Son muchas las luces y las sombras que existen sobre la vida y la obra del sevillano Joselito 'El Gallo'. Pero su grandeza se basa en que ha transcurrido un siglo desde que ‘Bailaor’, un toro de la Viuda de Ortega, le infiriera esa mortífera cornada en Talavera de la Reina, y hoy día su figura se sigue rememorando.
A José se le sigue recordando como aquel niño prodigio que nació con el toreo metido en la cabeza, que pronto se convirtió en hombre en una sociedad clasista contra la que luchó y en la que fue capaz de mover los cimientos de la tauromaquia a principios del siglo XX. Lo hizo dentro y fuera de los ruedos para que la Fiesta brillara con todo su esplendor.
“Parece que lo ha parido una vaca”, exclamó el ganadero don Eduardo Miura cuando lo vio torear hecho un chiquillo en un tentadero junto a su hermano Rafael, también apodado ‘El Gallo’. Este último, un personaje inclasificable en todos los sentidos.
Joselito quiso, y lo consiguió, cambiar la Fiesta -desde sus raíces- con la promoción de las plazas monumentales de Madrid y Sevilla para que entrara más público a un precio menor, cuestión que le costó la enemistad de los Maestrantes y de gran parte de la alta sociedad sevillana. Aunque durante muy poco tiempo, la ciudad contó con dos plazas de toros.
El toreo moderno
Fue el precursor del toreo moderno que conocemos hoy día y revolucionó la genética del toro aportándole bravura para que las faenas fueran más largas. Mandó en el toreo, ganó dinero, lo administró bien y fue inteligente hasta para ser íntimo amigo y descargar la dura carga de las mieles del éxito en su eterno rival, Juan Belmonte. Y todo con 25 primaveras.
Su figura quizás ha quedado más diluida porque Joselito no tuvo como biógrafo al gran Chaves Nogales, que sí relató las peripecias del trianero hasta su trágico final. Pero salvando las distancias y también haciendo justicia, el periodista Paco Aguado se convirtió, con la primera edición de su biografía a final del pasado siglo, en el Chaves Nogales de José. Una obra que ahora reedita al cumplirse el centenario de su muerte.
En conversación con EL ESPAÑOL, Paco Aguado habla de Joselito 'El Gallo' como si estuviera vivo. De hecho, el apodo 'Rey de los Toreros' lo inventó el periodista taurino inspirándose en la famosa elegía que le dedicó Rafael Alberti. “Fue un ídolo de masas, un superdotado revolucionario y políticamente incorrecto, que rompió reglas dentro y fuera de los ruedos. Además tuvo el valor de enfrentarse a esa oligarquía que mandaba en el toreo de la época”.
Joselito nació en 1895 en la finca de los Alba La Huerta del Algarrobo de Gelves, donde su padre, también torero, Fernando ‘El Gallo’, estaba de guarda por la mala gestión de sus números. Pronto quedó huérfano de esta figura y creció junto a sus hermanos en las faldas de su madre, una bailaora gitana y gaditana, la 'señá' Gabriela, que le marcó mucho en su carrera.
Era un niño
Su ascenso fue meteórico, precisamente por su inteligencia natural. A los 12 años se vistió por primera vez de torero en Jerez de la Frontera y, según Aguado, lloró amargamente de soberbia y de rabia por verse incapaz de matar al becerro, algo que le sirvió de acicate.
Con esa edad empezó a torear un sinfín de novilladas e incluso siendo un niño se convirtió en su propio apoderado. Aprendió a ajustar cuentas y a repartir los beneficios en la cuadrilla bajo su propio criterio y, así, con el paso del tiempo, se convirtió en la máxima autoridad en el toreo, sobre todo tras tomar la alternativa en Sevilla en 1912. Mandaba en el ruedo, en el campo, en todo. “Lo que diga José”, resolvía Belmonte cuando conformaron la Edad de Oro del toreo, en la que más que rivales fueron complementarios.
Paco Aguado lo compara, en el aspecto de manejarse en los despachos y por no ser todo lo políticamente correcto que la época requería, con Manuel Benítez ‘El Cordobés’, otro revolucionario que llamó ‘kilo’ al millón de pesetas cuando pesó los billetes en un peso.
La Monumental de Sevilla
Sevilla fue su ciudad soñada, pero también sufrió mucho en ella. En su idea de construir las monumentales impulsó la Monumental de Sevilla, aunque el promotor fue José Julio Lissen, un nuevo rico de la época. Volvió a enfrentarse a esa oligarquía, y no agradó a los maestrantes. Solo se celebraron en ella dos temporadas y, años después de su muerte, la plaza fue derribada.
No obstante, Paco Aguado sostiene que en ello tuvo mucho que ver que su millonario productor cayó en la ruina tras invertir su dinero en bonos alemanes cuando el país pierde la Primera Guerra Mundial, y muerto Joselito también murió la plaza. Excepto una pequeña fachada que aún se conserva en el barrio de San Bernardo.
Su devoción hacia la Virgen Macarena también marcó su vida. Le regaló las famosas mariquillas de piedras verdes que la Virgen sigue luciendo hoy día y, tras su muerte, fue la primera y única vez que la vistieron de luto. Fue muy creyente y muy influyente en la hermandad. “Él contaba que una medalla de la virgen lo salvó de dos cornadas” al dar el pitón en ella y no calar en la carne, asegura Paco Aguado.
De hecho, la hermandad y la Cátedra Ignacio Sánchez Mejías de la Universidad de Sevilla habían organizado numerosos actos en torno a su figura, que han sido aplazados por el coronavirus. En este programa se incluye el levantamiento de un monumento en la puerta de la Basílica. “Dice mucho que Joselito, siendo un torero tan grande, no tenga un monumento en Sevilla, pero eso precisamente lo dice todo”, asegura Paco Aguado.
Corrochano y Alberti
No estuvo tan vinculado a los intelectuales de la época como sí lo estuvo Belmonte, pero sobre su figura hay grandes obras. El gran Gregorio Corrochano escribió como despedida: “¿Qué es torear? Yo no lo sé. Creí que lo sabía Joselito y vi cómo le mató un toro”.
Rafael Alberti le pidió a la Giralda que llorara por él en su famoso poema encargado por su cuñado, el torero Ignacio Sánchez Mejías, quien encerró al poeta en una habitación de hotel en Sevilla y no lo dejó salir hasta tenerlo listo; y Gerardo Diego le dedicó otra preciosa elegía.
Su vida personal también tuvo sus sombras. La marcó mucho su noviazgo con Guadalupe de Pablo Romero, una señorita de buena familia de la época, hija del ganadero Felipe de Pablo Romero y Llorente, que estaba en contra de este casamiento por ser 'cuchichí' --su madre era gitana--, y que al final evitó 'Bailaor'.
“Su historia de amor es shakesperiana”, asegura Aguado. "Tras su muerte, ella vistió de luto toda su vida, nunca se casó, se dedicó a cuidar a sus hermanos pequeños y todos los meses llevó flores a la tumba de José”.
Homenajes
Un siglo después se le sigue recordando. De hecho, este sábado por la tarde se va a llevar a cabo en redes sociales la iniciativa #QueSueneGallito. La idea ha partido de los organizadores de los actos de homenaje a Joselito en Sevilla y de la Cátedra Sánchez Mejías y consiste en que a las 19:00, la hora solar a la que deberían arrancar las corridas en Madrid y Talavera, los aficionados salgan a sus balcones y reproduzcan el pasodoble ‘Gallito’, del riojano maestro Lope.
También será homenajeado este sábado con una ofrenda floral en la fachada de la Monumental de Sevilla. El círculo cultural taurino ‘Puerta Carmona’ de Sevilla ha convocado bajo el lema ‘Flores para José’ y anima a asociaciones y a particulares a que se sumen a nivel particular a lo largo de la jornada.
Dicho homenaje pretendía realizarse ante el mausoleo de Mariano Benlliure en el cementerio de San Fernando, pero el coronavirus ha obligado a descartar esta idea, al igual que ha ocurrido con otros homenajes previstos a nivel nacional para conmemorar el centenario de su muerte.
20 años después
Ahora Paco Aguado, 21 años después, reedita su biografía con la editorial El Paseo, con casi un centenar de páginas más en las que arroja luz sobre este personaje absolutamente decisivo en la historia de la tauromaquia y en la sociedad de la época. Una obra que ha sido prologada por el diestro Luis Francisco Esplá.
“Fue un Mozart del toreo con un final triste, no en el abandono porque su muerte causó un gran impacto nacional, pero con gran infelicidad”, concluye su biógrafo, quien asegura que en estos veinte años ha seguido investigando para hacer una obra sobre su vida aún más redonda. José, sin duda, lo merece.