Cuando crees que después de que Morante de la Puebla corte un rabo en Sevilla tras 52 años y que llegue en volandas hasta el hotel desde la mismísima Puerta del Príncipe, ya no puede pasar nada más, pues sí pasa y 24 horas después.
Con la resaca emocional del día anterior el joven toledano Tomás Rufo cruzó por segunda vez en su carrera el ansiado umbral, siendo la cuarta de la feria y la primera después de Morante (día 1 d.M), pero no con la dimensión del día anterior.
En cualquier caso, fue un gran logro por parte del torero porque no es fácil resucitar un día así y porque todo lo que hiciera tendría una dimensión menor. Pero también fue un logro de un presidente muy generoso, Gabriel Fernández Rey. Para más inri, el mismo que le negó la oreja el pasado lunes al de La Puebla y que provocó su enfado: "No tienes vergüenza", le recriminó desde la arena.
El público de Sevilla lleva ya años con la capacidad de sorprender cada día como ayer y el palco también al concederle las dos orejas tras una faena buena, pero que no logró la catarsis ni el punto cenit que el toro entregaba. Con una hubiera bastado porque para eso Sevilla tiene dos puertas y la del Príncipe, más aún después de lo de Morante, debe ser sagrada.
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Rufo, siempre muy decidido, empezó el trasteo con las dos rodillas en tierra. Sin embargo, a lo largo del mismo, fue ese buen Insensato el que puso gran parte de la emoción siempre con las series tan ligadas como rápidas.
Cuando salió el sexto, Rufo ya sabía que tenía que cortarle la oreja y así lo hizo. El animal se la puso en bandeja, especialmente por el pitón izquierdo por el que dejó un natural larguísimo que volvió a parar más de un reloj y con el que empujó la puerta de Sevilla. Se atracó de toro para entrar a matar y el pañuelo del palco voló tras la petición de un público entregado, que seguía con la resaca emocional tras las gaoneras del de La Puebla.
El lote con menos opciones fue el de Pablo Aguado, al que verdaderamente Sevilla esperaba ver el día 1 d.M. Su primero, el sobrero, se rajó poco después de salir del caballo y el quinto tuvo clase, pero poco fondo. Tan sólo le permitió sacar a pasear su brillante naturalidad y elegantes remates. No lo llegó a forzar nunca y aquello se diluyó.
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A José María Manzanares se le volvió a ir un buen lote por bravo y noble, incluso para acompañar a Rufo por la Puerta del Príncipe, el día 1 d.M. El alicantino sigue ocupando, desde años, puestos importantes en la feria para ni siquiera despeinarse ni ajustarse.
Ya es para hacérselo mirar porque esto es Sevilla, para lo bueno y para lo malo. Para pensar que Morante es Dios, para conseguir otra Puerta del Príncipe un día después de detenerse la historia del toreo, y para ver a un torero con una clase exquisita, como Manzanares, pero que lleva tiempo sin pasar por su mejor momento. Vuelve, José María, por si te sale otro Arrojado.