El azabache es una variedad de lignito ―un carbón mineral― dura y compacta, de intenso color negro brillante, que se emplea a menudo como adorno en bisutería o incluso esculturas. En Galicia este mineral posee una simbología mágica asociada al Camino de Santiago, pues lo cierto es que ya desde la antigüedad el azabache está considerado en el imaginario popular como el amuleto protector de los peregrinos. De hecho, la artesanía basada en esta piedra preciosa es la más característica del mundo xacobeo: conchas de vieiras, esculturas de Santiago Apóstol o las higas contra el mal de ojo, son sólo algunas de las piezas más representadas.
En la actualidad, el Museo Provincial de Pontevedra acoge la mayor colección de azabaches compostelanos existente en todo el mundo. En total, cerca de 300 piezas, fechadas entre los siglos XVI y XX, conforman este singular catálogo que puede ser visitado en el Edificio García Flórez de la Boa Vila, junto con otras colecciones de interés tales como la iconografía de Santiago, el grabado compostelano, alfarería popular o vidrios de La Granja, entre muchos otros.
La tradición del azabache compostelano
El Camino de Santiago y la devoción xacobea conforman las causas principales del arraigo de esta artesanía del azabache en la capital gallega. Aunque es difícil establecer una fecha con precisión, se considera que la tradición del azabache en Galicia se empezó a desarrollar alrededor del siglo XI, dando como resultado una joyería típica que aún perdura hasta nuestros días. Con rigor documental, dicha fecha se establece en el siglo XIV, momento en el que la actividad estaba consagrada al servicio de los peregrinos, con piezas y amuletos que los viajeros adquirían una vez finalizaban sus itinerarios.
En el año 1410 se constituyó la Cofradía de Maestros Azabacheros Compostelanos, elevando la importancia del gremio entre el comercio local. Se establecieron una serie de ordenanzas que buscaban regular y controlar tanto la actividad como la calidad de la materia prima utilizada; e incluso se llegaron a imponer duras sanciones al comercio de piezas realizadas en talleres que no fuesen los de Santiago de Compostela. Tan sólo un siglo más tarde de su constitución, en 1530, el gremio de azabacheros compostelanos estaba compuesto por cuarenta artesanos. Dicha etapa de esplendor se prolongó hasta mediados del siglo XVI, cuando las tendencias en el uso de ámbar y el marfil incidieron directamente sobre la tradición del azabache. También las guerras religiosas en la Europa de la época provocaron la caída, a mínimos históricos, de la peregrinación hacia Compostela.
En un intento por mantener a flote el negocio, los artesanos derivaron su comercio a ferias rurales y la venta ambulante, ampliando el catálogo de abalorios, aderezos, complementos y amuletos. Con todo, a principios del siglo XX ya no quedaba ni un sólo artesana del azabache en Santiago de Compostela. En el año 1926, la Sociedad Económica de Amigos del País decidió tomar cartas en el asunto para recuperar y resurgir esta vieja tradición que a día de hoy continúa presente en la ciudad gallega gracias a una decena de artesanos. De hecho, en la actualidad, muchos escaparates santiagueses lucen estas pequeñas figuras protectoras de los peregrinos y símbolos xacobeos, desde higas y medallas, a rosarios y vieiras.
Asturias y sus minas de azabache
A pesar de ser un elemento muy explotado en Galicia, cabe destacar que el azabache compostelano procedía tradicionalmente del vecino Principado de Asturias, donde existió una importante industria relacionada con el carbón. Esta piedra asturiana se obtiene de las protopináceas datadas en el período Jurásico, es decir, sus orígenes se establecen hace unos 65 millones de años. En 1923 cerró Les Caves, la última mina de extracción de azabache; sin embargo, en 1938, el minero Tomás Noval logró un permiso para extraer dicho mineral de las escombreras de Oles, en Villaviciosa. Hasta el año 2008, fecha de su fallecimiento, Noval fue el proveedor de todo el azabache asturiano para la producción artesanal. Desde entonces, para los artesanos del azabache compostelano el abastecimiento supone uno de los grandes desafíos, pues el mineral procede ahora de otras partes del mundo (aunque se mantiene en menor medida la asturiana), con calidades muchas veces inferiores y en ocasiones, también de otros materiales que se hacen pasar por azabache.