Mágicos paisajes, valiosos monumentos y tradiciones milenarias recorren el grueso de la comarca de Vigo, un destino repleto de encanto a medio camino entre el mar y la montaña. En su cara más interior, este rincón de las Rías Baixas nos regala lugares tan especiales como el entorno de las sobreiras centenarias de la Ascensión de Entenza, una pequeña parroquia situada en el municipio de Salceda de Caselas. El templo dedicado a la Ascensión hunde sus raíces a principios del siglo XVII, aunque lo cierto es que la estructura que se conserva en la actualidad es fruto de las diferentes reconstrucciones que sufrió la iglesia a lo largo del tiempo.
Al margen de su enorme valor patrimonial, la conocida como Capilla de la Ascensión de Entenza se encuentra enmarcada en mitad de un paraje natural excepcional, en un precioso entorno boscoso en el que conviven todo tipo de árboles centenarios. Destaca el caso de un alcornoque cuya antigüedad ronda los 400 años, propuesto para su inclusión en la lista de Árbores Senlleiras de Galicia. Además, cabe recordar que hasta hace no mucho eran dos los históricos de alcornoque que sobrevivían en las entrañas de Salceda de Caselas, si bien en estos momentos lo único que nos recuerda la existencia de un segundo ejemplar son los restos de su gran tronco.
Un remanso de paz en Salceda
La bonita capilla de la Ascensión se localiza en la población de Entenza, eregida como parte de un antiguo monasterio que existió en la zona y convertida hoy en día en un importante lugar de culto. Lo cierto es que los orígenes de este austero templo se remontan a principios del siglo XVII, concretamente al año 1601, cuando la iglesia fue construida a petición del abad Juan Lorenzo Carvajal, según consta en la inscripción que puede leerse en su fachada.
Asimismo, entre los siglos XVII y XVIII, el templo también fue utilizado como escuela. La tradición popular también narra que en el adro de la iglesia se estableció durante la Guerra de Independencia el cuartel general del Abad do Couto, Don Mauricio Troncoso de Lira. La idea entonces era poder reconquistar desde aquí la ciudad de Tui, la cual estaba en poder de los fraceseses bajo el mando del general Lamartiniere.
Como decíamos unas líneas más arriba, el templo fue reedificado en varias ocasiones a lo largo del tiempo: en el año 1698 sería gracias a un devoto anónimo, mientras que la última remodelación de 1990 llegaría de la mano de la Xunta de Montes Vecinais. Dedicado a la Ascensión de Jesucristo al cielo, en el presente el templo salcedense se encuentra todavía en activo y en él se celebran todo tipo de misas y eventos religiosos.
En lo que respecta a su estructura, la Capilla da Ascensión es todo un ejemplo del estilo arquitectónico de la época, con sus paredes de piedra, techos abovedados y grandes ventanales que permiten el paso de la luz natural. En la cara exterior, por ejemplo, destaca el pórtico de la fachada con arco de medio punto datado de 1970. Ya en el interior llama poderosamente la atención el altar mayor, decorado con una talla de madera que, como no podía ser de otra forma, representa la Ascensión de Jesucristo.
Entre árboles centenarios
El verdadero tesoro de la Capilla da Ascensión de Entenza no sólo reside en su arquitectura, sino también en el paisaje verde que la rodea. La realidad es que en este rincón de Salceda de Caselas, un grupo de majestuosos alcornoques centenarios se alzan como auténticos guardianes del tiempo, pues sus troncos retorcidos y firmes atestiguan varios siglos de historia a sus espaldas. Algunos de estos árboles han visto nacer a este templo, destacando el caso de un ejemplar con más de 400 años de vida. El más longevo de los alcornoques de Salceda presenta una circunferencia de unos 7 metros de diámetro y una altura de alrededor de 14 metros.
No es de extrañar que este gigante de raíces profundas sea un firme candidato para formar parte de la prestigiosa lista de Árbores Senlleiras de Galicia, un reconocimiento reservado únicamente para los árboles más longevos y emblemáticos de la región. Aquí, la historia y la naturaleza se entrelzan para ofrecer al viajero un lugar donde el tiempo parece deternse bajo la atenta mirada de estos colosos centenarios.