En el corazón de la Ría de Arousa se encuentra la isla más grande y poblada de Galicia, y de la que recibe su mismo nombre: A Illa de Arousa. Pero su historia hasta la “independencia” de Vilanova no fue un camino de rosas. Incluso llegó a formar parte de Vilagarcía entre 1935 y 1945. En el imaginario colectivo de los arousanos aún retumba un lema de 1952 que resume a la perfección las necesidades y derechos por los que clamaba este pequeño pueblo de las Rías Baixas: “A luz, a ponte e a segregación”.
La primera gran victoria de la Illa llegó en forma de electricidad, un bien de primera necesidad del que los vecinos carecían en condiciones. El segundo objetivo no se consiguió hasta septiembre de 1985 con la construcción del puente. Unos años antes, en el contexto del primer Gobierno democrático, José Antonio Gago, diputado arousano, y su compañero de UCD, Jesús Sancho Rof, reclamaron ante el Parlamento el puente para los isleños.
Hoy en día, esta isla de la Comarca do Salnés se une a la península a través de un puente de cerca de 2 kilómetros de longitud, y que terminó con el aislamiento que sufrían los arousanos. Un símbolo de progreso que supuso un importante despegue para el desarrollo económico y social de la zona. Hoy en día, unas 5.000 personas viven en este rincón de las Rías Baixas, principalmente del marisqueo, la pesca y el turismo.
La lucha de varias generaciones de arousanos se culminaría con la segregación de la Illa de Arousa en 1997. Ya diez años antes se había gestado una coordinadora vecinal para impulsarla, con representantes de todas las entidades sociales y económicas de la zona. El 19 de noviembre de 1994 una gran marcha ciudadana cruzó el puente hacia Vilanova de Arousa para entregar a su último alcalde isleño, Manuel Dios, toda la documentación del expediente de segregación.
Dos años después, el 21 de noviembre, un fax de la Conselleria de Justicia confirmaba que la Xunta daba el visto bueno a la separación. El hecho se celebró por adelantado entre los vecinos, con campanazos y lanzamientos de bombas de palenque. El 1 de enero de 1997 la Illa de Arousa se convirtió en el último municipio en formarse de Galicia, el número 315. Hoy en día ese número ha bajado a 313 por la unión de varios ayuntamientos, como es el caso de Oza y Cesuras o Cercedo y Cotobade.
Unas horas de independencia para la Illa de Arousa
Antes de convertirse en municipio en sí mismo, la Illa de Arousa ya guardaba en su recuerdo un hecho histórico relacionado con la independencia. El 7 de octubre de 1934, durante la Segunda República Española, se proclamó en la localidad, siguiendo los pasos de Lluís Companys en Cataluña, una breve república.
La República Federal de A Illa de Arousa a penas duró un día. Se había gestado casi de rebote, después de una asamblea convocada por el PSOE de la Illa para la organización de una huelga general el lunes 8 octubre. El día previo, algunos de los militantes terminaron en la taberna O Nicho, regentada por “Juanito de Luisa”. Entre cuncas de viño y un ambiente de fuerte crispación por la situación actual en toda España, surgió la propuesta.
Así crearon una lista del Gobierno Provisional para el Estado arousano que ya no se conserva, pero del que se rescatan algunos nombres confirmados y sus cargos: Santiago Otero “Pajares” sería el presidente; Andrés Mougán “Tormenta” ministro de Justicia, Manuel Iglesias Dios, ministro de Gobernación; Demetrio Ramos Lojo ocuparía el cargo de Hacienda y Luis de Saa Bravo el de Cultura.
Lo que a priori parecía que se convertiría en una inocente historia de taberna desembocó en una cascada de consecuencias fatales para gran parte de los implicados. El día de la huelga atracaron en la isla varios Guardias de Asalto, con disparos al aire y cacheos a todo el que se cruzase en su camino. Tan mala fue la suerte que entre uno de los vecinos registrados se encontraba Segundo Nine Fernández y en uno de sus bolsillos, el papel con los hipotéticos cargos del gobierno. Dicho hallazgo fortuito precipitó la detención de hasta 13 personas. Pero lo peor no llegaría hasta dos años más tarde, tras el golpe de estado encabezado por Franco en 1936. Muchos de los protagonistas de esa lista acabaron siendo paseados, represaliados o fusilados por su militancia socialista.
Especialmente trágico fue el caso de Santiago Otero. El presidente de aquella fugaz República fue fusilado, lanzado a la ría y devuelto por el mar a la playa de Area da Secada. Nada más lejos de enterrarlo, sus asesinos llenaron el cuerpo de piedras y volvieron a hundirlo poco después.