Emilia Solano estudia la energía de fusión desde hace casi cuarenta años, cuando comenzó su tesis doctoral. Curiosa y ambiciosa, sueña con poder ver algún día cómo sus experimentos sirven para generar una energía limpia, eficiente y que apenas emite radiación, aunque es consciente de que trabaja en un campo que avanza muy despacio. "La gente que tiene ahora veinte años quizás llegue a ver la generación de energía por fusión, nosotras no lo viviremos", asegura esta experta.

Trabaja en el Laboratorio Nacional de Fusión del Ciemat (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas), y en el experimento europeo JET, donde han logrado batir un récord: han generado energía por fusión durante cinco segundos ininterrumpidos, produciendo casi tres veces más energía de fusión que el récord anterior de 1997. Ella, quitando importancia a este hito, asegura que su cometido fundamental es "entender cómo y por qué el plasma se calienta correctamente".

Solano procura explicar la fusión de forma sencilla: "generar energía con fusión nuclear es imitar cómo se calientan al sol y las estrellas. Dos tipos de hidrógeno se fusionan y forman helio y un neutrón, un proceso en el que se libera mucha energía". Parte del desafío de la fusión está en construir un entorno que resista el calor y en mantener el plasma caliente.

"Para producir la reacción en la Tierra tenemos que crear un plasma más caliente que el centro del sol". Ella no estudia directamente la reacción, sino ese entorno en el que ocurre. "Yo quiero entender las cosas y por eso empecé como física teórica", dice, aunque con el tiempo se ha implicado en estudios experimentales.

El récord, batido en el dispositivo europeo JET, facilitará el camino para la construcción de ITER, la máquina internacional con la que se pretende seguir avanzando en fusión nuclear. "Los experimentos que se están haciendo en JET son una buena noticia para el futuro", dice Solano, "porque lo más importante es saber cómo evitar los problemas: nos costó diez años conseguir llegar a esta situación de éxito y los estudios que estamos haciendo ahora serán útiles cuando se ponga en marcha ITER en 2035″.

"La fusión es un problema complejo y difícil", explica, "a menudo nosotros somos los primeros del mundo enfrentándonos a problemas tecnológicos importantes, como el uso de superconductores o materiales resistentes al calor y a la radiación". Por el momento, están consiguiendo sentar las bases para "saber por dónde hay que ir".

"Una mezcla de ignorancia y suerte"

"Empecé a estudiar fusión a raíz de un accidente en el reactor de fisión de Three Mile Island, en Estados Unidos", confiesa Emilia Solano, "a raíz de aquello me atrajo la fusión". Las reacciones de fisión nuclear producen más material radioactivo que las de la fusión y los reactores de fusión no pueden desencadenar reacciones nucleares en cadena, lo que los hace mucho más seguros aunque más complejos. "Cuando empecé a estudiar fusión pensábamos en que podría reducir el precio de la energía", dice, "ahora me preocupa más en el cambio climático, que es una emergencia atroz y no estamos reaccionando a tiempo".

Su pasión por la física, no obstante, nace mucho antes, gracias a lo que llama ella "una mezcla de ignorancia y suerte". En su familia, cuenta, se daba por hecho que ella iría a la universidad "y la física se me daba bien y me interesaba". Gracias a su familia y a sus buenos profesores, Emilia Solano se fue a Madrid a estudiar Ciencias Físicas.

"Cuando empieza a haber competición por el dinero te das cuenta de que existe el machismo"

"Las chicas de mi generación no sabíamos que es el machismo existía", confiesa. "Yo quería ser como Einstein, me daba igual que fuese hombre o mujer", explica, "a la edad que yo elegí estudiar físicas no sabía casi nada de historia de la ciencia", aunque hoy sabe que sus héroes eran hombres porque, en general, se sabía muy poco de las contribuciones de las mujeres a la ciencia.

"Abrí los ojos en Estados Unidos, cuando me fui a estudiar la tesis, porque en una cultura nueva es cuando te das cuenta de que has normalizado conductas machistas de tu propio día a día", explica Emilia. "Es cuando empieza a haber competición por el dinero o los puestos de trabajo cuando descubres que existe el machismo".

Ahora reconoce que hay todavía "más presión para ser monísimas" por el peso de los medios de comunicación o el cine. "A mí me daba la risa cuando me preguntaban con qué tipo de hombre me quería casar, ahora mis nietas se plantean cosas que a mí no se me ocurrían", dice. "Se da por supuesto que los sabios son hombres, porque ahora es importante que una mujer sea guapa, no que sea inteligente".

"Yo tengo 62 años y soy una mujer normal, no podemos enseñar siempre científicas guapas y jóvenes"

El 8 de marzo o el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, de hecho, le producen "reacciones encontradas". "Yo tengo 62 años y soy una mujer normal: no podemos enseñar siempre científicas guapas y jóvenes", que es lo que ocurre con este tipo de representaciones "anuales". "Deberíamos recordar todos los días del año que hay mujeres y niñas en las ciencias, además de alentar vocaciones científicas en niños y en niñas".

El problema de los tres cuerpos

"Estamos en una época en la que está de moda decir que no hay sesgos ni discriminación", dice, aunque ella sí la nota en muchos aspectos de su vida. Habla, por ejemplo, del pequeñísimo porcentaje de mujeres en puestos de relevancia, no solo en ciencias. "Yo creo, de todos modos, que esto ocurre porque puede que a las mujeres nos interese más trabajar que ser gestoras o jefas de trabajadores, a mí, por ejemplo, me gusta investigar: el tipo de cosas que hay que hacer para ser jefa no me motivan", confiesa. No obstante, aclara que, aunque hay un machismo estructural, "cuando yo trabajo rara vez hay machismo: tiramos todos del carro y no importa si el que está al frente es hombre o mujer".

Emilia Solano habla de que, en su trabajo, se suele hacer referencia al problema de los tres cuerpos. Este problema matemático quiere calcular cómo se moverán en el futuro tres objetos mutuamente atraídos por su gravedad, dadas sus posiciones y velocidades actuales. Hasta hoy, este enigma es irresoluble, una comparación que ella hace con la conciliación familiar de los científicos. "Las parejas sentimentales no lo tienen fácil", asegura, "porque nuestro trabajo implica trabajar en muchos lugares del mundo" y en proyectos y equipos muy dispares. Encontrar trabajo para dos personas en el mismo sitio es el "problema de los dos cuerpos".

"Los niños no son el único problema", dice en términos de conciliación, "las que no tenemos niños también tenemos dificultades". Ella, de hecho, cuenta cómo los primeros años se dedicó a "seguir" a su pareja de algún modo, aceptando trabajos o becas para estar con él. "Tuve la suerte de que mi pareja también hacía fusión y se jubiló mucho antes que yo, por lo que desde hace años es él quien me acompaña cuando yo tengo un proyecto en otro país". Reconoce que, gracias a esto, ha podido "vivir una vida muy enriquecedora", porque además de ser un buen amigo "sabe mucho de física".

Ahora, con la perspectiva de haber trabajado cuatro décadas en algo que le apasiona y habiendo podido ayudar a que las voces femeninas de la ciencia se hagan oír un poco más, Emilia Solano afronta sus últimos años de carrera con energía y realismo. "Sé que vamos a tardar más en conseguir la igualdad que en conseguir la fusión para el consumo", asegura, "por eso hay que seguir luchando".