Con la llegada de la temporada estival, las Rías Baixas se llenan de turistas que buscan playas de arena blanca y aguas turquesa en un entorno natural único. Los pueblos costeros con mayor oferta de alojamiento turístico se masifican y pueden ser algo agobiantes en los meses de julio y agosto.
Es el caso de Cangas, Sanxenxo o Baiona, que son algunos de los municipios con mayor demanda cada verano y, consecuentemente, llegan a triplicar su población en las semanas de más afluencia. Sin embargo, hay algunos pueblos que todavía conservan su singularidad y no han cambiado para adaptarse a las exigencias de los turistas, sino que conservan su belleza natural y sus costumbres históricas y así logran ser un remanso de paz incluso en los meses de más calor.
Entre ellos se encuentra una localidad que ocupa casi nueve kilómetros de costa entre el puente de Rande y el fondo de la ría de Vigo, una línea en la ensenada que alberga la singular isla de San Simón. Su situación privilegiada, en el límite de Pontevedra y a escasos veinte minutos del centro de Vigo, le ofrece una posición envidiable. Además, su extensa costa alberga las calas de Deilán y Areeiro, a las que se suma el parque natural de Cotorredondo, con impresionantes vistas desde su mirador sobre el Parque Nacional de las Illas Atlánticas.
Se trata del municipio de Vilaboa, una joya escondida en la ensenada de Rande que se ha configurado a partir de la historia de la ría en la que se encuentra. Esconde, además, las Salinas de Ulló, que se instalaron en el siglo XVII por monjes jesuítas y cuyo abandono otorgó a la localidad un hermoso espacio natural. A finales del siglo XIX se construyó también uno de los pocos molinos de mareas de Galicia, cuyas ruinas ofrecen hoy en día una curiosa visita para los amantes de la ornitología.
Los 550 metros de altitud sobre los que se sitúa el parque natural de Cotorredondo, así como su extensión por los municipios de Vilaboa, Marín e Moaña, otorga a este espacio una posición privilegiada para contemplar la ría. Además, el lago Castiñeiras alberga la mayor colección de árboles de Galicia.
Cuenta también con un importante patrimonio religioso, entre el que destaca su iglesia parroquial más antigua, construida en 1387. San Martiño de Vilaboa tiene una fachada barroca enmarcada por pináculos, capiteles románicos en su interior y un curioso Agnus dei sobre un pedestal en la parte posterior del tejado. Del mismo conjunto forma parte uno de los hórreos más grandes de Galicia, construido sobre 36 pies en el siglo XVIII y restaurado en 2014.
Dentro del municipio se pueden hacer también varias rutas de senderismo, incluyendo algunas en las Salinas do Ulló, que permiten disfrutar del hermoso litoral de la localidad, como las islas Alvedosas, isla de San Simón y la ría de Vigo con la silueta del puente de Rande.