La segunda temporada de Vida perfecta, la serie de Leticia Dolera para Movistar+, se estrenó el pasado viernes y los seréfilos ya han devorado sus seis capítulos. Descrita como "valiente", "brutal" o "conmovedora", la serie de Dolera, que ha pasado de ser una muy buena actriz a triunfar también como guionista y directora, no deja indiferente a nadie.
Tampoco sus protagonistas son ajenas a las historias sinceras (e inéditas) que se cuentan en Vida perfecta. Así lo cuenta Celia Freijeiro, que describe su participación en la serie como "un regalo que de pronto le dio la profesión". La viguesa asegura que encarnar a Cris, una mujer felizmente casada a la que la vida le da un vuelco, ha resultado "terapéutico y nutritivo: he puesto mucho pero me llevo mucho", asegura.
La serie ha conseguido ser una de las primeras ficciones españolas que ponen el foco en tres mujeres protagonistas, que hablan de los grandes tabúes de la sociedad sin pelos en la lengua. "Cuando recibo el guion, ya en el momento de preparar el casting, me mueve y me conmueve: Leticia pone en el centro por primera vez a tres personajes femeninos ysiento cómo me atraviesan todos los temas que tratábamos, que a mí también me inquietan".
El personaje de Freijeiro, sin ir más lejos, habla de temas tan complicados como la conciliación laboral, las dificultades de un matrimonio o la vida sexual de una pareja consolidada y con hijos. "Yo encarno a una mujer que ha hecho lo que se supone que tiene que hacer y tiene una carrera de éxito, y una familia perfecta e intenta conciliar las dos". El problema, dice Celia, es que "la vida de Cris da un volantazo y debe saber sobreponerse".
Una serie "necesaria"
El reto para la actriz viguesa es que pocos personajes femeninos españoles han hablado antes de estas problemáticas. "Nos faltan referentes porque no hay creadoras y nunca lo hemos visto porque el discurso femenino se ha silenciado: los hombres han ocupado siempre el espacio protagonista en ese discurso sobre relaciones personales, trabajo o sexo", dice Freijeiro. Por esta razón, considera que ver y comprender una serie como Vida perfecta "es enriquecedor para nosotras y para ellos también".
El compromiso de Dolera con la temática de la serie convierte el guion en un retrato "muy honesto de los pensamientos e inquietudes de cualquier mujer que no consigue encajar en las expectativas de la sociedad". Celia asegura que el trabajo de su personaje no es el de dar respuestas a los problemas que surgen en la vida, "sino que tendemos ese puente de empatía hacia el público, que se identifica con nuestras inquietudes y con nuestra forma de cuestionar el sistema".
Tal es el compromiso de Dolera y su equipo que la crítica enseguida los reconoció y tanto la serie como sus protagonistas fueron premiadas en Cannes. "Ganamos el premio a Mejor Serie, pero también Leticia Dolera, Aixa Villagrán y yo ganamos el de Mejor Interpretación Femenina y fue todo un regalo".
Freijeiro agradece la manera de dirigir de Dolera, "que también es actriz y sabe darte ese espacio para que te impliques y hagas tuyo el texto y el personaje". Por todas estas razones, confiesa que participar en Vida perfecta ha sido "una reconciliación con la profesión". "He aprendido a hacer las cosas desde el placer y la alegría, dándoles la importancia justa".
Trabajo a fuego lento
La segunda temporada de Vida perfecta supone el final de uno de los proyectos más bonitos en los que ha trabajado Freijeiro, en sus propias palabras, "aunque confío en que haya más historias en un futuro, pero es cierto que tal y como acaba la serie los personajes deben habitar su nueva situación y verse un tiempo en ella". Sin destripar el argumento, la actriz viguesa asegura que la temporada final supone, "al menos, un punto y aparte en las vidas de María, Esther y Cris".
Rodar Vida perfecta ha sido, desde luego, un reto profesional y personal para la viguesa, aunque reconoce que su gran amor sigue siendo el teatro. Celia asegura que nunca ha dejado el teatro ni lo hará: "voy a seguir actuando, produciendo y dirigiendo", dice, con la energía renovada tras un proyecto lleno de buenos aprendizajes.
"Lo primero que quiero hacer es retomar Taxi Girl, la historia del triángulo amoroso entre Henry Miller, Anaïs Nin y June Masfield, que coproduje con el Centro Dramático Nacional", dice Freijeiro. "Se declaró el estado de alarma y tuvimos que recoger, pero estábamos teniendo mucho éxito y nos encantaría volver".
"Nunca se sabe"
Lo que más le gusta del teatro, confiesa, es que "se hace a fuego lento: es un trabajo en el que empiezas y terminas en cada ensayo y cada representación, no hay red de seguridad y todo es inmediato". La comunicación directa con el público es, además, lo que hace "adictiva" esta disciplina.
Por ello, se ha lanzado a dirigir por primera vez el festival Gigante, de la Sociedad Cervantina, el espacio cultural que dirige desde hace más de una década. "Estamos terminando de construir el teatro en el espacio que ocupaba la imprenta donde se imprimió el Quijote, que se inaugurará el año que viene".
A pesar de no tener un espacio habilitado para acoger al gran público, Freijeiro ha decidido seguir adelante con el festival "y presencialmente solo vendrán los socios". También se retransmitirá en streaming los días 17, 18 y 19 de diciembre "como si se viese en directo: manteniendo la cuarta pared y sin cortes". "Ha sido muy guay ponerme en el otro lado porque es la primera vez que dirijo y he disfrutado muchísimo con el proyecto y con el equipo, que me ha acogido muy bien".
Actualmente también está preparando una colaboración para el spin-off español de la exitosa película Bird box (A ciegas) de Netflix, además de participar en el cortometraje Cuentas divinas de Eulalia Ramón. "Voy a seguir produciendo, actuando y, ahora, también dirigiendo. Por el momento no me lanzo a escribir… ¡pero nunca se sabe!".