Jiménez Fortes reaparece esta temporada después de pasar un año en blanco. Tuvo que parar en su mejor momento. La fractura de tibia y peroné se convirtió en la lesión que explica su trayectoria: todo complicaciones. Por el cuello vuelto del jersey asoman las marcas de Madrid y Vitigudino, las dos cornadas que le atravesaron la garganta el mismo año, en 2015. Está siempre a un centímetro de la muerte. Habla como si hubiera vivido cinco o seis vidas, tiene la tranquilidad imposible para el treintañero. El toro es un buen ansiolítico. Ahora, empieza de nuevo, un poco más atrás de donde lo dejó. Jiménez Fortes es un torero que parece inexplicable.
¿Qué ha pasado con Luisito?
Él tiene una empresa de verduras y hortalizas. Compra y exporta a Francia. Su situación de negocio actual no le permitía estar pendiente del torero. No puede seguir como estaba. Quizá podría haber seguido de manera algo indirecta, como muchos apoderados hacen, pero a él le gusta estar encima, torear de salón. Me ha sido honesto.
Le habrá fastidiado. Creo que hacían buena pareja.
Sí, yo también lo pienso. El concepto era similar. Estaba bastante ilusionado. Al final lo entiendes. No ha sido buena fecha, pero bueno, no lo ha elegido él, claro. Él me decía que era principio de temporada y podía reubicarme, que me perjudicaba menos que en mayo o junio. En mayo o junio estás situado para bien o para mal, pero estás situado. En estas semanas se negocia todo.
Quién te va a apoderar.
He tomado la decisión de no tener urgencia. De esperar a San Isidro para tomar la decisión. He decidido responsabilizarme de las situaciones que haya. Valencia, Madrid, si en Málaga hubiera toros... Y una persona de mi confianza que cerrara esas negociaciones.
La apuesta es ver qué pasa en Madrid.
Mi idea es que casi nadie te puede asegurar las grandes ferias después de Madrid. Te lo ganas en Madrid. Y el resto, el colchón de corridas de pueblos buenos, menos buenos, de ferias de segunda, de plazas de tercera, que suman, para tener 15 o 20, que son las que hacen la temporada, las descarto por mi forma de ser: pienso que si tomara esa decisión estaría creando un plan B por si no pasa nada en San Isidro. Como un equilibrista, cuando más concentrado estás es cuando no hay red. Cuando de verdad los días clave he tenido la soga al cuello me la he quitado la soga. No siempre. Pero por ejemplo, en 2015 en Madrid iba camino de la Puerta Grande. Igual que en 2018.
¿Le han llamado de alguna feria para reaparecer?
Las primeras conversaciones las inició Luis. Simón estaba bastante dispuesto a que reapareciera en Valencia. Nos dejó claro que iba a ser difícil. Hay dos corridas menos. Nos habló de la posibilidad de hacer una séptima corrida, pero serán seis y aún no ha dicho nada. Cuanto más tiempo pasa más difícil será estar. Sevilla es bastante difícil. Ellos no me han llamado. Málaga no se qué va a pasar. Sería un buen sitio para reaparecer, el sábado de gloria, por ejemplo. En Madrid sí se han puesto en contacto conmigo, para reaparecer en San Isidro, Semana Santa o el 2 de mayo.
Tal y como está el sector, sin festejos, estar parado un año completo supone empezar de cero.
Cuando estaba parado pensaba que 2020 sería la continuación de 2018. Me estoy dando cuenta que quizá por la inmediatez, que el mundo va deprisa, no sé si queda 2018 muy lejos, o no se tiene en cuenta que no estuvo en mi mano darle continuidad a mi carrera. Para mí es un punto y seguido. Los puestos son los que son. Y aunque hay interés en ponerme, no hay espacio. Creí que iba a ser más sencillo.
¿Le queda alguna secuela de la lesión, de esa infección de huesos?
La verdad es que no. Siento el pie igual que el otro.
¿Qué proceso ha seguido para recuperarse?
Me han practicado seis cirugías. Más allá de la infección, ha habido cuatro inconvenientes en ese proceso. La fractura, que se consolidó bien. Luego, la infección por un tornillo se solucionó con un tratamiento antibiótico de unos cinco o seis meses y varias cirugías de limpieza. Desapareció la infección pero quedaba la úlcera y se tapó con un injerto, con un colgajo. El agujero no cerraba porque la zona es complicada. Por último, creció una especie de tumor que volvió a levantar el injerto. Me anuncio en Algeciras y tengo que cortar la temporada. Los médicos me dijeron que ese tumor lo tenían unas 30 personas desde el año 56 en todo el mundo, más o menos. No sabían qué pasaba. Parecía un tumor maligno. La profesión pasa ahí a un segundo plano. Gracias a Dios se limpió y no dio más problemas. En junio o julio estaba resuelto.
Al final acabó corriendo una maratón.
Lo hice como una forma de decirle al mundo que estaba bien. Reconozco que durante la recuperación hubo un poco de incomunicación. No quise molestar a la prensa con partes médicos, reapariciones que no se iban a dar y nuevas bajas. La gente no sabía bien qué pasaba. La maratón sirvió para mandar un mensaje. Y además me apetecía seguir un plan para fortalecerme y vivir la experiencia de acabarla.
Habrá escuchado muchas veces que se han relacionado sus percances con la epilepsia que sufre o con problemas de coordinación.
Sufro epilepsia y ha habido momentos en los que estaba peor controlada. Tengo mi medicación, sigo unas pautas de descanso, una rutina, no bebo alcohol. Es cierto que hubo una etapa en la que se me veía más descoordinado. Tenía una técnica que no era muy buena y apostaba mucho. Me han cogido por apostar sin dominar. También por una falta de preparación específica para suplir las carencias que podría tener por mi medicación o características personales. Desde 2015 se solucionó. Ese 2014 en el que se habló mucho me incomodaba. Estoy mejor preparado. Si no hubiera tenido ese problema no le hubiera dado tanta importancia a la preparación física.
¿Cómo sale a la plaza con esa enfermedad?
Ha habido muchos neurólogos que me recomendaron dedicarme a otra profesión. Que era joven. Para bueno o para malo uno asume la responsabilidad de su carrera. Creo que esa decisión la tenía que tomar yo. El médico está en su deber de aconsejarme no torear. Pero la responsabilidad era mía. Si hubiera tomado otra decisión me habría perdido muchas cosas por el camino. Mientras no sea una irresponsabilidad, seguiré toreando.
Siempre se ha dicho que tiene mucho valor. ¿Cómo se consigue ese estado de concentración, pasar la raya?
Pienso que el valor es una elección. Creo que uno no nace con valor y se va desgastando con el tiempo. Muchas tardes eres capaz de mostrarte valiente y otras no, o en el mismo toro eres capaz de mostrarte valiente durante la faena y coges la espada y no lo ves. El valor depende más del compromiso que de una cualidad innata. Uno decide si quiere mostrarse valiente o no.
Si fuese por compromiso o afición habría muchos más toreros con más valor.
O no. También se trata de preparar tu mente y tu cuerpo. De manera inconsciente tu cuerpo te va a tirar para atrás. Tienes que ser muy consciente para hacerle ver a tu cuerpo que debes dar un paso más. Es fácil, porque además sirve para tomar perspectiva. Piénsalo: cuando no pasas la raya dominas menos y, por lo tanto, arriesgas más. Si decides ir un poco más allá con un toro, estás pisando sus terrenos, pero dominas más la situación y, creo, arriesgas menos. Eso es un aprendizaje que cuesta tiempo. Hay que tener una idea clara de cómo llegar ahí. Se consigue con el día a día. En cualquier decisión que tomas. Si sales a correr, por ejemplo, a las 8 de la mañana, a pesar de haber helado, estás comprando valor. Torear toros en el campo poniéndote lo más parecido a la plaza es una manera de comprar valor.
Se hablaba también de que tenía un umbral del dolor superior al resto. La mala suerte creó una leyenda. ¿Es verdad que de pequeño se le quemaron las piernas en un brasero mientras dormía?
Eso fue en 2012. No era pequeño. Era mi segundo año de alternativa. En una mesa camilla tenía los pies encima del brasero. Por las corvas, el vaquero no tocaba mis piernas. Se calentó. Me di cuenta a los dos o tres minutos. Hubo un momento en el que estaba medio soñando y decía ‘me duelen mucho las piernas, si no he toreado hoy, qué pasa’. Cuando miré tenía las burbujas. 'No puede ser otra cosa que el brasero', pensé. Eso fue un sábado y el jueves toreaba en Sevilla. Julián Guerra le decía a la doctora que tenía que torear. Lo echó del hospital. Me dijo que no podía torear en tres meses y si toreaba, igual estaba un año sin hacerlo. Torear en Sevilla ha sido uno de los grandes aprendizajes. Te das cuenta hasta dónde es capaz de llevar la mente al cuerpo, y qué fuerte es la mente cuando la intención es clara. Más tarde, a la furgoneta me tuvieron que montar entre dos. Mi cuerpo sabía que mi objetivo era ese y cuando acabó, se relajó. Pero no tengo un umbral del dolor por encima de la media. Me han dolido las cosas como a todo el mundo. He tenido la capacidad de tirar para delante. He vivido cuatro o cinco situaciones en mi vida que le habrían hecho replantearse a mucha gente todo. Lo explico por la vocación. Es vocación. Cuando convives con esa posibilidad del riesgo disfrutas más de la vida. Al vivir una experiencia tan vital lo que te apetece es decir quiero seguir viviendo cosas. Igual podría decir ‘voy a surfear’. Lo que no voy a hacer es renunciar a mi sueño por lo que ocurra.
Al tomar la alternativa las cosas le rodaron. Recuerdo una tarde en Almería con Juli y Manzanares apoteósica. Luego, hubo un comunicado de sus apoderados, aquella polémica con Chopera, y se frenó su carrera.
Tomé la alternativa con Julián Guerra, en Bilbao. Cogí una sustitución de Leandro en Almería a los dos días de tomar la alternativa. Y en 2012 me apoderan los Chopera. Fue un buen año. Artísticamente fue mucho peor que cualquiera pero de regularidad y de estar en las ferias con las figuras no.
¿Qué significó acabar con los Chopera?
He sido consecuente con la decisión de dejar a los Chopera. Tuvo sus consecuencias lógicas. Gran parte de lo que hice en 2012 fue gracias a ellos. Soy quien soy en gran parte a ellos. No esperaban que lo dejara. Y hubo una relación peor en lo personal y lo profesional. Debía un dinero, vaya.
Sí, claro. Ellos hicieron las cuentas de forma pública.
No estaba de acuerdo con esas formas. Ahora lo veo con perspectiva desde 2020 y si ellos hubieran sido capaces de explicarme ‘oye esta deuda hay, pero de aquí a unos años no habrá deuda, sigue así que se va a solucionar’, habrían cambiado las cosas. Posiblemente no era lo suficientemente maduro como para entenderlo. Aquello se solucionó, se pagó. Quizá fue también un punto de rebeldía que tuve con 20 años. Fui consecuente delante de la cara del toro con la decisión de enfrentarme a una casa empresarial tan fuerte.
José Tomás ha sido mucho más valiente fuera de la plaza que dentro.
Los toros le han dado desde sin caballos. ¿Le partieron la femoral?
La safena. Fue el primer eral que toreé.
¿Cómo ha convivido con eso?
Ha sido un buen aprendizaje para afrontar las experiencias que me esperaban.
Creo que hasta Fernando Cámara decía “a este chaval lo va a matar un toro”
Tenía que marcar mi diferencia al precio que fuese. Hay veces que las podías marcar de forma artística y otras tiraba por la calle del medio porque creía que era la forma de hacerlo. Recuerdo una novillada en Ronda, que un novillo en un mismo quite me cogió dos veces. Me dio dos volteretas. Tenía que destacar de alguna forma. Y me lo recordaron hace poco: funcionó. Lo único que tenía claro es que quería abrirme paso.
En 2015 superas la cornada de Madrid y sufres la de Vitigudino.
La cornada de Madrid la asumí muy bien. Una cornada más. Tuve mucha suerte. Tenía la sensación de que todos los toreros tienen una cornada muy extrema y ya la había pasado, que ya no me tocaría. Como no saqué un aprendizaje de ello, me enviaron otra para que aprendiese. Me replanteé mucho con la cornada de Vitigudino. Si iba a volver a torear o no. Se puede decir que prácticamente me sacaron de la muerte.
¿Qué ha sacado en claro de esa cornada?
Que uno es mortal, que no es poco. Que no todo es el toro. Antes de la cornada mi compromiso con el toro era obsesivo, no valoraba a mi familia, mi mujer, no dedicaba tiempo al ocio ni a las amistades. Me cambió el carácter.
A partir de ahí ha evolucionado también como torero. La técnica le ha permitido demostrar que tiene valor de verdad. Hay toreros con arrojo que en cuanto cogen la técnica se tapan. Son diferentes. En ese sentido, recuerdo la faena al victorino en Bilbao en 2018, por ejemplo. O el toro del domingo de Resurrección.
En el 2018 he utilizado el valor para torear bien. Antes, para dar una sensación de valentía o miedo y no buscando torear como quiero. Hoy día me identifico más con esa forma. En 2013 o 2014 también, pero era una solución que encontraba cuando no podía interpretarlo como quería. El punto clave es Vitigudino. Es verdad que en 2016 no estaba preparado para sacar todo eso. Ya sabía qué puede pasar. ¿Para qué lo quieres pagar? Págalo para torear como quieres, para ser lo que quieres y sentirte completo. Si es sólo para comprarte una casa, no tiene sentido.
Salieron unas imágenes de Roca Rey toreando un toro sin trapío en América. La imagen llama mucho la atención, o al menos en redes sociales, donde se magnifica. También del Juli, hace unos años, salieron otras imágenes de un toro en Guijuelo un poco tristes. ¿Las figuras deben cuidar su imagen o cuidar lo que matan?
No debo hablar de lo que no depende de mí. Como torero creo que es beneficioso para el espectáculo que el espectador se vea incapaz de ponerse delante. Las redes sociales sacan de contexto las cosas, eso es cierto. El toro de América es diferente al de España. No soy nadie para hablar de las figuras del toreo. El toro de Vitigudino sería más chico que el de Roca Rey y se podría haber sacado una imagen similar a la que hace ruido en Twitter. Defiendo que un toro puede hacer el mismo daño de una manera o de otra. Una de las cornadas fue en Madrid con el toro íntegro, y podía pasar porque estaba muy astifino, y la otra fue en Vitigudino que si había sospecha de afeitado ya te lo confirmo yo. Eso es así.
¿Cómo fue su relación con Julián Guerra? ¿Es verdad lo que cuentan sobre él, que te pone la cabeza como un bombo, o se evoluciona a su lado?
Ambas cosas son verdades. Se evoluciona. Técnicamente aprendí mucho. Me sirvió en un momento en el que tenía todo por aprender. Estuvimos juntos cuatro o cinco años. Soy quien soy en parte gracias a Julián. También es cierto que te limita y te anula como persona. Es una persona muy intensa. Cuando estás a bien con él es maravilloso y muy generoso. Por las malas es una persona muy desagradable. Es bipolar en ese aspecto. Todas las cosas que escuches serán verdad. No sé. Yo pasaba las 24 horas con él, me desgastó mucho. Era como mi hermano mayor, mi apoderado, mi... prácticamente todo. Fue una relación muy intensa, bonita y de un desgaste brutal. Personal, profesional, sicológica y económicamente me dejó en una situación muy precaria, muy mala. Él tenía todas las puertas de su piso rotas. Cuando hablaba por teléfono daba golpes. Es una persona muy agresiva. He visto cosas que no se pueden contar.
El hecho de vestirte de luces después de Vitigudino me llama la atención. ¿Cuándo se pasa más miedo en la reaparición, en el hotel, en la plaza o cuando sale el cartel?
Prácticamente hasta que hizo un año de la cogida no me recuperé. Hasta el toro de la picassiana, 2016 me pesó mucho. Me costaba vestirme de luces, soñaba con cosas desagradables, poco a poco lo fui olvidando, lo fui venciendo, conseguía torear las corridas, echarlas para delante, pero no podía estar al nivel que quería; fue un proceso de adaptación que tenía que superar.
¿Cree que la tauromaquia está en peligro?
Suelo ser optimista. Estamos en una situación de debilidad. Si no se trabaja bien, si no ponemos todos de nuestra parte, el mundo tira por otra forma de entender la vida. La sociedad no está enfrentándose a la tauromaquia sino que se muestra indiferente. Me da más miedo la indiferencia que el antitaurino. Y ese mensaje cada vez cala más fuerte. Antes, tenían donde contrastar el respeto al torero. Que es una persona normal. Ahora mismo, se ha perdido. No quedan referencias. Y terminan por creer que el torero es un asesino.
¿Cree que la Fundación Toro de Lidia puede servir para contrarrestar esta tendencia?
Creo que la Fundación está haciendo un buen trabajo. Pero creo más en lo que puede hacer cada uno personalmente. Cada uno, el aficionado, el que va una vez a los toros, tiene que hacer parte de ese trabajo en su círculo de influencia, mostrarse con naturalidad. Lo vivo en primera persona. Mi mujer trabaja de veterinaria en una clínica de mascotas y no hay un ambiente muy a favor de la tauromaquia. Hasta las que son contrarias han terminado por entender que ella es una persona normal. Falta que entiendan que yo también soy una persona normal. Ahora no se explican cómo puede estar con un torero con lo maja que es. Ese cambio de paradigma no lo puede hacer la Fundación, nos corresponde a nosotros.
La sociedad pasa del toro y el sector está cada vez más concentrado. A los que estáis intentándolo no os beneficia nada.
No creo que le beneficie ni a las figuras porque se nota pasar de torear 90 a torear 45. Si no toreas en las ferias estás fuera del mapa. Puedes tener ilusión de ir a Madrid, torear cuatro e ir ascendiendo, hacer una temporada bonita. Pero para vivir de tu profesión si no estás en las ferias es muy difícil. No es un buen panorama.
Entonces, ¿cómo lo plantea? Además de ser figura del toreo también le apetecerá evolucionar como persona, tomar decisiones.
Hasta ahora no he tenido problemas para afrontar el día a día. Siempre he podido estar en las ferias, hasta ahora. Pero es verdad que creo que si hubiese dedicado las mismas horas a otra profesión me hubiera ido mejor. Esa sensación la tengo. Está el toreo para casos excepcionales.
¿Qué plan tiene en mente? Roca Rey ha salido como una apisonadora. ¿Qué tiene que hacer para colocarse ahí?
Bueno, creo en mí. Tengo algo que dar al toreo. Lo creo porque tengo partidarios y hay personas que se identifican con mi forma de torear. Si no creyera que tengo mi sitio y que soy capaz de competir con Roca Rey pues no estaría ahí. Tengo los pies en el suelo, y sé que cuando no he sido figura del toreo es por culpa mía. Por ejemplo, la eclosión de Roca Rey me ha servido para ver que en determinadas situaciones de mi vida no he tenido la actitud de figura. En el carácter, la mentalidad. Cuando tomé la alternativa no pensaba ser el triunfador de Bilbao. Pues esa es la mentalidad que tiene Roca Rey. Esa tiene que ser la actitud. Me siento capaz de competir con cualquiera. No estoy para torear diez corridas en cuatro pueblos.
¿Tiene un plan B?
No es un plan B. He pensado en estudiar. Invertir tiempo en otras cosas. No tanto por un plan B, tener una salida económica, que está bien y que sería necesario, no creo que llegue a utilizarlo porque creo en mí como torero, y creo que puedo dar mucho más de lo que he dado, pero sobre todo por vivir otras cosas, otras experiencias, por formarme.
¿Acabó la carrera?
No, no, qué va.
¿Qué hizo?
Bueno, hice primero de Ingeniería industrial. Hice. Aprobé tres o cuatro. Cepeda, por ejemplo, ha hecho Derecho. Lo admiro mucho. Lo podría haber hecho yo. Pero también pienso que si al cien por cien de mi tiempo no he conseguido ser figura del toreo... No me atrevo a dedicarle al toro el 70%.
Hay muchos toreros que especulan con televisarse. ¿Cómo ve que algunas figuras prefieran evitar la televisión?
Entiendo la estrategia de la no televisión. Entiendo la postura de José Tomás, si te juegas la vida decides cuándo y cómo te televisas, y lo comparto al 100%.
José Tomás no se televisa pero es el único que aparece en los medios generalistas.
José Tomás ha sido mucho más valiente fuera de la plaza que dentro. Su toma de decisiones, su carrera, esa intención tan clara de crear acontecimientos y arrastrar a la gente a las plazas. Su talento y su compromiso está en proporción a la expectación que crea, por eso va a más. Copiar eso... No sé. No sé cuál es el modelo ideal. Quizá sí sería bueno replantearse el modelo actual. Los toros deben aparecer en medios generalistas, en televisiones públicas. Los toros interesan. Las cadenas autonómicas suben su audiencia con las corridas. El sector debe adueñarse de la situación.
¿Qué torero le gusta más?
José Tomás y Morante de la Puebla, que son los grandes genios de este siglo. Me siento orgulloso de ser contemporáneo de ellos, de haberlos visto como aficionado.
Me gusta mucho más Morante que José Tomás. Los recordaremos como algo más que dos figurones del toreo. Pero tengo la sensación de que no se ha sabido aprovechar la coincidencia en el tiempo de los dos. ¿Qué ha fallado? No hay una literatura alrededor de su competencia. No se ha dado pie a escribirla. Sus encuentros en las plazas han sido escasos. ¿Es torpeza? ¿Qué ha fallado?
Han ido por separado. No sé cómo se podría haber creado esa pareja. Quizá no ha habido una rivalidad real. No sé si son dos referentes juntos o separado. A lo mejor son por separado, no sé. Habría sido una maravilla verlos más, pues sí. Con Joselito y Belmonte había una rivalidad. Esa atmósfera nace fruto de las circunstancias. También de la gestión de cada uno. Pero no se puede forzar. No depende ni de ellos.
Sinceramente, creo que depende de ellos. La forma en que ha planteado José Tomás su carrera es totalmente diferente a la de Morante. Así es muy difícil crear competencia. Y al revés. Están en las antípodas, el uno del otro. Hablaremos de que en la misma época coincidieron pero no va a haber un encuentro, leyenda, historia. No se hablará de la rivalidad. Nunca se ha hecho por enfrentarlos.
Sí, es cierto. No podemos cambiarlo. Toca pensar qué podemos hacer con las figuras actuales, con las novedades actuales.