VIGO, 10 May. (EUROPA PRESS) –

Los médicos forenses que examinaron a Miguel G.R., acusado de haber asesinado a su hermana y a su sobrina en Soutomaior, en agosto de 2020, han declarado este martes ante el tribunal de jurado constituido en la sección quinta de la Audiencia Provincial de Pontevedra (en Vigo), y han asegurado que el procesado "nunca jamás mostró arrepentimiento, muy al contrario, justificó su actuación", y que "no hay ningún indicio" para pensar que cometió el crimen afectado por un miedo insuperable o por un estado de estrés agudo.

Así lo han manifestado estos peritos, que han señalado que el acusado presentaba rasgos de personalidad paranoide y antisocial, pero en ningún caso hasta el extremo de padecer un trastorno, por lo que "era perfectamente capaz" de comprender las consecuencias de sus actos y sus capacidades no estaban afectadas.

"En ningún momento dijo que hubiera pasado miedo", han señalado los forenses, que han relatado que Miguel G.R. "describió todo lo ocurrido de modo detallado, claro, con frialdad".

Asimismo, han apuntado que incluso "tuvo un momento de reflexión" antes de disparar a su hermana Genoveva (de 62 años de edad) y a su sobrina Noelia (de 26 años), porque cuando ellas se disponían a marcharse de la casa él entró a coger la pistola con la que luego las mató, al regresar ellas hacia él. "Él no estaba siendo atacado cuando cogió el arma, su vida no corría peligro", han añadido.

"Heridas mortales de necesidad"

Por otra parte, los mismos peritos han informado al tribunal sobre las autopsias realizadas a las víctimas, y han explicado que Genoveva murió tras recibir un disparo que le atravesó el pecho y el corazón, causándole un taponamiento cardíaco. En el caso de su hija, el disparo, también en el tórax, le dañó vasos vitales y provocó una "terrible hemorragia" con pérdida masiva de sangre.

Al respecto, han concluido que las heridas eran "mortales de necesidad", que el fallecimiento fue "casi instantáneo" y que era "imposible" que hubieran sobrevivido "ni siquiera con asistencia médica inmediata". También han señalado que las víctimas no tuvieron posibilidad de defensa, a pesar de recibir un solo disparo cada una, por la zona del cuerpo en la que impactaron los proyectiles.

La médica que realizó el levantamiento de los cadáveres también ha expresado que, en el caso de Noelia, "llamaba la atención" la disposición del cuerpo y la colocación de un machete entre sus brazos. "Era una posición ilógica, parecía colocado", ha apuntado.

Mientras, otro perito ha corroborado que Miguel G.R. presentaba "erosiones superficiales" en una mano y un pie, y que no eran compatibles con un ataque con aperos de labranza (el argumento que su defensa emplea para justificar que actuó en defensa propia). Esa clase de utensilios, ha explicado este médico, provocan "otro tipo de lesiones".

"Colaborador en todo momento"

En la jornada de este martes también han prestado declaración varios agentes de la Guardia Civil, entre ellos los primeros que llegaron al lugar del crimen y detuvieron al sospechoso. Los agentes afirmaron que Miguel se mostró "colaborador en todo momento" y que, aunque a los primeros policías locales no les dijo dónde había ocultado la pistola con la que había disparado a sus familiares, acabó por indicarle a los efectivos del Instituto Armado el lugar en el que la había escondido, una especie de arqueta de cemento a menos de 40 metros de su casa.

Los agentes también explicaron que el acusado "reconoció que las había matado" y no expresó "pena ni arrepentimiento". "Habló con una frialdad absoluta, como quien mata a una mosca, no parecía ni medio normal", ha relatado uno de los testigos policiales.

Los guardias civiles también explicaron que se encontraron con los dos cadáveres en el exterior de la vivienda, tapados con una lona, con un machete y una azada colocados bajo los cuerpos, y que los casquillos de los disparos fueron encontrados en otra de las fachadas de la casa, a unos dos o tres metros.

"Me querían matar, tuve que defenderme"

Otro de los testigos que ha comparecido ante el tribunal ha sido un vecino, el primero que acudió a casa de Miguel tras el crimen, porque había quedado con él para llevarle un teléfono móvil. Según ha relatado, cuando estaba con su coche a la altura de la vivienda, escuchó tres ruidos "como de golpes secos" y, a continuación, vio salir de la casa al acusado "con una pistola en la mano levantada".

Al preguntarle qué había ocurrido, el acusado le explicó que había matado a su hermana y a su sobrina. "Dijo ‘me querían matar, me tuve que defender’ y me pidió que llamara a la Guardia Civil. Al decirle que mejor era llamar a una ambulancia, me insistió en que ya estaban muertas, y que llamara a la Guardia Civil", ha declarado este testigo, que no llegó a salir de su coche.

"Estuve hablando con él, le dije que apartara el arma y se fue con ella, volvió al cabo de un par de minutos y ya no la tenía", ha añadido, y ha explicado que luego dejó al acusado solo en la vivienda, mientras se dirigía al cruce de la carretera a esperar a la Policía para indicarles el camino hacia el lugar del crimen.

Mala relación con su familia

También ha comparecido ante el tribunal otra vecina, a cuya casa acudió Miguel para confesar el crimen. Esta testigo también ha relatado que el acusado le contó que había matado a sus familiares porque le habían atacado, y que habían forcejeado.

La mujer lo acompañó a la vivienda por si había posibilidad de auxiliar a las víctimas, pero ya se encontró los cadáveres. "Miguel estaba nervioso, pero me dijo que me fuera, que habían avisado a la Guardia Civil, y que no dejara a los niños solos", ha rememorado, mientras el acusado, al escuchar su relato, rompía a llorar.

Esta vecina también ha señalado que, a pesar de llevar poco tiempo viviendo en la zona, ayudaba habitualmente a Miguel, a quien describió como una persona "que no era violenta", al que incluso dejaba a sus hijos mientras iba a echar la basura al contenedor (que está alejado).

Además, ha corroborado la mala relación de éste con su hermana y con su sobrina. De hecho, ha relatado que las mujeres la advirtieron contra él, e intentaron convencerla para que presionase en el Ayuntamiento de Soutomaior "para que le tirasen la casa", una infravivienda ilegal erigida en monte comunal. "Ellas querían echar de allí a Miguel", ha afirmado.