Vilanova de Arousa no fue únicamente la cuna literaria del genio del esperpento. Más allá de Valle-Inclán, a finales del siglo XIX, este rincón de las Rías Baixas también vio nacer a otras dos grandes figuras de las letras: Francisco y Julio Camba Andreu, ambos periodistas y escritores con sus marcadas particularidades y estilos. El primogénito de los Vilamaior ―en referencia al barrio de su infancia―, Francisco, destacó en sus comienzos como autor costumbrista gallego y, más tarde, abordando el género de la novela histórica con su prosa amena y nada pretenciosa. Por su parte, Julio Camba se convirtió en todo un cosmopolita literario; un columnista de raza que despuntó como maestro de la ironía y el humor.
En la actualidad, cabe destacar que el hogar natal de los hermanos Camba acoge una casa-museo con una exposición permanente sobre la vida y obra de ambos autores. El espacio museístico se encuentra situado en el interior de una típica construcción de piedra, con escalera de patín y blasón nobiliario en la fachada principal, que representa todo un ejemplo de la arquitectura civil gallega. Libros, folletos, manuscritos, periódicos, fotografías e inclusive objetos cotidianos del día a día de los literatos componen este interesante catálogo histórico-cultural en Vilanova de Arousa.
Julio Camba, el íngrimo del Hotel Palace
Un bohemio que abrazó el movimiento anarquista. Ese corresponsal sibarita y trotamundos. Aquel solitario, e incluso: escritor que no quería escribir. La figura de Julio Camba (1884-1962) ha trascendido hasta nuestros días en forma de múltiples y pretenciosos titulares. Titulares certeros, eso sí, en la medida que se leen bajo el prisma de épocas y momentos vitales del gallego. Escritor y periodista de profesión, sus obras consiguieron despertar el interés de cientos de lectores y generar admiración en el mundillo de las letras entre grandes como Azorín, Pérez de Ayala o Muñoz Molina. De hecho, la mayor parte de su obra fue inspirada y alimentada por su oficio como articulista y corresponsal.
Al igual que sucede con sus obras, la pura biografía del menor de los Camba también es digna de mención. Antes de convertirse en un autor caústico, el periplo de Julio como trotamundos e insurrecto dio comienzo en su corta juventuz, cuando decide escaparse de casa para embarcarse como polizón rumbo a Argentina. En su llegada a Buenos Aires se introduce en los círculos anarquistas y es en esta faceta revolucionaria en la que surgen sus primeras producciones político-literarias: redactando panfletos y proclamas, así como alguna que otra obra como La Protesta Humana. En cualquier caso, su ávido activismo le valió la expulsión del país, junto a otros tantos acrátas extranjeros, en el año 1902.
A su vuelta a España comienza a publicar en el Diario de Pontevedra, aunque pronto fija su lugar de residencia en Madrid, donde escribe para El Porvenir del Obrero y la Revista Blanca. Su trayectoria periodística se engrosa con la creación de su propio diario en la calle de la Madera: El Rebelde. A partir de 1905, su sútil, escéptica e irónica escritura se traslada hasta las páginas de El País, donde colabora hasta 1907, cuando da pasó a su etapa como cronista parlamentario para España Nueva. Tan sólo un año después, se suma como corresponsal, de la mano de Juan Aragón, a La Correspondencia de España. Turquía en primera instancia; París y Londres tiempo después ―bajo la batuta del diario El Mundo― o incluso Alemania ya con su rúbrica de "Diario de un español" en La Tribuna. También cabe destacar que a partir del año 1913, y casi ininterrumpidamente hasta la fecha de su muerte, Camba se convierte en un asiduo colaborador del diario monárquico ABC.
Lo cierto es que, desde el año 1949, Julio Camba vivió aposentado en el Hotel Palace de Madrid hasta la fecha de su muerte, en 1962. Lo más anecdótico de ello no es la vida sibarita y solitaria que profesó entre aquellos muros, sino el momento que propició que esto sucediera: el empresario Juan March, aférrimo seguidor de sus columnas, le había ofrecido situarlo en la Real Academia Española haciendo uso de sus buenas influencias. Camba, con todo desplante, replicó que prefería que le pusieran un piso. El acuerdo se fraguó con las llaves de la habitación 383 del lujoso hotel madrileño. En la actualidad, a su compendio de novelas, entre las que destacan algunas como El destierro (1907), Haciendo de República (1934) o Ni Fu ni Fah (1957), se suman una serie de recopilaciones póstumas promovidas desde diversas editoriales.
Francisco Camba o "El Hidalgo de Tor"
La pluma ilustre del primogénito vilanovés no logró perdurar en el imaginario literario de la fama del mismo modo que lo hizo la de Julio. Francisco Camba nacía en 1882, dos años antes que su hermano. En la biografía del gallego llama la atención el hecho de que con sólo 15 años obtuviese el título de maestro por la Escuela Normal de Pontevedra, e incluso que ese mismo año comenzase a ejercer como tal en diversos puntos geográficos de Galicia, tales como Caldas, Portomarín, Lugo o Santiago. El mayor de los Camba también fue una figura prematura en el mundo de las letras, de facto, en esta misma época ya colaboraba en la redacción de diferentes periódicos gallegos. La Idea Moderna, El Lucense, El Regional, Gaceta de Galicia o La Provincia fueron testigos directos de los primeros textos bajo la firma reconocible del escritor.
Su debut como novelista dio comienzo en el año 1900, con la publicación en La Provincia en folletín de una de sus escasas obras escritas en gallego: O Terruño, una producción fulgurantemente costumbrista. Con el objetivo de seguir expandiendo su carrera literaria, Francisco decide trasladarse a Madrid en el año 1902. Es en este momento cuando, colaborando en Blanco y Negro ―revista ilustrada fundada por Torcuarto Luca de Tena―, sus composiciones aparecen por primera vez firmadas bajo el seudónimo de "El Hidalgo de Tor". Tiempo después, debido a motivos políticos, el vilanovés se exilia a Buenos Aires donde terminará escribiendo para El Diario Español y La Nación. De regreso a España, continúa su labor periodística en El Parlamentario, fundado y dirigido por su buen amigo Luis Antón del Olmet.
Partidario del bando sublevado, la llegada de la Guerra Civil marcaría uno de los grandes hitos literarios de su carrera: Madridgrado (1939), una novela de claros tintes profranquistas, escrita como crónica en primera persona en la que plasma sus vivencias de manera casi autobiográfica. El curioso título del libro está sacado de una de las emisiones radiofónicas del general Queipo de Llano en Radio Sevilla. En el año 1947 le sobrevino la muerte mientras se encontraba inmerso en varias obras, poniendo fin a una dilatada trayectoria en el mundo de las letras, aposentada primero en el costumbrismo, internó en la crítica social y otros temas de interés de la época; y más tarde en la novela histórica, en la que destacó un ambicioso proyecto ("Episodios contemporáneos") que daba continuidad a los Episodios Naconales de Galdós.