Los vecinos de Morgadáns llevan desde el pasado miércoles incrédulos ante un hecho poco común: la desaparición de una de las dos campanas de la capilla de San Xosé de Prado. Después de 60 años formando parte de la fachada monumental de la iglesia, hoy su lugar se encuentra vacío, dejando huérfana a su compañera de más de medio siglo.
El hueco no sólo queda en el campanario, también en la memoria vecinal. La campana había sido adquirida por los propios vecinos, que realizaron una colecta hace 60 años para comprarla y así escuchar el repicar de la iglesia que lleva el nombre de su patrón.
El que alertó de su desaparición fue el alcalde de Gondomar, Paco Ferreira, que se encontraba tratando con el topógrafo y varios vecinos un asunto sobre los terrenos de la iglesia. En ese momento, se dio cuenta de que había daños en uno de los laterales del edificio; el canalón del agua estaba por el suelo. "Miré hacia arriba y vimos la cornisa del tejado rota y una cuerda colgando; seguimos la cuerda con la vista, llegamos al campanario y vimos que faltaba una de las campanas", cuenta el alcalde.
Se trata de la campana de la derecha, la más grande de las dos que se sitúan en el campanario y que repican de manera manual. "El párroco se hubiese dado cuenta cuando fuesen a tocarlas, pero lo descubrimos antes de casualidad", explica Ferreira. El regidor se puso en contacto con la Policía Local, la Guardia Civil y con el propio párroco para que pusiesen la denuncia por el robo. A pesar de no haber huellas, sí que encontraron un rastro que podría determinar la autoría: una mochila en lo alto del campanario.
Valor inmaterial
"No es ya el valor económico", resalta el alcalde de Gondomar, "es sobre todo el valor inmaterial, el religioso, el hecho de atentar contra la iglesia". Además, asegura que los vecinos están especialmente afectados por la pérdida, dado ese vínculo emocional de ser una donación de los vecinos hace ya muchos años.
La iglesia no es la primera vez que sufre un robo. En 2014, por ejemplo, forzaron la entrada al templo para hacerse con el botín de lo recaudado en el cepillo parroquial, sin apenas causar daños en el mobiliario. En 2016, por su parte, la capilla de Prado fue víctima de una oleada de robos en iglesias rurales en varios municipios gallegos.