Miura era la única ganadería que no había caído en las redes de la posmodernidad. El público, con una sensibilidad nueva, prefiere salvar la vida del animal que desmembrar el cadáver del toro para que el matador recoja las partes como si desmontara un marcador. Cortar un rabo es cada día más difícil porque no hay ya diferencias entre una faena redonda, de lío, y un indulto. Por el camino se han perdido los matices: cualquier espadazo cuenta. ¿Se perderá el rabo como se perdieron las patas?
La línea está difuminada desde hace tiempo. El éxito es indultar. Lo saben los toreros. Llegará el día en que la alegría sea tristeza, cuando acumulen obras sin rematar. Perdonar la vida al toro se ha convertido en el tercer trofeo. Ni Miura, la onomatopeya del miedo, ha podido soportar la presión, y el último dique antiguo, la última trinchera del siglo XX, se rompió hace un sábado en Utrera: Manuel Escribano indultó al toro Tahonero, el primero que vuelve a Zahariche vivo, porque los espectros siguen en la finca.
Escribano, sin embargo, cree que la sensibilidad del público no ha cambiado. “El toro se mueve por emociones, los sentimientos del momento. Si es verdad que, honestamente, podría haberlo tapado, y haber sido el protagonista, pero no entiendo la tauromaquia así. La entiendo como un espectáculo. Si piden indultarlo creen que se lo merece. Estábamos todos de acuerdo. No creo que fuese una cuestión de sensibilidad: se lo había ganado”. ¿Qué virtudes tenía Tahonero? “Al principio, no vi que era de indulto. Sí un toro bueno. Había embestido muy bien. No se me pasó por la cabeza la posibilidad de indultarlo hasta que cogí la espada. Al ver la reacción del público, lo intenté. Fue un toro que siempre quiso pelea, se movió, fue bravo, había galopado. Luego, me duró mucho. Estos toros no suelen durar”.
El indulto atrajo la atención sobre un festejo que habría pasado desapercibido. “Esto anima a todo. Acerca al que no es taurino, divulga cómo es la fiesta de los toros”, comenta sobre su entrevista en el telediario de Telecinco. Utrera estaba marcada para reaparecer tras la cornada de Madrid. “Cuantos más días estás recuperando siempre es mejor. Llegué funcionalmente bien, con poco fondo y fuerza. La pierna sí me respondió bien. No tuve dolor. El primer toro fue duro y el segundo, aunque muy bueno, también hizo que me sintiera un poco asfixiado. Al menos, pude aguantar la tarde bien”.
Escribano guarda en el bolsillo los dos indultos, Victorino y Miura, Cobradiezmos y Tahonero. Son su tesoro. “Nunca piensas en indultar. Al revés, te planteas cuajar los toros, desarrollar tu tauromaquia, que embistan, y al final pasa esto: dos hechos históricos. Uno, indultar el primer toro de la historia de Miura, y otro, aquel victorino en la Maestranza."
"Era un toro bravo"
“Es de una familia que da bien”, comenta Antonio Miura que, junto a su hermano, Eduardo Miura, gestiona el mito. “Pero nunca se sabe cuándo va a salir ni cómo va a salir. Le ha tocado a Escribano y en Utrera”. ¿Le va a servir en la ganadería? “Bueno, eso no se sabe”, dice con voz cansada. Arrastran las palabras los Miura. “Se esha con ilusión. Primero, hay que estudiar bien las vacas, igual que cuando sacamos uno de la retienta. Ojalá ligara bien”. Tahonero no fue sólo bueno en la muleta. “El previo fue importante”, señala Antonio Miura. “El toro desde que sale tiene que funcionar y fue bueno en el capote, bravo en el caballo. Escribano, Manuel, lo puso largo y acudió con alegría”. Los puyazos, recuerda, “no fueron picotazos”, dándole importancia al fondo de Tahonero. “A las banderillas llegó igual, todo lo hizo en bravo. No podía haber relajamiento. Manuel Escribano estuvo muy bien con él porque sabía que tenía un toro bravo delante, echándole la muleta para que de aquella forma sacar lo mejor del toro. El torero debe hacer las cosas bien. Esto es algo de dos”.
¿No habéis indultado nunca? “Que sepamos es el primero. Nos ha tocado a mi hermano y a mí vivir esta alegría. Es satisfactorio. Me he acordado de mi padre, que lo habría disfrutado mucho después de 50 años en la ganadería. Estamos muy contentos”. Los gustos del público han cambiado en los últimos años. “En fin, lo que tiene que pasar es que salga el toro a la plaza y dé espectáculo. Adaptándose a los tiempos actuales pero manteniendo ese comportamiento complicao, con dificultades, que también espera mucha gente. Uno intenta hacer las cosas lo mejor que puede. Algunas veces salen bien y otras mal. Por mucho que quieras, la genética es muy complicada de manejar”, admite.
El toro salió en Utrera. Miura lleva un tiempo sin una tarde memorable en las plazas importantes. “Lo que quiere uno es como ese salten muchos. Es bonito que haya sucedido en Utrera porque la ganadería de Cabrera, una de las ramas de Miura, pastaba en Utrera. Es bonito que se haya indultado el primer toro donde estaban sus antepasados”. Tahonero le gustó mucho al ganadero. “Era un toro con trapío, no era un toro de plaza de tercera, podría haber ido a una de primera perfectamente”.
'Poscornadas': fisioterapia y ejercicio
Manuel Escribano reaparecía veinte días después de la cornada que sufrió en San Isidro. “Sangré muchísimo”, recuerda el tabaco. “Sabía que a esa altura pasan todos los vasos, me había entrado el pitón, con la dimensión que tenía... Cuando vi salir el chorro de la herida, pensé que me la había dado fuerte”.
Inició la recuperación con fisioterapia tras recibir el alta. Español le atravesó el muslo. “Desde el primer día me puse de pie. Tienes que recuperar todo lo que se pierde. Hay que hacerlo así, si no se solidifican las cicatrices, el líquido que suelta la herida, ese forrajillo, y es más intenso recuperarlo después. Las heridas están frescas por dentro. El trabajo tiene el objetivo de reabsorber esos elementos. En ciertas zonas no se puede apretar más de la cuenta pero hay que empezar a mover pronto la herida”, describe el matador sevillano.
¿Duele? “Es muy doloroso. El músculo se agarra y se pone duro. No queda otra. Luego, hay terapias que te parten las adherencias, las fibras que se van pegando. Es como una telaraña”. La cornada marca la rutina de las siguientes semanas: “Hay que hacerlo todos los días hasta la reaparición. Es una forma de afrontar las cosas. Si quieres ir rápido, hasta el día señalado no hay descanso. De lunes a domingo. Normalmente fijo una fecha y ya se pone a trabajar todo el mundo. Si te da fuerte, sólo hay que aguantar el dolor”.
“Tiene mucho mérito”, dice José Antonio Salas, el fisioterapeuta que lo ha tratado hasta reaparecer en Utrera. Tahonero comía mito en el campo mientras pasaban las horas trabajando. “Es doloroso empezar a tratar la herida tan pronto. Es impresionante el dolor que aguanta, no todos los pacientes son capaces”, señala.
“En cuanto desaparece la fiebre, aunque haya drenaje o puntos, se empieza a tratar”, describe el procedimiento el fisio, que evita “tocar la herida por las posibles infecciones. En este caso utilizamos ondas de choque, la punción seca o el láser. El masaje es lo que menos se práctica pero se hace de todo”, advierte. “La herida no tiene que parar”, como si fuese un mahonesa a punto de cortarse.
¿Reaparecer a medias?
Salas y Escribano están en contacto desde que se produce el percance. “Cuando sucede, quiere ubicarse y pregunta cuántas corridas va a perder, si una, dos... En los primeros dos días observo la evolución y más o menos le digo cuánto tiempo estará sin torear. Cada cornada es diferente, el cuerpo de cada torero genera respuestas distintas y los plazos cambian. El pitón puede hacer el mismo recorrido en cinco muslos diferentes y el tratamiento nunca será igual. Las primeras cornadas son más complicadas. El paciente cree que va a perder la pierna. A la tercera o la cuarta ayudan más. Antes, tienen mucho miedo y el trabajo es también, en parte, sicológico”.
Salas le pregunta a Escribano si es obligatorio poner banderillas en la reaparición. No existe la posibilidad de reaparecer a medias: “Le molesta la pregunta. Le molesta mucho”. La fisioterapia también le permite volver al trabajo físico, fundamental en el concepto del toreo que desarrolla. “Para cuajar los toros y torear es necesario estar preparado físicamente. Te permite liberar muchas presiones. Piensas, estás lúcido, fresco, y resuelves. Llevo muy a cabo esa preparación específica, anticipándome a lo que va a pasar en la plaza”.
En 2013, un toro le partió la vena ilíaca en Sotillo de la Adrada. “Fue casi mortal. Desde ahí, me preparo físicamente como un deportista de élite. Un preparador se encarga. Sabe perfectamente qué necesito para torear, trabajamos también la eficiencia perdida por culpa de las cornadas”. Tres años después, en Alicante, otro toro de Adolfo Martín le seccionó la femoral. “Entra mucha anemia. Tienes que tener anticoagulantes. Existe riesgo de trombos. La recuperación fue mucho más lenta. El estado físico es peor”.
Quedan algunas secuelas. “La movilidad del tobillo izquierdo no la recuperé del todo. No lo muevo bien, pero eso no me ha impedido seguir a mi ritmo. Nunca me ha fallado la pierna. La fortalecemos para que nunca haya un fallo. En Sotillo sentí que me moría. Mi cuerpo me abandonaba. En Alicante, un dolor espantoso. Entré en shock. Tu mente empieza a luchar por reaparecer desde que te ponen en la camilla. El físico sin técnica no vale nada, y al revés. Con las exigencias que hay en el toreo ahora mismo es fundamental estar bien preparado”. Y al final, Tahonero. “Todo esfuerzo tiene su recompensa. Me marqué una fecha, trabajé duro para llegar y estaba el toro ahí guardado”.