Don José García Barbón fue un hombre que dedicó gran parte de su vida a la labor filantrópica, llevando a cabo obras benéficas e impulsando proyectos que favorecieron a la ciudadanía. Aunque nunca dejó de lado su villa natal, Verín, a la que siempre dedicó tiempo y dinero, en 1894 se instaló definitivamente en Vigo, donde comenzaría a llevar a cabo acciones que mejorarían indudablemente la ciudad.
Nacido en el seno de una familia acomodada en 1831, el mecenas de Vigo, comenzó muy pronto a interesarse por los asuntos empresariales. Con tan solo 13 años se trasladó a Cuba con su tío, un hombre adinerado que consideraba a García Barbón su heredero, allí empezaría con sus primeros negocios. No le fue nada mal, ya que a los 25 años pudo fundar su propio banco en La Habana. Cuando su tío murió, el joven José García Barbón heredó toda su fortuna, que no era poca.
Con muchísimo dinero a sus espaldas, en el año 1884 el empresario decidió regresar a Galicia. De vuelta en Verín comenzó a hacer todo lo posible por mejorarlo y convertirlo en un lugar más cosmopolita, algo que ya había hecho desde la distancia en Cuba. Promovió empresas como el Balneario de Cabreiroá o Electra de Verín, arregló la iglesia parroquial y levantó la torre del reloj, entre otras importantes acciones que favorecieron enormemente a la villa.
Su etapa y labor en la ciudad olívica
José García Barbón nunca dejaría de trabajar para mejorar su lugar de nacimiento, sin embargo, en 1894, ya con 63 años, se trasladaría a Vigo, junto con su hermana y los hijos de esta, para llevar a cabo una nueva etapa de su vida. Viviría en lo que fue una grandiosa finca de más de 120.000 metros cuadrados llamada Vista Alegre. Permanecería allí hasta el día de su muerte.
Algunos aseguran que vino a Vigo porque sentía que Verín ya era demasiado pequeño para él. Una vez en la ciudad olívica, soltero y sin hijos, dedicó sus últimos años a realizar obras benéficas y a promover diferentes edificios y obras.
Una de sus aportaciones es el conocido Teatro García Barbón, que a día de hoy tiene el nombre de Teatro Afundación en honor a su propietario actual, un acto que muchos consideran irrespetuoso con el benefactor. Cuando aún era el Rosalía de Castro, el teatro quebró y comenzó a usarse como un almacén. El mecenas recuperó el inmueble y volvió a darle el uso para el que se había construido, la representación de obras de teatro.
Un año después de su muerte, el teatro ardió quedando completamente calcinado. Sus sobrinas, con la intención de continuar la obra de su tío, encargaron al arquitecto Antonio Palacios la construcción de un nuevo teatro, al que llamaron Teatro García Barbón.
También levantó la Escuela de Artes y Oficios, buscando acercar a la ciudadanía viguesa una enseñanza gratuita. Dotó el edificio de todos los medios necesarios, con una biblioteca de más de 5.000 volúmenes y un equipo para generar energía eléctrica. García Barbón cedió este edificio al Concello de Vigo, pero haciendo constar la fundamentalidad de que continuase siendo utilizado para el mismo propósito, algo por lo que los herederos de Barbón, la familia Oya, han velado desde su muerte.
Además, José García Barbón promovió el colegio Niño Jesús de Praga, en el Areal, ayudó económicamente a los salesianos, a los hospitales y asilos de la ciudad, a la Sociedad de Agricultores de Teis y a la Casa de la Caridad entre otras muchas aportaciones. También cedió muchas de sus propiedades y terrenos a Vigo.
Un vigués adoptivo
Aunque José García Barbón no nació en Vigo, lo cierto es que llegó a sentir la ciudad como propia. Debido a su gran labor de mecenazgo el empresario fue muy querido en el entorno. El día de su funeral, en 1909, acudieron más de 20.000 personas al cementerio de Pereiró, donde a día de hoy descansa en un gran mausoleo.
Poco tiempo después, los propios vigueses pidieron que se levantase una estatua en su honor. El 28 de septiembre de 1927 fue inaugurada la obra esculpida por Francisco Asorey, el mismo día que Alfonso XIII, Rey de España, visitaba la ciudad.