Como encontrar agua en el desierto. Esta frase suele definir un imposible, un objetivo difícilmente alcanzable por la dificultad que conlleva. Pero no para todos, si no, que se lo pregunten a Enrique Veiga. Este vigués afincado en Sevilla desde hace de 55 años es el desarrollador de una máquina que es capaz de generar agua potable en entornos extremos.

Sus orígenes, a pesar de llevar tanto tiempo fuera, están muy arraigados en Vigo. Su padre fue Camilo Veiga, que fue presidente del Mercantil y que hoy tiene una calle con su nombre en el barrio de Bouzas. Él es, como dice, "de Coia de arriba".

Enrique atiende a la llamada de Treintayseis en plena faena, a cuarenta grados, en un pueblo cercano de Sevilla. "Siempre me hace ilusión que me llamen de mi ciudad", asegura. Se trasladó a la capital andaluza en el año 66. "Me contrataron los Barreras de Vigo para venir aquí para cambiar una factoría que se dedicaba al pescado fresco para hacerlo al pescado congelado", cuenta el ingeniero, que hizo la carrera de perito industrial y se especializó en ingeniería frigorífica.

Una de las máquinas de Aquaer. Foto: Aquaer

Una sequía, el origen de la idea

La idea de hacer una máquina que generase agua a partir del aire surgió en medio de una sequía que asoló el sur de España a principios de los años 90. "He trabajado toda mi vida con el frío industrial, y en esos año se nos ocurrió hacer una máquina que hiciese agua y ofrecérsela al pueblo más necesitado". Aquel proyecto fue creciendo y en 1995 registró la patente. "La primera era capaz de hacer más de mil litros de agua, y hoy la conservo yo", asegura.

El funcionamiento parte de un principio físico elemental y de una acción que, explica, se hace de manera habitual: sacarle el agua al aire, pero que es "muy complicado" realizar de la manera correcta. "Cuando empezamos, no nos tomaban muy en serio, nos decían que eso ‘ya estaba inventado'", exclama Enrique, "pero nosotros hicimos una máquina fiable". "Ahora hay 100.000 que hacen este tipo de máquinas, pero nosotros fuimos pioneros y nos siguen llegando encargos porque no siempre todas funcionan correctamente", asegura.

En 2004, fundó Aquaer y empezó a comercializar estos generadores de agua potable. No necesitan ninguna fuente de agua, sólo energía para lograr transformar en agua potable la humedad del aire. Lo logran incluso, en ambientes por debajo de un 10% de humedad.

Enrique Veiga en las instalaciones de su fábrica. Foto: Aquaer

5.000 litros de agua potable al día

Nos atiende mientras prueban la última máquina que han construido. Su destino es una plataforma petrolífera en Vietnam y es capaz de generar 5.000 litros de agua potable al día en condiciones extremas. "Ahora trabajamos por encargo; en este caso nos dijeron que querían una máquina de unas determinadas dimensiones, más grande de lo habitual, y que posibilitase esa cantidad de agua". En este caso, Enrique presume de que en este tipo de instalaciones, "de alta tecnología", eligen a Aquaer para los trabajos. "Por algo será", dice.

En medio del océano o en pleno desierto, las máquinas funcionan en cualquier ambiente. Por ejemplo, la más grande que han construido es capaz de dar 15.000 litros de agua al día y está en Irán. "En estos países, también en Arabia Saudí o Irak, la energía es más barata y más accesible, así que sólo se preocupan porque la máquina funcione; la energía la ponen ellos", concreta.

Preparación de las máquinas para el envío. Foto: Aquaers

No es así en los países africanos con los que trabajan. "En estos lugares, son máquinas más pequeñas, de 50 litros al día, que funcionan con paneles solares. Cuando ven salir el agua se quedan asombrados". Pero no siempre se encuentran con facilidades. "Hay en muchos sitios que no las quieren, porque los paneles se ensucian y tienen que estar constantemente limpiándolos", nos explica Enrique; pero también hay otro factor externo que produce el rechazo a la maquinaria: los elefantes. "Más de una vez, nos han dicho que no las quieren porque en la zona hay elefantes y las destrozan".

Otro problema en África, con respecto a otras zonas, es el precio de las máquinas. "En los sitios de más pobreza, no pueden adquirirlas, salvo que la costee el Gobierno del país o, por ejemplo, una ONG". Aún así, a lo largo de todo el mundo. "Tenemos máquinas en Colombia, Chile, Mauritania, Namibia y en campos de refugiados en Líbano", enumera.

Enrique se despide presumiendo de vigués, confirmando que en pocas semanas estará por la ciudad. Mientras, Vigo puede presumir del hombre que hizo que lo imposible fuese una realidad: generar agua potable en el desierto.