La corrida de la Cultura era una emboscada para Roca Rey. Venía la figura del Perú a remachar la feria. La oportunidad perfecta de despegar sin otros cazas a la vista. Estaba la pista limpia en un sábado de llenazo: borrachos y vivas para paladear las bernadinas, que es de lo único que se entera la nueva afición. Los toros de Victoriano del Río traían colgando la etiqueta low-cost, de rebajas. Mal hechos, sueltos, rajados, con genio, apretando para dentro. ¿Habría matado Manzanares o Juli esta corrida? Lo dudo. Celebraron la cultura sin ninguna embestida por derecho, como si vinieran aleccionados por Gustavo Bueno. El mito de la cultura deslumbraba Las Ventas, convertida en una jungla punteada de cerbatanas camufladas en la piedra apuntando a la jovencísima figura. El dardo durmió a Roca. Ureña hacía de catalizador. El matador murciano aprovechó la ocasión para desalojar de Las Ventas al huracán peruano.
El público tomó partido tras el duelo de quites con el segundo toro. Ureña aparcó en Madrid derrapando: tenía que ser hoy. A Jabaleño le sentó bien el puyazo. Por los vuelos se fueron despacio los dos. Apareció Roca para replicar. Silenció la plaza amasando la chicuelina. No vaciaba la embestida, quedándose el toro en las medias. La media rocosa los hizo trastabillar en el abrazo del oso. Ureña no se pudo aguantar. No sé si fueron delantales. Sí, pero toreando, echándose encima de la embestida. Ureña dejó puesto en medio del ruedo un quite agarrado, con lances profundos. Cabían varios momentos de la feria en ese. Redondeó a Jabaleño. La gente celebró el remate en pie: le había ganado la mano a Roca.
La faena fue rara. Acabó y empezó dos veces. El inicio pegado a tablas fundió a Jabaleño, que venía con el lastre de los capotes. Ureña lo exprimió como si se acabara la tarde en ese momento. Los remates por bajo transcendieron. En un pase de pecho circuló el victoriano por dentro, dejando el primer aviso en el buzón. Sin decidirse por los medios tenía que tirar del toro. No rectificaba Ureña. Jabaleño se lanzó por él sin los intermitentes: lo cogió por el pecho, hundido el matador en la testuz. Crujieron las costillas de Ureña: no puede escapar de su destino. A partir de ahí hubo otra faena, que cautivó a sus partidarios, contaminando al resto de la plaza. Hubo calidad sin rotundidad. Lanzado el matador, los oles eran roncos. Ureña ardía a lo bonzo, quemado por el dolor. La antorcha humana evolucionaba por la plaza por pura sinceridad: esto es lo que tengo, decía. Ni hablar de planteamientos, de cuajar al toro, de terrenos o distancias. Dio una vuelta al ruedo agarrando una oreja fantasma, cerraba el puño como si se le fuese a escapar.
Entró a la enfermería. Su aparición se retrasó hasta el sexto, corriendo turno. A Roca se le aguó la pólvora que prepara para el final. En el segundo hizo un esfuerzo tremendo por sostener el genio del victoriano. Sin dar un paso atrás, puesta la muleta por delante. Volaban las hélices de la bicha de Guadalix delante de las espinillas. El toro salía disparado, dejándolo tirado. Roca lo perseguía. Volvía a ponerse. Qué difícil era estar delante. No se lo reconocieron. El quinto, como reseñado para Villaseca, fino, feúcho, astifino, una cosita, lo arrastró a las profundidades. Cantaban oles de guasa. No le funcionó ni la espada.
Antes de que las mulillas se llevaran al toro, y a Roca Rey, apareció por la enfermería Ureña en modo all star. Levantaba a la gente pasando por los tendidos. Ya iban con todo: Ureña y nada más. La ovación cuando estiraba el capote al aire parecía de otro día pero sólo habían pasado dos horas. Infiltrado, se templó a la verónica, construyendo un recibo de cadencia. Espinosos los lances, sin excelencia, pero valiosos. Este toro venía mejor hecho. Al menos se le distinguía el morrillo. El brindis lo tomó el público como una revelación: no volvieron a sentarse. Ureña se sacó de la manga una revolución en el inicio de faena bajo el 7. Jugaba en casa, lanzada la plaza detrás del cambio de mano, girada la cadera, o el desprecio mirando al público. Qué decibelios. Su torero estaba bordándolo. Hubo sólo dos tandas más. Vinieron muletazos muy ceñidos. Toreaba Ureña entregado, despacio, roto, sin ser una metáfora. Fue muy sesentero todo, desde la explosión de la masa a los naturales a pies juntos, perdida la mirada en el público. Daba igual la limpieza, en el centro del ruedo Ureña fue por primera vez en su vida un icono pop con esos muletazos de posguerra.
El dolor iluminó la cabeza: a por la espada. No hubo tiempo para respirar tras el último natural. La estocada fue trasera pero valió. Bajaban y subían los espectadores como el ecualizador de una discoteca. Un dique contuvo la emoción mientras se echaba el toro. El aviso sonó, cimbreaba la muleta bajo el hocico Ureña, resplandecía el descabello intacto. Se echó el sexto bajo la tronera. La gente dijo yes al unísono. Los pañuelos blancos asaltaron el palco: dos orejas.
Castella hizo un esfuerzo frente al mastuerzo montado que salió en cuarto lugar. No colaba el toro, que traía la intención en las hechuras de toda la corrida: meterla como si fuera buena. Su altura, los zancos, ese metro de pecho que sobresalía de la culata. Lo mató fatal, como diciendo jódete. Ganó por pura convicción. La plaza tenía un ojo en la enfermería. Antes, apabulló al primeros con la tuneladora de las trincherillas. El resto de la faena fue darle vuelta a los posos de calidad que mantenía el victoriano. Poca cosa para el francés.
Ureña salió a hombros de Las Ventas por primera vez cuando anochecía. Quebrado, recogiendo las piezas de su dramática felicidad.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Sábado, 15 de junio de 2019. Corrida de la cultura. No hay billetes. Toros de Victoriano del Río, 1º sin poder, intenso el 2º orientado, rajado el exigente 3º, 4º sin entrega, muy manso el 5º, 6º sin recorrido.
Sebastián Castella, de negro y oro. Pinchazo caído y espadazo trastero. Un descabello (silencio). En el cuarto, sartenazo (pitos).
Paco Ureña, de coral y oro. Pinchazo y buena estocada (oreja). En el sexto, espadazo trasero (dos orejas).
Roca Rey, de gris negr y oro. Pinchazo y estocada baja (silencio). En el quinto, dos pinchazos y estocada arriba (silencio).
PARTE MÉDICO
Ureña: Contusión parrilla costal izquierda con posible fractura, contusión escápula izquierda, pendiente de estudio radiológico. Pronóstico reservado. Bajo su responsabilidad decide continuar la lidia.