La historia del contrabando en la frontera entre Galicia y Portugal es una historia que habla del hambre, el racionamiento y las miserias instauradas en toda la geografía tras la Guerra Civil española. Cuando en el año 1939 la extrema escasez de alimentos provocó la implantación de un sistema racionamiento, el estraperlo se convirtió por entonces en una cuestión de absoluta supervivencia. En los años que duró este modelo económico contra el desabastecimiento ―más o menos hasta la década de los cincuenta―, cada habitante español (al principio eran familiares) tenía una cartilla de control donde se anotaban los sellos que equivalían a vales de pan, arroz, aceite, patatas y otros productos no programados que podían variar según la semana o el mes.
Cabe destacar que dentro de esta limitación de alimentos también existía una desigualdad enorme entre consumidores, con libretas de racionamiento de primera, segunda y tercera categoría que eran determinadas por el estatus social de la persona, su estado de salud e incluso su posición familiar. No es de extrañar entonces que una buena parte de la sociedad tomase el estraperlo y el mercado negro como la única viva de subsistencia. En el caso particular de la frontera entre Galicia y Portugal, los artículos que cruzaban el Miño de forma clandestina eran sobre todo productos como el combustible o el cobre, el café o el vino, o el bacalao y el vacuno, entre otros. Para autores como Nacho Carretero, el estraperlo fue "el embrión del narcotráfico en Galicia", unos orígenes a los que el coruñés hace referencia entre las páginas de su obra cumbre sobre el mercado de la droga en la región: Fariña (2015).
Con todo, en la actualidad, en la memoria fronteriza de A Raia (tanto A Raia seca como mollada o húmida) todavía perviven algunas huellas del contrabando, también en los dejes del lenguaje. Desde el presunto (jamón) al garfo (tenedor), todavía hay localidades rayanas de Galicia donde estos términos forman parte de la herencia lingüística y son utilizados como propios. Por otra parte, también se conservan antiguos caminos que en su día sirvieron para estas prácticas clandestinas y las ruinas de viejas garitas de vigilancia aún se mantienen en pie a ambos márgenes del Miño. De hecho, desde la localidad de A Guarda hasta Arbo, son muchos los paseos fluviales y sendas transfronterizas que siguen el curso de este gran río y que todavía albergan parte de la historia del estraperlo en el sur de Galicia.
Así era el estraperlo en A Raia
Alimentos, medicamentos e incluso armas fueron objeto del estraperlo tras el fin de la Guerra Civil en España y hasta finales de los años cincuenta y en algunos casos incluso se mantuvieron hasta los años setenta. En la zona galego-portuguesa se distinguen dos zonas fronterizas, una hidrográfica y otra trazada por la tierra: A Raia húmida que coincide con el curso del río Miño por la provincia de Pontevedra y A Raia seca que se extiende por el sur de la provincia de Ourense. Ambas fronteras difusas conformaban en su día un territorio de nadie que se acabó convirtiendo en el escenario perfecto para el contrabando. Cabe destacar que en las localidades más cercanas al estuario del Miño, los productos del estraperlo llegaban a una y otra orilla a través del mar, mediante el uso de lanchas o redes de transporte terrestre que instauraron los primeros contrabandistas.
El estraperlo terminó por consolidarse como una estructura económica transversal a toda la sociedad. En las primeras bases de esta pirámide, los propios productores agrícolas comenzaron a reservar parte de su producción para venderla de forma clandestina. Se trataba de un mercado negro en el que participaban las clases sociales más bajas y que lejos de enriquecerse, les permitía a estas personas y sus familiares sobrevivir al escenario de hambre y miseria que acompañó a la posguerra y el período de autarquía del nuevo régimen militar. En estos mercados clandestinos se podían encontrar alimentos como el pan blanco, otros incluidos en la cartilla e incluso carne, considerada como un bien de lujo.
El perfil más habitual del estraperlista gallego era el de un hombre de entre 18 y 50 años, la mayoría de las veces con una familia sin ingresos al cargo. También las mujeres se dedicaban a los mercados clandestinos, y aunque existieron personajes femeninos vinculados al contrabando, sus figuras solían ostentar la mayor parte de las veces los cargos de vendedoras. Además, en muchas localidades fronterizas, estos vecinos contrabandistas contaban con la "aprobación" de las autoridades para llevar a cabo su actividad, mientras que otros guardias requisaban las mercancías pero nunca llegaban a declararlas de forma oficial. De hecho, para muchos rayanos el estraperlo formaba parte de su día a día como un trabajo más y no como una actividad ilegal.
El origen de la palabra "estraperlo"
Más allá de la historia del estraperlo en la frontera entre Galicia y Portugal, merece la pena hacer una mención particular al origen del acrónimo. El vocablo en cuestión recibe su nombre por un escándalo político que se produjo como consecuencia de la introducción de un juego de ruleta eléctrica de marca Straperlo, nombre derivado a su vez de los apellidos de quienes promovieron aquel negocio: los empresarios Daniel Strauss y Perlowitz. Antaño los juegos de azar, sobre todo la ruleta, estaban prohibidos tanto en España como en la mayoría de países europeos. Sin embargo, a partir de la década de 1930 se empezó a experimentar un auge de los modelos de pseudorruletas que funcionaban en grandes casinos de todo el continente. Fue en ese momento cuando Strauss y Perlowitz pusieron el foco en España, gobernada por una alianza de partidos de centro-derecha y con varios miembros del Partido Radical muy receptivos ante el proyecto del estraperlo.
A mediados de 1934, empresarios y políticos alcanzaron un acuerdo económico para explotar el juego en el casino de San Sebastián. En dicha transacción varios miembros de la órbita del Partido Radical hicieron valer sus influencias para conseguir la autorización a cambio de un porcentaje del negocio. Además, también hubo sobornos de por medio para asegurarse de la cooperación del ministro de la Gobernación y el director general de Seguridad. El juego en cuestión fue poco prohibido por la policía al demostrarse que se trataba de un modelo fraudulento. El escándalo del estraperlo salió a la luz en octubre de 1935, a raíz de una denuncia presentada por Daniel Strauss al entonces presidente de la República Niceto Alcalá Zamora en la que exigía una indemnización por los gastos de instalación del juego de los casinos de San Sebastián y Formentor (Mallorca).
Este caso de corrupción, junto al escándalo Nombela, supuso el derrumbe del Partido Radical y supuso el fin del bienio conservador. A partir de entonces, la palabra "estraperlo" quedó arraigada en el imaginario colectivo como un sinónimo de chanchullo, intriga o negocio fraudulento. Así, el vocablo se extendió también durante la posguerra española para poner nombre al comercio ilegal de los artículos intervenidos por el Estado o sujetos a racionamiento.