Desde hace unos años, el arte urbano vive un momento de auge y expansión, especialmente desde las Administraciones públicas, que presentan propuestas para decorar los espacios vacíos de las ciudades con grandes murales realizados por artistas locales a los que se les otorga ya un reconocimiento y un nombre dentro del mundo artístico.
Pero para encontrar el origen de estos grandes murales hay que remontarse en España a los años 80, con el movimiento grafitero; en Vigo, al son de la Movida musical, el grafiti comenzó a expandirse por las paredes. Era la expresión de la subcultura, del mundo underground que vivía fuera del territorio marcado por la sociedad.
A ojos de un inexperto, muchos no son más que "pintadas", incluso atentados contra los edificios; pero para estudiosos del grafiti, la historia de la ciudad se puede contar a través de esta expresión artística, que tiene sus propias normas y códigos. Es el caso de Alberto ‘Ash’ Santos, artista y profesor, que elabora una tesis del grafiti en Vigo, que convoca a Treintayseis en la calle Irmandiños.
Desde ella, se accede a un callejón que conecta con la calle Lepanto; los grafitis cubren por completo las paredes. "Aquí estaba la salida de emergencia del Manco y se conocía como ‘el callejón de los punkis’ y con otros nombres menos correctos políticamente", explica ‘Ash’. "Antes estaba hecho un asco, había un muro, del que ahora solo quedan un par de sillares, que dejaba una zona escondida, con muchos recovecos. El suelo estaba lleno de barro y se formaba un lodazal cuando llovía. Nadie en su sano juicio pasaría por aquí antes".
"Mantiene todavía cierto carácter"
Tras el cierre de Alfonso XIII por las obras de Vialia, el callejón se convirtió en una forma de acortar el trayecto hasta Lepanto y no tener que dar toda la vuelta. La cada vez mayor presencia de gente, llevó al Concello a echar hormigón en el suelo y se colocaron focos led. "Ya no es un sitio oscuro y sucio, pero todavía conserva cierto carácter que tenía antes, todo pintado. Era un reducto del grafiti, de la subcultura; aquí se reunían los ‘rechazados’ del Manco", puntualiza.
Una zona oculta, al margen de la cultura oficial, "donde la gente hace y deshace", que después del lavado de cara se ha abierto. En el pasadizo que conecta con Lepanto han vuelto a aparecer grafitis de todo tipo, con los que se ha dado un fenómeno que ‘Ash’ considera único "casi a nivel mundial". Alguien, un operario municipal, sospecha, "enmarcó" los grafitis del pasadizo y borró las firmas. "Alguien pensó ‘esto está trabajado y lo dejamos’, tapó lo que le sobraba, el desorden, las firmas, y deja la pieza".
Algo que para ‘Ash’ ejemplifica lo que está ocurriendo con el fenómeno del arte urbano, que desde las Administraciones tratan de domesticarlo para que sea accesible a todos, eliminando lo que consideran que sobra; pero la gente vuelve a firmar sobre lo borrado y "se vuelve a generar lo mismo de antes". "Entra dentro de todo lo que está pasando en Vigo, de potenciar una estética alrededor de lo aceptado por la institución, como el neomuralismo, y un poco dejar de lado o minimizar la importancia de cosas que ya estaban antes aquí, porque en este callejón lleva con actividad desde los años 80 y esta forma de "musealizarlo" es lo que me llamó la atención".
El ‘scalextric’
A escasos metros se encontraba el ‘scalextric’, un "mamotreto" que ‘Ash’ defiende; de hecho, porta una camiseta de la exposición que coordinó en 2020 en la que se ponía en valor no como estructura, sino por cómo los ciudadanos se apropiaron de ella. "Era una estructura que desestructuraba y que nos podíamos apropiar de ella, no como ahora", lamenta, "que el Concello te planta lo que sea y te lo tienes que tragar y ni lo toques ni le busques un uso alternativo porque no hay opción".
Precisamente, en uno de los pilares de este "mamotreto" apareció el primer grafiti del estilo hip hop en Vigo en el que ponía la palabra "beat", obra de Carlos Portela y Roberto Quintero entre los años 83 y 84. Lo hace en un territorio de punks y heavys, que eran los que rondaban el callejón, donde también concurrió el grafitero más famoso del país, Muelle. Juan Carlos Argüello fue una de las figuras de los comienzos del grafiti en España y formó parte de "los flecheros", un grupo de jóvenes que llenaron las paredes de Madrid con sus obras. "Él se llevó la fama, y hay testimonios de que hubo una firma suya en este callejón, en una de las paredes del muro".
Muelle alcanzó una popularidad que ha llegado hasta hoy; en Madrid, una firma suya fue restaurada en la calle Montera. En Vigo, a ‘Ash’ le consta que hubo muchas por toda la ciudad, aunque solo se conservan dos. Una "borradísima" en el Calvario; y otra, en una entrada de garaje en la Alameda, al lado del Mesón Compostela, que el propio ‘Ash’ trató de que se protegiese por parte del Concello.
"Fue uno de los pioneros, mediáticamente era muy relevante. Se puede hablar de Muelle como una figura de la Transición", explica el artista vigués, que lo define como un adelantado a su tiempo y del que otros importantes grafiteros vigueses que coincidieron con él le han confesado que "era otro rollo".
‘Ash’ asegura que en cualquier momento puede aparecer otra firma de Muelle en la ciudad. "Tengo la evidencia de que se movía mucho por aquí", señala. Viajaba de Madrid a Vigo, donde la Movida musical hacía de la ciudad un hervidero cultural, en una Vespa. "En Vigo se cocía algo mucho antes de que se inventase el ‘Vigo Cidade de Cor’ o antes de que quisieran poner a Vigo en el mapa del arte urbano", defiende.
Códigos del mundo del grafiti
En Vigo, grafiteros como Pelucas, o el pontevedrés Nano4814 son auténticos referentes, que han conquistado lugares como la galería londinense Tate Modern. Del primero, se pueden ver obras suyas a lo largo de la ciudad; en la misma calle Irmandiños con Iglesias Esponda hay una. En el callejón, uno de sus grafitis está tapado por la firma de uno de los clásicos del writing de Vigo. Los códigos del mundo del grafiti son también diferentes, como expone ‘Ash’.
"Por el tiempo que lleva trabajando en este callejón y el ‘rollo’ que lleva dentro del grafiti, está legitimado". En otra pared, una firma desconocida tapa un grafiti de Stim. "En este caso, se mete en un lío, porque no es nadie, no tiene ni un estilo tan depurado, no tiene nombre y no sabemos quién es". Cuestiones de respeto, jerarquía y reconocimiento.
En Vigo, la exposición ‘Urbanitas’ en el museo Marco en 2006 reunió a la generación del arte urbano que comenzaba a destacar a lo largo del país. En la ciudad, a ese grupo de grafiteros locales se les conocía como "los niños especiales", y fueron los encargados de hacer el tránsito al post grafiti. En ese ámbito y en el del street art se puede encajar a artistas como Primo Banksy o Lucio Strada, cuyas obras también se pueden ver por la ciudad.
Desde el mundo del grafiti hay la preocupación de que sus trabajos terminen siendo pervertidos o sacados de contexto en esa fiebre por reivindicar el arte urbano desde las instituciones. De hecho, confiesa ‘Ash’, más de uno amenaza con tapar todas sus obras si ve que se van a aprovechar de ellas. "Igual vamos hacia una era de borrado como acto de subversión; una vuelta de tuerca: en lugar de pintar, borrar".
Hoy, el grafiti ha llegado a los museos y a las galerías de arte, en un reconocimiento al arte efímero que han tardado décadas en obtener. En Vigo, las paredes decoradas por los artistas anónimos todavía son capaces de contarnos historias de la ciudad que, de otra manera, no podríamos haber conocido nunca.