Una mirada nostálgica a través de la fotografía a unas épocas pasadas en las que Sanxenxo no era más que un pequeño pueblo de pescadores. Algunas de las imágenes han sido retratadas en el mismo lugar que unas décadas atrás, pudiendo apreciarse a simple vista los grandes cambios que ha vivido la localidad, sobre todo tras el auge turístico y urbanístico. Páginas de facebook como Sanxenxo Antigo o Fotos antiguas de Sanxenxo, o la galería de la Asociación Fotográfica Ollares-Portonovo, contribuyen con sus publicaciones a recordar el pasado de la villa y mantener en el imaginario de muchos sanxenxinos retratos emblemáticos de su historia.
Aunque cueste recordarlo, hubo un tiempo ―y de esto no hace tanto― en el que el símbolo de Silgar no era la madama de Alfonso Vilar, la playa de Portonovo se extendía hasta donde hoy solo cubre el asfalto y el paisaje natural que rodeaba a la localidad se componía en su mayoría de caminos de tierra, grandes superficies arboladas, huertos, viñedos y unas pocas construcciones. En el siglo XVI, Sanxenxo integraba un total de 16 parroquias (hoy en día son nueve), que abarcaban también las actuales zonas de Raxó, Samieira, O Grove, Castrelo y parte de Meaño, a excepción del coto de Simes y Portonovo, que formaban parte de la jurisdicción de San Tomé do Mar (Cambados). El día 1 de septiembre de 1835 se presentó la primera propuesta para la creación del ayuntamiento de Sanxenxo.
A finales del 1890, Sanxenxo seguía siendo una villa humilde, sin apenas carreteras ni trasiego de visitantes. De hecho, la mayor parte de los desplazamientos se realizaban en barco. Por aquellos años, el censo del municipio contaba con unos 7.500 habitantes (17.414 en el año 2020) repartidos en poco más de 2.800 viviendas. Las principales construcciones en la localidad se reducían a un par de escuelas, farmacias, algún que otro ultramarino y un casino social. Y ya en los años venideros destacó la presencia de una estación telegráfica, la fábrica de ladrillos, varias factorías y conserveras, y el astillero de Juan Norat, entre otros negocios. Uno de los momentos clave que marcó el porvenir económico y social de la villa fue la construcción de la principal carretera de Pontevedra – O Grove.
Silgar, el epicentro del verano gallego
Pocos recordarán la imagen más rural de la zona del paseo de Silgar, libre casi por completo de turistas, cemento y asfalto. Hace apenas unas décadas, la primera línea de playa se constituía únicamente de edificios de baja altura, y muchas de las edificaciones de la villa se agrupaban en el entorno más cercano al muelle, junto a la playa dos Barcos, la calle Sol y San Isidro. El ritmo frenético de los veranos repletos de "bañistas" se empezó a notar en Sanxenxo ya en la década de los años 20 y 30, cuando un buen puñado de familias escogió esta localidad de las Rías Baixas como su principal destino de vacaciones o para segundas residencias.
Salvando las distancias, solía decirse que el extremo más próximo a la vieja iglesia parroquial era el núcleo más concurrido por los habitantes del pueblo, el centro del paseo se reservaba a los asiduos veraneantes y la zona de Vicaño la ocupaban la gente llegada del interior de Galicia. Los primeros turistas disfrutaban en aquellos años de los paseos en unas míticas gamelas que surcaban las aguas de Silgar, del cine sonoro y una de las primeras radios en el Hotel La Terraza, o los cafés y refrigerios del icónico bar Marycielo.
Del ir y venir de los primeros turistas que llegaron a Sanxenxo se aprovechó un empresario y vecino de Pontevedra, Don Luis Dobarro, para solicitar la construcción de una casa-balneario en la playa de Silgar a comienzos de la década de los años 20 del siglo pasado. La construcción era de madera, estaba dividida en dos partes y tenía un bar en su interior. La oferta del negocio incluía baños fríos y templados con agua dulce, salada y algas de mar, sales da Toxa y otros productos. El baño en pila rondaba el 1,25 pesetas, un bono de seis unas 7 pesetas, y de incluir sábanas y toallas subía hasta las 9,50 pesetas. La casa de baños tuvo que soportar las embestidas del tiempo y más tarde de la Guerra Civil. Así que, las constantes reparaciones y la disminución de veraneantes en aquellos años hicieron que a principios de los 40 se retirase lo poco que todavía quedaba en pie.
La Terraza y Marycielo, creciendo con Sanxenxo
La transformación de Sanxenxo es más que evidente, pero sí hay un establecimiento que ha conseguido mantenerse a pesar del paso de los años ese es el Hotel La Terraza, situado a unos 300 metros de la playa de Silgar e inaugurado un 5 de junio de 1915 por Francisco Alonso Prieto, dueño de un comercio de telas y ferretería, y su mujer, Filomena Romay. Su construcción tiene mucho que ver con el origen de las aguas termales de la illa da Toxa, pues esta familia de la zona pensó, con mucho acierto, que debería existir un lugar en el que descansar entre el trayecto de Pontevedra a O Grove. La historia del Terraza acompaña a la de los primeros veraneantes del municipio, ya que fue uno de los primeros hoteles en impulsar el turismo en esta zona de las Rías Baixas. En sus inicios el edificio albergaba una pequeña tienda de ultramarinos, y en otras épocas llegó a tener su propia sala de cine e incluso fue punto del primer surtidor de gasolina de todo Sanxenxo.
En el epicentro del paseo de Silgar, junto a las escaleras de Fuensanta, se extiende todavía hoy la terraza y el local del hotel Marycielo, uno de los edificios más emblemáticos del municipio, que lleva recibiendo visitantes nada menos que desde el año 1947. En plena época de posguerra, el empresario pontevedrés Manuel Corbal inauguró el local como un bar y centro de reunión. Pronto el negocio prosperó, así que decidieron reformar el edificio para poder abrir las primeras habitaciones ya como hotel.
La metamorfósis del entorno de Sanxenxo
Frente a la casa consistorial del municipio se encuentra la actual Plaza de Pascual Veiga. En los años 60 todavía existían unas pocas edificaciones rodeando a este pequeño espacio, como las construcciones bajas que puede apreciarse en la imagen antigua, con sus dos bancos y la iglesia de San Xinés de Padriñán al fondo. En el mismo emplazamiento que hoy en día ocupa una sucursal bancaria, años antes se situaba La luna, uno de los pubs más concurridos en la época de la movida sanxenxina.
El recorrido continúa hacia el puerto deportivo, otro de los enclaves que más cambios ha sufrido con el paso del tiempo. Hasta mediados del siglo XX, la zona la ocupaban un par de fábricas de gaseosa, molineras y dos almacenes de salazón. Uno de estos almacenes próximo a la playa de los Barcos era de propiedad catalana, del industrial Joaquín Estrada Patí. La segunda se ubicaba en una finca conocida como La Insuela, hasta su traslado a Torella-Canido. Como dato curioso cabe señalar que una de estas naves de salazón albergó en la década de los 80 un pub conocido como el Templo del Sol.
La sociedad Real Club Náutico de Sanxenxo se constituyó el 8 de junio de 1951 por un grupo de asiduos veraneantes. El plan inicial era el de crear un entorno donde poder reunirse, y que sirviese a su vez para promocionar el carácter turístico y deportivo de la ría de Pontevedra. La Junta Directiva de aquel entonces no tuvo fácil el conseguir un terreno para construir el edificio social. Hicieron falta varios años, y muchas personas e instituciones de por medio, hasta que el 18 de noviembre de 1960 se publicase en el BOE una cesión de 343 metros cuadrados en el puerto pesquero.
Las obras comenzaron en abril de 1961 y el edificio se inauguró el 25 de julio de ese mismo año. La vida social y deportiva del club consiguió atraer a figuras destacadas del ámbito cultural y político, también a nivel internacional. En el año 1998, la construcción del Puerto Deportivo permitió al Club Náutico ganar fama también en el marco de los regatistas internacionales, acogiendo entrenamientos de importantes equipos de todo el mundo y siendo sede de importantes regatas y campeonatos. El nuevo Puerto Deportivo Juan Carlos I se inauguró ya en el año 2005.
Portonovo y su encanto marinero
Aunque ahora nos cueste imaginar la panorámica de la playa de Baltar sin paseo de madera ni grandes aceras que separen las zonas verdes de la carretera, la realidad es que hasta la década de los 90 no se empezó a considerar la posibilidad de crear una senda peatonal entre Punta Vicaño y el muelle de Portonovo, que más tarde se ampliaría hasta Sanxenxo para superar de ese modo la fragmentación paisajística de la zona y unir ambas parroquias. En la imagen antigua (arriba a la derecha) puede apreciarse como antaño apenas existían edificaciones, en ella destaca la presencia de una antigua nave perteneciente a un astillero que se derribó allá por los años 80 (en la zona en la que hoy en día se ubica el quiosco del Parque do Espiñeiro). La explanada se utilizaba en aquellos días como zona de camping, los vehículos podían estacionar y montar allí sus tiendas de campaña.
Así, en el año 1994 arrancó un proyecto que contaba en sus inicios con un presupuesto de unos 82 millones de pesetas. Las obras en el entorno de la playa de Baltar incluían la construcción de una senda de madera para facilitar el acceso a la misma, con entradas transversales para dar comunicación con la carretera; también la reordenación del borde de la carretera Sanxenxo-O Grove, la introducción de zonas arboladas y la elevación de las cotas arenosas de la playa para aislarla de la vía principal. En la misma época se planteó la construcción del actual Parque do Espiñeiro, entre el colegio y la calzada de acceso al pueblo, que comprendía la instalación de pistas polideportivas, áreas de juegos y aseos, también chiringuitos y servicios de playa para completar el primer proyecto.
Muchos todavía recordarán cuando los edificios del núcleo de la villa tenían el principal arenal de Portonovo a sus pies, hasta ya bien entrada la década de los 70 o 80. Con las ampliaciones del puerto, el asfaltado de las vías principales y la construcción del aparcamiento, la zona se redujo hasta lo que hoy en día es la playa de Baltar. El muelle de Portonovo fue arrasado por los temporales y vuelto a construir hasta en tres ocasiones en los años 60 y 70. Y su Club Náutico se fundó el 15 de agosto de 1992, por unas cuarenta personas aficionadas a los deportes náuticos e interesadas en reflotar el interés de los mismos en la zona.
A Lanzada, entre la historia y la leyenda
Hablar del entorno de la Lanzada es perderse en historias que caminan entre el mito y la realidad. Aún así, se trata de uno de los lugares que más pistas han dejado sobre el pasado del municipio de Sanxenxo. De hecho, se suele decir que las salinas de esta zona (Territorium Saliniense) fueron las que dieron nombre a la comarca do Salnés. Junto a la conocida Ermida da Nosa Señora da Lanzada se encuentran hoy en día los restos de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la localidad, que todavía conservan los esqueletos de una antigua necrópolis castrexa. En este punto se hallaron los primeros indicios de vida en Sanxenxo, datados en el 4.000 a.C.
La capilla de la Lanzada está delimitada a su izquierda por la playa de Foxos y a su derecha por las de Area Gorda, Lapa, y el famoso arenal de A Lanzada. Al frente mantiene unas vistas inmejorables del océano y la isla de Ons. La ermita es una construcción de estilo románico que data de principios del siglo XII. En la actualidad se constituye por una única nave y ábside semicircular a distintas alturas, aunque en épocas anteriores existía otra construcción paralela a ella. En el entorno también se conservan los restos de una fortaleza en ruinas del siglo X y parte de la Torre da Lanzada, que junto a las de Cambados y Catoira, formaban parte de la defensa de las tierras de Compostela, alertando de unas a otras de los posibles ataques por mar.