El amor es una fuerza capaz de mover montañas. El dicho está muy manido, pero día tras día hay constancia del nacimiento de tantas cosas en base a ello que no cabe duda de su verdad. Tal vez podríamos resumir así brevemente el proyecto fotográfico de la moañesa Emma Ovín, titulado ‘Abuelos’, y que no existiría si no fuese por su amor profundo hacia su abuela Lela. "Era la persona a la que más he querido en la vida", afirma a este medio desde el otro lado de la línea telefónica.
Aunque la fotografía no sea su principal trabajo (gestiona dos centros de atención temprana ubicados en Vigo y Moaña, fundados por ella misma junto a una socia), es una disciplina artística que siempre ha estado presente en su vida: "Era la típica adolescente que iba pegada a la cámara y hacía fotos a los amigos en todas las fiestas y cumpleaños".
Sobre el año 2016, cuando sintió que el "proceso de ser autónoma" le estaba arrebatando su "parte creativa", decidió anotarse a clases para aprender a utilizar la cámara réflex en modo manual. Ese paso fue la llave que desató "infinitas posibilidades" y amplió el universo profesional de Ovín, estableciendo una suerte de "doble vida" en la que la fotografía era su "vía de escape".
Una de sus primeras modelos fue su abuela Lela y, aunque desde el año pasado ella ya no está, Emma ha querido continuar inmortalizando la especial relación entre nietos y abuelos por toda Galicia. Su proyecto fotográfico es un homenaje a ellos, pero también una reivindicación de la pausa, del cuidado y de la belleza que reside en lo más cotidiano.
Retratar la vida y el avance de la enfermedad
Emma Ovín comenzó a aceptar encargos de fotografía sabiendo que su estabilidad laboral era Vínculo, centros de atención a niños con necesidades especiales, lo que le permite escoger cuidadosamente aquellos con los que se siente "alineada". Por ejemplo, ha colaborado con la tienda viguesa Vaidhé o la artista Abi Castillo.
Todo ello lo compagina con sus proyectos personales, donde su abuela ha tenido un protagonismo especial: "Era una persona dependiente, tenía Alzheimer y y yo le hacía muchas fotos con la intención de guardar esos momentos para mí. A lo largo del tiempo me di cuenta de que sin querer había estado retratando la enfermedad; no eran fotos tristes, pero sí reflejan cómo ella iba cambiando".
Su nombre era María Viñas, aunque Emma (y finalmente todo el mundo) la llamaba Lela. "Aún con toda la enfermedad, seguía siendo una persona súper alegre y cada vez que yo me ponía con la cámara estaba súper dispuesta, le encantaba que le hiciese fotos. Eso nos daba pie a divertirnos y a pasar tiempo de calidad juntas, algo que yo defiendo mucho que hay que hacer con las personas dependientes", cuenta.
Además, Ovín empezó a compartir a través de su Instagram vídeos e imágenes de su abuela ("porque era mi cotidianeidad, sin otra pretensión", apunta) y poco a poco, se fue estableciendo un vínculo con sus seguidores. Si pasaba algún tiempo sin publicar nada de ella, la gente le preguntaba si estaba bien y entre la marea de mensajes también se colaban algunos que le decían la "suerte" de tener todas esas imágenes de su abuela.
A raíz de todo ello, se le ocurrió una idea: "¿Y si ofreciese sesiones a abuelos? ¿Y conozco otras relaciones de nietos y abuelos como la nuestra?". Ese fue el punto de partida del proyecto ‘Abuelos’, activo en la actualidad, y con el que Emma ha realizado ya 14 sesiones fotográficas en distintas partes de Galicia.
Conocer
La moañesa inició el proyecto ‘Abuelos’ con la intención de hacer tan solo diez sesiones, pero va camino de la veintena y pretende seguir sumando: "Estoy súper enganchada", confiesa. Emma acude a cada una de ellas sin reloj encima ni horario impuesto para recuperar ese "tiempo" y ese "cariño" que nuestros mayores dedicaban a las cosas y que, opina, hemos perdido.
Durante las sesiones se crea una burbuja más allá del ruido y la velocidad de la sociedad actual, en la que los abuelos son los protagonistas. Normalmente son los nietos quienes las encargan y una vez allí, Ovín pasa largo rato hablando con los mayores, conociendo sus historias, tal y como ella hacía con Lela. Ir despacio hace que surjan conversaciones que no aparecían de otra forma.
"Ellos (los abuelos) sí que agradecen, sobre todo, el hecho de que nos paremos a hablar de cosas que para ellos son importantes, pues a veces para las familias son temas que ya han escuchado mil veces", comenta la fotógrafa.
Las sesiones suelen desarrollarse en las casas de los mayores, ya que "cuentan muchísimo sobre sus historias y sus vidas". Las fotos van tomándose entre la naturalidad de la charla del café o el recorrido por las estancias. La mirada de Emma permite a los propios familiares poner en valor y redescubrir esos espacios que conocen de sobra: "A veces me ha escrito gente que que estaba interesada pero que me quería avisar de que la casa de sus abuelos era muy humilde, poco fotogénica. Después de recibir las fotos me dicen ‘Guau, ahora sí la veo así'".
Todo este proyecto le ha brindado a Ovín múltiples alegrías, como la de sentir que el amor que ella sentía hacia su abuela Lela pervive en otras parejas de nietos y abuelos, pero si tuviese que quedarse con algo, con algún aprendizaje, afirma que sería "el cariño con el que me tratan los abuelos". "Son tan bondadosos, tan agradecidos. Da igual que sean más tímidos, más extrovertidos, que sean más humildes o que sepan o no leer", explica emocionada.
De todas estas sesiones, además de los recuerdos inmortalizados de tantas familias y que tal vez lleguen a conformar algún un día una exposición o un fotolibro, como no descarta la autora, Emma también recibe algunos regalos. Patatas y tomates de la huerta particular, un trapo bordado con encaje de bolillos, un bote con conchas recogidas de la playa. Detalles aparentemente pequeños que encapsulan la ternura y la belleza inmensa que habita en un mundo, a veces, demasiado acelerado.