María José Fraga y Carlos Yagüe son dos sargentos de infantería en la base de la Brilat en Figueirido (Pontevedra). Como muchos militares, desde que comenzó la Operación Baluarte han tenido que cambiar sus quehaceres diarios por las labores de rastreo que ayudan a prevenir contagios de Covid-19.
Cada día estos sargentos, junto a otros compañeros, llaman por teléfono a aquellas personas que hayan tenido contacto con un positivo para explicarles el procedimiento a seguir y así evitar la propagación del virus. Las llamadas son aleatorias y no necesariamente el mismo rastreador hace seguimiento de una misma persona o familia durante toda su cuarentena.
Pero la casualidad quiso que Fraga y Yagüe fuesen los únicos rastreadores que estuvieron en contacto telefónico con dos niños muy originales. Después de diez días de cuarentena y ningún sobresalto, la familia pudo volver a su vida normal y decidieron agradecer su labor a los rastreadores de la manera que merecían.
"Un día nos avisaron de que alguien venía a traernos una recompensa por nuestro trabajo", cuenta Fraga. La sorpresa fue ver a toda la familia a la que habían monitorizado los dos sargentos con un regalo muy especial para ellos: dos medallas "al mejor rastreador" y "a la mejor rastreadora".
Con su merecida "medalla de papel" estos militares continuarán con su labor como rastreadores, ahora con algo más de ánimo sabiendo que las familias también agradecen su trabajo.