Dos años de pandemia, confinamientos, restricciones sanitarias, pinchazos de Jansen, Moderna, Pfizer y un amplio campo semántico casi ignoto para los mortales comunes hasta marzo de 2020.
Entre el insólito contexto sanitario y la firme decisión de no dar toros por parte del anterior empresario de Valencia, Simón Casas, Valencia se quedó sin toros dos años seguidos. Ni por San Jaime, ni en el día de festividad de la Comunidad Valenciana. Que conste en acta.
La de este domingo fue la primera corrida de la nueva empresa, la era Nautalia en Valencia ya es un hecho consumado. Con la corrida de Victorino se estrenaron en la gestión Rafael García Garrido y Víctor Zabala de la Serna como gerente. Su suerte será la de la afición valenciana.
Antonio Ferrera, torero en sazón, maestro en agraz, valga la paradoja, apenas pudo lucirse con el primero, serio, alto, despegado. No descolgó nunca, ni en el peto. Hizo bien Ferrera en abreviar. Entre anecdótico y sorprendente el capote azul con vueltas azules, a juego con la seda de su vestido. Curioso.
El cuarto era una belleza. Bajo, bien hecho, 530 kilos cárdenos y hermosos. Ese es el toro de Valencia en su versión más seria. Ferrera sacó al toro del caballo de forma torerísima y José Chacón y David Sánchez se desmonteraron.
Soberbios los dos pares de David Sánchez, al primero y al cuarto. Hubo un natural de Ferrera que fue un cuadro de Sorolla, destello deslumbrante de belleza. El poso, el oficio, los recursos y la solera de Ferrera tienen tintes magistrales. Pero el victorino no estaba para cuadros. Nada del otro mundo el toro. Agarrado al piso que dirían en el México de Eloy Cavazos, con El Soro en una barrera.
El sevillano Daniel Luque, que lleva tiempo rayando a un nivel artístico lumínico, hizo un soberbio esfuerzo con el sobrero que hizo segundo, basto y alto, de 615 kilos, vacíos de bravura.
Mirón, incierto, medía y probaba, nunca la tomó con entrega. La entrega fue de Luque, valiente y sin tregua. Tela lo que tragó en la primera serie, clave para ganarle el terreno que ya nunca perdió el torero. Soberbia la actitud del torero y estocada en todo lo alto. Oreja de peso.
Mejores hechuras trajo el quinto, que no desbarató el refrán. Dormidito la tomaba, sin entrega, sin clase, sin la verdad del toro bravo. De nuevo se la jugó Daniel Luque, muy comprometido en su lote. La voltereta revoloteó entre muletazo y muletazo. Actuación de mucho mérito por parte del sevillano.
Aplomado, buena la colocación, los tiempos, los andares, la seguridad, la torería ante un toro con buen fondo y poder contado. Toreó a derechas sin ayuda. Sensación de torero que crece y mejora. Manuel Jesús El Cid siguió de cerca la evolución de la lidia. Buen espejo, excelente referencia. Perdió la oreja con la espada.
Román brindó la faena del sexto a Eloy Cavazos. Molestó Eolo y las oleadas del victorino descentraron a Román, menos confiado en que en su actuación anterior. En Madrid le espera otra de Victorino en la última tarde de San Isidro, que se presenta en Madrid. El tren del toreo está de nuevo en marcha.