Entre finales del siglo XIX y principios del XX, la emigración de gallegos a países hispanos ―estos representaban un tercio de todo el éxodo español― fue unos de los acontecimientos más importantes para la historia reciente de Galicia. En un período económico y social de lo más complejo, América significó para esta y otras comunidades, una vía de escape y un mercado abierto al empleo y al éxito económico. Lo que por aquel entonces solía denominarse coloquialmente como "el hacer las Américas", daría lugar, tiempo después, a un significativo legado indiano en todo nuestro territorio.
"Indiano" era la designación común hacia todas aquellas personas que retornaban enriquecidas de estas largas estadías en el extranjero, que en la mayoría de los casos tenían lugar en países como Argentina, Cuba, México o Brasil, entre otros. En el caso de Galicia, este fenómeno indiano se desarrolló primero en aquellas provincias costeras que limitaban con el Atlántico, como A Coruña y Pontevedra, aunque poco después se extendería también hacia las zonas del interior de Lugo y Ourense.
El municipio de A Guarda, ubicado junto a la desembocadura del río Miño, representa una valiosa muestra de esta herencia cultural, ya que cuenta a día de hoy con uno de los conjuntos arquitectónicos más pintorescos e interesantes de casas indianas de Galicia. De hecho, la localidad presenta su propio itinerario turístico, conocido como la Ruta de las Casas Indianas, que recorre el callejero de la ciudad con el objetivo de sacar a relucir la historia detrás de estas construcciones.
Callejeando entre la historia
Ese flujo de emigración entre Galicia y los países americanos dio lugar a todo un patrimonio de casas indianas a lo largo y ancho de nuestro territorio. Estas viviendas, que reciben dicho nombre por pertenecer a antiguos emigrantes retornados, destacaban por su pintoresca apariencia, que trataba de simular las estructuras típicas de los países de procedencia: con la piedra como elemento predominante, llamativos azulejos y grandes cristaleras decorando las fachadas exteriores. La mayoría de estas casas tenían un carácter residencial, pero muchas otras albergaban diversos negocios en su interior o estaban destinadas a fines sociales.
A Guarda atesora, entre sus calles más céntricas y los alrededores menos poblados, hasta medio centenar de estas majestuosas villas y edificaciones. De entre todas, la Ruta de las Casas Indianas redescubre una docena de las mismas, mostrando a los visitantes pequeños retazos de su historia. Para empezar, la ruta cultural distingue estas residencias en función del país de procedencia del promotor. Hasta nueve de ellas pertenecían a emigrados a Puerto Rico, como la de Manuel Álvarez Vicente o el reconocido Centro Cultural; las tres restantes pertenecen a retornados de Brasil y se identifican en el mapa como las casas de Juanita Giráldez, Laureano Alonso Portela y Juan Giráldez.
Curiosidades de las casas indianas de A Guarda
En el caso de las viviendas indianas de esta localidad del Baixo Miño, se distinguen hasta tres estilos arquitectónicos recurrentes, entre ellos: el ecléctico, que se caracteriza por la mezcla y fusión de estilos, y que se dio entre finales del XIX y principios del XX; el estilo autóctono, que incorpora elementos propios del lugar en el que se encuentra o del que procede; y por último el regionalista, un movimiento cultural y estético que promueve una arquitectura individual y diferenciada del resto del país, que se empleó sobre todo a finales del siglo XIX.
De estilo ecléctico destacan algunas viviendas como la de Manuel Álvarez, de aire señorial y cimentada sobre el año 1890; o la de Manuel Alonso, datada en 1930, y que destaca por su llamativa fachada de color naranja, una majestuosa torre principal y el gran jardín exterior que rodea a la vivienda; también la famosa Casa de Don Eloy, una mansión con tipología de villa que fue levantada hacia el año 1890. Las zonas verdes que rodean a la casa, el color azul de sus azulejos, y el imponente trabajo de cantería, hacen de este inmueble uno de los más bonitos y singulares de A Guarda. Pero sí hay un edificio que se ha convertido en todo un símbolo del municipio y que representa una de las edificaciones indianas más reconocidas ese es el actual Centro Cultural. También de estilo ecléctico, con influencias del regionalista montañés, la vivienda fue construida entre los años 1921 y 1932 por la Sociedad Pro-Hospital-Casa Asilo.
En la corriente autóctona guardesa se enmarcan edificios como el de José Martínez, conocido popularmente como la casa do Pichipén. Levantado en 1910, la fachada de este conjunto de viviendas destaca por la presencia de puertas y vanos, y un tímpano con óculo central coronando el edificio. También en este estilo se encuentra la casa urbana de Bernardo Alonso, del año 1893, cuyos bajos fueron destinados a locales comerciales y su primer piso acogió un importante salón de baile. Continuando la ruta, los inmuebles de San Xerome (Asilo hasta 1968 y centro de educación especial desde el 81); Valentín Domínguez (de 1890), Laureano Alonso (construido en 1906) y Juan Girázdez (1900) se encuentran asimismo dentro de este movimiento típico.
La Casa de Juanita Giráldez, retornada de Brasil, es una de las viviendas de A Guarda que rompe con la línea estética de las señaladas en esta ruta cultural. Se trata de una casa urbana presente en el municipio desde el año 1950, con tipología de chalé y que sigue los cánones del estilo regionalista. También, la Villa Borinquen es otra de las edificaciones indianas más singulares de la localidad. Fue construida en el año 1910, y destaca por los pintorescos azulejos verdes que cubren su fachada. La pequeña torre de la entrada fue añadida tiempo después por el segundo propietario de la casa, un hombre de familia marinera que anhelaba ver el mar desde esta altura.