Hace un año, el Convento de Santa Clara de Pontevedra volvía a abrir sus puestas tras su adquisición por parte del Concello de la ciudad del Lérez. Tras 750 años cerrado al público, según el alcalde, Miguel Anxo Fernández Lores, se cumplía "el sueño de los pontevedreses".
El conjunto consta de más de 12.000 metros cuadrados que incluyen el claustro, los edificios residenciales y la iglesia, en la que se encuentran varios bienes artísticos que el Concello también ha adquirido, como son los retablos, el púlpito, la sillería del coro y el órgano. Pero su valor va más allá de lo que se puede ver a simple vista; se trata de una cápsula temporal que guarda en sus entrañas el rastro del pasado, de una vida anterior apenas conocida pero que, poco a poco, se va desvelando.
A través de las excavaciones que se están llevando a cabo, los expertos van desgranando detalles de siglos atrás, un trabajo de arqueología que es capaz de trasladarnos al siglo XIII. Más allá de lo que se refiere a la propia edificación, las tumbas y restos de utensilios que se usaban en el día a día ha logrado desenmascarar la vida dentro de los muros del convento de clausura.
Cerámica y la vida intra muros
Como desvelaba uno de los arqueólogos responsable de las excavaciones, Rafael Rodríguez, se encontraron tumbas fuera de lo que sería el recinto conventual de aquel entonces, anteriores al siglo XVIII, que posiblemente se tratasen de "gente que pasaba por allí y moría a las puertas del convento, o trabajadores", algo que no se tenía documentado.
En los 780 metros de excavaciones se encontraron cerca de 8.000 piezas de cerámica, monedas, hierro y otros materiales que han dejado a la luz un detalle sobre las monjas que ocuparon el convento en el siglo XVI: comían chocolate. Así lo demuestran las ‘xícaras’ encontradas, tazas específicas para tomar chocolate y que están datadas hace 500 años. Además, la cerámica ha permitido conocer que entre las que habitaban el convento había hijas de familias importantes, ya que se encontraron piezas de alto valor para la época y que se comprarían en casas de alto poder adquisitivo. Además, millares de piezas desde el siglo XIII de origen chino, inglés, italiano o andaluz que revelan el poderío del comercio en Pontevedra de la época. Las piezas llegarían desde Oriente por la ruta de la seda, previa parada en Sevilla.
Lo que más llama la atención es la vida que se hacía intra muros, las monjas de clausura que se pasaban allí toda su vida hace siglos y que hoy, progresivamente, vamos conociendo algo más de ellas. La doctora Olalla López y la antropóloga Clara Veiga departieron a principios de mes sobre los resultados de las inhumaciones de los cuerpos encontrados: de 40 enterramientos se excavaron 24 y se encontraron restos de 19 personas.
Mujeres "muy gráciles"
Los cuerpos se encontraron en orientación oeste-este, característico de los entierros cristianos, en decúbito supino, estirados y con los brazos cruzados uno sobre otro y sobre la barriga sin entrelazar las manos, una posición concreta relacionada con las personas pertenecientes a órdenes religiosas. En cuanto a las características físicas, se determinó que todas eran mujeres y había dos cuerpos infantiles que, según la datación del estudio de la formación dental, estarían entre los 7 y 10 años.
Los huesos encontrados han permitido conocer que pasaban mucho tiempo de rodillas o en cuclillas, en posición de rezo, por las patologías encontradas, y varias marcas de avanzada edad, como degeneraciones en la columna, codos y caderas. Se trataba de mujeres "muy gráciles, pequeñas de cuerpo" por lo que sospechan que muchas podrían sufrir anorexia en los siglos XVI y XVII, un punto que se estudiará en profundidad y que se conoce, por otras excavaciones, que "era una moda" el comer poco. Destaca, también, que apenas tenía caries ni pérdidas dentales, aunque en la formación de los dientes se demuestra que en la infancia sufrieron estrés o hambre.
Una "Inquisición" y una rebelión
La apertura de las puertas de Santa Clara también ha llevado consigo un estudio documental realizado por el historiador Suso Vila, que destacaba la complejidad de encontrar información sobre el convento ya que mucha de ella había desaparecido o estaba desperdigada. De sus pesquisas entre los fondos del Museo de Pontevedra, el Arquivo do Reino de Galiza y el Arquivo Histórico Nacional también han salido fotogramas del día a día de las monjas.
Es especialmente salientable la importancia femenina en todos los aspectos, con figuras que marcaron el ritmo de la vida conventual, entre las que destaca, por lo curioso, la abadesa Catalina de Caamaño y la monja-fraile Sor María de San Antonio, que en 1607 impondrían la obligación de acudir al coro. En caso de infringir la norma, se recreaba un tribunal de la Inquisición y las infractoras eran paseadas por los pasillos para que cundiese el ejemplo. La disciplina del convento se aplicaba contra aquellas que hablaban mucho, dormían demasiado o se entretenían y no cumplían con las obligaciones a tiempo.
Destaca también el capítulo que se abrió en enero de 1710, cuando las monjas se revelaron contra los franciscanos. Para ello, 18 de las 23 hermanas se desplazaron hasta Santiago de Compostela saltándose la clausura para protestar por la tensión, acoso y abuso al que estaban sometidas, al controlar la orden todo lo que ocurría en el convento. Tras denunciar la "opresión y tiranía" a las que estaban expuestas, el Vaticano les dio la razón y el Papa Clemente XI logró que regresasen a Santa Clara casi dos años después.
Los estudios y las investigaciones continúan y los muros del Convento de Santa Clara seguirán desvelando los secretos que han guardado durante tantos siglos y que ahora ven la oportunidad de arrojar luz de un pasado oculto por la vida de clausura que llevaron sus habitantes.