La capilla de Pontevedra nacida sobre un antiguo castro que ahora alberga un mirador
Situado a los pies de la Serra da Fracha, la parroquia de Tomeza alberga un santuario dedicado a San Cibrán en el que durante la Pascua tiene lugar una de las romerías más populares de Pontevedra
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El callejero de Pontevedra es mucho más que un simple entramado urbano: es un museo al aire libre donde cada rincón narra una historia diferente. Esta joya del sur de Galicia combina con maestría cultura, patrimonio, historia y ocio, todo ello envuelto en un ambiente de lo más hospitalario que conquista a quien lo pisa. No es casualidad que, The New York Times elogiase el ejemplo de la Boa Vila por dar prioridad a los peatones antes que a los coches, un modelo de ciudad que, sin duda, invita a disfrutar sin prisas. Y cómo no, con razón puede presumir de albergar uno de los cascos históricos mejor conservados de Galicia, distinguido como Conjunto Histórico-Artístico desde 1951.
Ahora bien, la magia de Pontevedra no se detiene en las calles empedradas de su casco antiguo ―peatonalizado casi por completo. Más allá de sus límites, las afueras de la ciudad del Lérez también ofrecen enclaves igualmente mágicos y fascinantes. En las estribaciones da Serra da Fracha, sobre una loma en la parroquia de Tomeza, reposa una capilla que entrelaza historia y paisajes en una sola estampa. Construida sobre la acrópolis de un antiguo castro, este enclave pontevedrés es ahora un mirador natural con vistas privilegiadas a Pontevedra, las tierras de Tomeza y el valle de Figueirido. Un rincón que combina raíces milenarias con la belleza inherente de la Galicia más verde.
Un enclave repleto de historia
Hace más de dos mil años, este rincón de Tomeza, rodeado de frondosos bosques y naturaleza autóctona a los pies da Serra da Fracha, albergaba un antiguo poblado castrexo. Su ubicación estratégica, a menos de 150 metros de altitud, pero con una panorámica impresionante, lo convertía en un lugar privilegiado, problablemente utilizado como zona defensiva. De hecho, se cree que aquí mismo se erigió una atalaya de vigilancia, hoy borrada por el tiempo, desde la que se dominaba una vasta extensión de los valles más cercanos: desde el Monte pornedo hasta para de la ría y la Illa de Tambo hacia el oeste. Cabe recordar que, en el presente, apenas sobreviven algunos vestigios en forma de fosos que susurran historias de aquel pasado tan remoto.
Como sucede con muchas otras capillas gallegas dedicadas a San Cibrán, este santuario en Tomenza podría haber nacido de la cristianización de un lugar de culto pagano. Este enclave conforma hoy un puente entre dos mundos: el del paganismo ancestral y la tradición cristiana. San Cibrán, conocido como el santo de los "brujos buenos" ―o quizás uno de ellos, según las leyendas populares―, fue célebre por susconocimientos mágicos recogidos en el mítico Ciprianillo, un libro mágico que desvela todos los tesoros que los antiguos ocultaron en Galicia. A él se le atribuyen poderes para curar enfermedades y deshacer hechizos, lo que cimentó su fama como protector contra los meigallos y otros males.
Esta herencia mística sigue plenamente viva en la parroquia de Tomeza. Cada Lunes de Pascua, la explanada que rodea a la ermita de San Cibrán se llena de fieles en una de las romerías más populares de Pontevedra. Al festejo acuden personas desde todoslos rincones de la comarca para participar en rituales que prometen sanar y proteger: nueve vueltas alrededor del santuario, lanzar piedras por encima de él para pedir deseos, pasar tres veces bajo la imagen del santo y bendecir los ramos con los que limpiar los hogares los malos espíritus. Entre fé y tradición, la ermita de San Cibrán sigue siendo un punto de encuentro donde se abrazan lo sagrado y ancestral.
Un balcón natural a Pontevedra
De fortaleza celta a refugio espiritural: la Capilla de San Cibrán resume siglos de historia entre sus muros y regala a quien la visita unas vistas inigualables de la ciudad del Lérez. El templo conservado, de arquitectura sencilla y austera, presenta una planta rectangular cubierta de teja a dos aguas, con su fachada orientada de este a oeste y presidida por un arco de medio punto. Sobre ella se alza una pequeña espadaña, un detalle distintivo que corona su estructura. Los muros combinan mampostería y sillares, reflejo de las disferentes etapas y remodelaciones que ha vivido a lo largo del tiempo. Algunos de estos sillares exhiben grabados recientes, vestigios más modernos que dialogan en armonía con los símbolos de su pasado.
Delante del santuario se erigen dos elementos que logran enmarcar la espiritualidad del lugar: un cruceiro y un pequeño pousadoiro, utilizado tradicionalmente en ritos cristianos. La capilla cuenta además con un área recreativa, ideal para disfrutar de la serenidad del entorno, y un peculiar mirador cubierto que tiene forma de ermita. Desde allí, la panorámica no sólo abarca la ciudad de Pontevedra, sino también los valles cercanos, ofreciendo una panorámica mágica que fusiona historia, naturaleza y espiritualidad en un único golpe de vista.