo demasiada gracia. No quería volver. Jugó a los populismos poniéndolo de largo. Se hartó la gente, que pedía desesperada el clásico puyazo al relance. Jamás tantos toristas suplicaron por acortar el segundo tercio. El cuadri miraba a los toreros interrogándoles con su forma de apoyarse en el ruedo. Salió disparado hacia ellos y Octavio Chacón quiso ronear con una navarra, que es como ronear con Puigdemont. A la muleta llegó con las mismas indecisiones. Capitán le daba demasiadas vueltas a todo. A ver. Chacón no lo esperaba tanto. Venía por dentro. Dos o tres embroques bailaron sobre el alero. Metido entre los pitones, pegado el culo del toro a tablas, no le hicieron caso. “¿Qué pitan?”. Por nuestra paciencia.

—¿Te aburres, no?

—Está curioso, responde mirando lo que ya está escrito en el móvil. —Ahí, a por el target de EL ESPAÑOL. Chistes de Puigdemont con tu cuñado en Nochebuena—. 

Curioso era cómo esperaba el cuarto a los banderilleros. Pasaron jugándose los corbatines. Por el toro hervían los 583 kilos de malas pulgas. Detrás de esa fachada de pasota aburrido había un demonio: si tocaba la muleta se descomponía. Lo impulsaban puras ansias. Embestía con la rabia de los desesperados. Rafaelillo probó por la izquierda, contagiado de las humaredas del bicho. Mal asunto. “Es menos seguro”, analizaba Carlos diplomático. Con la ayuda, Rafaelillo buscó sin gps, agarrado al mástil. Soplaba un vendaval de toro a su alrededor. Alcanzó la muleta el cuadri. Templarlo era una quimera porque embestía con los pechos. Los gestos tremendos de Rafaelillo tampoco calan ya como antes. Le entró el desánimo. Igual que al toro.

Derechazo de Rafaelillo Plaza 1

“El picador se lleva tol bullying”. Recorría el caballo el anillo interior de la plaza lloviéndole los insultos. La puya se le había escurrido, posándose primero sobre la estela del listón castaño. Las rectificaciones recorrieron el lomo. Guiñaba la sangre. López Chaves le ganó la primera partida al cuadri con el capote. Lo colocó en los medios, remontándole los impulsos. No había ninguna grúa: lo cogió a pulso de verónicas. Con la muleta, la plaza estaba metida en la sauna de los cuadris: subían unos vapores. Que humillara era un milagro. Al menos tenía fijeza. La faena fue entre las dos rayas. López Chaves estuvo sensacional. Capaz de hacerse con el cuadri, que tenía cierto recorrido si no se le molestaba. Lo moldeó. A su ritmo, corrió la muleta despacio: un hallazo suyo. Una tanda de naturales fue una fiesta. “¿Este es el de Salamanca? Está bien”, despertó Carlos. Entendió perfecto al cuadri López Chaves, con la seguridad que da el oficio disfrutó de la última tanda a pies juntos. Al entrar a matar se escurrió el toro. La espada quedó luego demasiado atravesada. La ovación retumbó en los galones.

“¿Por cuánto vienen los plebeyos a la plaza? ¿Treinta pavos? Ya hay que tener ganas”. No había salido el sexto y Carlos ya preguntaba si el último era el anterior. Goyesco enmudeció la plaza un segundo. Luego, aplaudieron. Parecía un toro de lidia. Lo confirmaron cuando echó a andar. Las carnes sueltas volaban en los galopes de fiera inventada por Tolkien. En algún plano estaba dibujado Goyesco, se quedó en algún sótano de Oxford. Como si Frankenstein andara a cuatro patas. Qué forma de arrancar, se venían los cimientos de la plaza con él. Los riñones impulsaban el cuerpo, un motor viejo de diésel que no aguantaría demasiado.

Apoyó el hocico en el suelo. Era el freno de emergencia, activado por Goyesco cuando descubrió a Chacón detrás del capote. El vagón pivotó sobre la cara. Un escalofrío heló al matador. “En mi vida analógica me voy a hacer aficionado a los toros”, hablaba para sí Carlos. Chacón no tuvo, luego, ninguna opción. La espada no podía atravesar la profundidad de Goyesco. Le dieron vueltas al mastodonte. El acero removía las oscuridades. Pitaban. “¿Otra vez pitan? Cuánta exigencia”.

A veces la vida es normal: Fernando Cuadri se quedó sin homenaje.



FICHA DEL FESTEJO



Monumental de las Ventas. Jueves, 13 de junio de 2019. Trigésimoprimera de feria. Menos de media entrada. Toros de Cuadri, sin fuerza el 1º, apagado el 2º de contado poder, 3º parado, 4º descompuesto, 5º no humilló, vacío el enorme 6º.



Rafaelillo, de grana y oro. Pinchazo sin soltar, espadazo trasero. Un descabello (silencio). En el cuarto, espadazo muy trasero. Dos descabellos (silencio).



López Chaves, de coral y oro. Espadazo perpendicular. Tres descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, estocada casi entera baja, espadazo caído casi entero. Dos descabellos Aviso (ovación).



Octavio Chacón, de caña y oro. Medio espadazo atravesado (silencio). En el sexto, pinchazo, metisaca, estocada en los bajos. Cuatro descabellos (silencio).