El paisaje de las Rías Baixas se va abriendo paso desde Fisterra hasta la zona sur de la provincia de Pontevedra entre pintorescos pueblos de pescadores, cabos y faros, arenales paradisíacos y varios perfiles montañosos que también dan forma a su cara más interior. Un extraordinario contraste de mar y montaña que convierten a este destino gallego en uno de los más visitados de la región. Y aunque las Rías Baixas son famosas por el encanto costero de su territorio, en las zonas más rurales del sur de Galicia también podemos encontrar rincones tan singulares como el del monte Faro de Budiño, un vigía pétreo que custodia las tierras altas de este geodestino gallego.
De hecho, se dice que el Faro Budiño pudo haber sido en su origen una antigua fortaleza romana o medieval. Y no sería de extrañar, pues su situación geográfica privilegiada ofrece unas vistas espectaculares del Valle del Louro, las localidades cercanas e incluso alguna que otra cumbre del Parque Nacional de Peneda-Gerês. Además, al encontrarse muy cerca del yacimiento arqueológico de As Gándaras de Budiño (las raíces más ancestrales de Galicia), la presencia de asentamientos humanos en el entorno ayuda a reafirmar dicha teoría planteada hace unos años por la Universidad de Santiago de Compostela.
Entre naturaleza e historia
Enmarcado entre las localidades de O Porriño y Salceda, el Faro de Budiño recibe este curioso nombre debido a su orografía y situación, pues al parecer en tiempos pasados este monte podría haber servido de guía a los caminantes que se acercaban o alejaban del litoral gallego. De hecho, el topónimo de faro resulta bastante recurrente en Galicia y se repite en rincones tan especiales como en el caso del lugar más visible de toda la geografía gallega: el Monte Faro, la frontera natural entre las provincias de Lugo y Pontevedra. Pero volviendo al Faro de Budiño, según apuntan los expertos, es muy probable que en la cima de este monte pontevedrés se encendieran hogueras o fachos con el fin de alertar a las poblaciones del interior de cualquier tipo de incursión enemiga.
En lo que respecta a su apariencia, esta extraordinaria formación granítica se encuentra formada por varias paredes verticales que pueden alcanzar hasta los 90 metros de altura. La mejor manera de llegar a los pies de esta gran mole de piedra y disfrutar al mismo tiempo de la naturaleza de este mágico lugar es hacerlo a través de la ruta Sendeiro das Greas GR 58. Se trata de un recorrido agradable y sencillo que comienza a altura del Castelo de Cans y atraviesa las Penas de San Cibrán antes de alcanzar la cima del Faro Budiño. Otra alternativa es ascender con el coche hasta las proximidades del área recreativa y el refugio de montaña y una vez allí continuar el camino a pie unos pocos metros hasta la cumbre.
Por otro lado, la panorámica desde lo más alto del Faro Budiño es asimismo un auténtico espectáculo visual de la naturaleza. Los verdes valles del Louro se abren paso en el horizonte más próximo y son también varias las localidades cercanas que pueden distinguirse en la lejanía, entre ellas O Porriño, Salceda, Tui, Salvaterra, Ponteareas, As Neves, A Cañiza y Covelo. También la frontera con Portugal es visible desde este sistema montañoso pontevedrés, especialmente en el caso de las cumbres más altas de Peneda-Gerês.
La leyenda de Faro Budiño
Como suele suceder con muchos rincones a lo largo y ancho del territorio gallego, la cumbre del Faro Budiño también alberga una historia de leyenda vinculada a su existencia. A casi 400 metros de altitud, bajo la roca más alta de esta formación granítica se encuentra una pequeña abertura por la que es posible acceder, aunque con bastante dificultad. Una vez en el interior, una brecha entre dos paredes verticales da forma a un estrecho pasillo que avanza por las entrañas de esta gran mole de piedra hasta alcanzar el tesoro oculto de su interior: O Catabún o badabún, una curiosa piedra oscilante que podría haber sido usada como sistema de alarma.
La leyenda también cuenta que el sonido más espectacular se producía de forma natural cuando, al ser empujada por los fuertes vientos, se balanceaba batiendo su figura contra las paredes de la cavidad como si de una campana pétrea se tratase. Cabe recordar que según apunta el relato popular, los vecinos de la zona pusieron fin al espectáculo sonoro alrededor del siglo XVII cuando, cansados de la serenata constante procedente de Faro Budiño, accedieron al enorme penedo para mutilar a la piedra.