En abril de 1991, la Plaza de América recibía la tercera escultura que se instalaba en Vigo ese año; era el último del tercer mandato del alcalde Manuel Soto y, a la postre, sería el definitivo tras doce como regidor olívico.
Si viajamos desde momento 23 años hacia atrás, a 1968, la imagen de la plaza era totalmente diferente; un cruce de vías sobre el que transitaban coches, motos, camionetas y tranvías: allí estaban ubicadas las cocheras de los tranvías de Vigo, como se puede observar en la recreación de Benito Montenegro en tres dimensiones.
Volviendo al año 91, la obra que se ubicaría en el punto medio de la rotonda no sería la única novedad, ya que al mismo tiempo se trazaba el túnel que conectaba la Avenida de Castelao con la Avenida de las Camelias y la Gran Vía. El 18 de abril se procedía a la instalación del monumento Puerta del Atlántico, la obra de Silverio Rivas que había logrado ganar el concurso de ideas planteado por el Concello y que, además, llevaba aparejada una humanización de la zona que nunca se llevó a cabo.
Ejecutada en las canteras de O Porriño con la ayuda de los alumnos de la Escuela de Canteiros de Poio, se colocó la gran estructura de 14 metros de altura y 427 toneladas, para lo que hizo falta la colaboración indispensable de una gran grúa que llegó desde Tui; se trataba, según los ingenieros, de la maniobra más importante de la historia de Vigo. Además de la gran puerta, la estructura se completaba con otros dos bloques que se situaron en el principio de Gran Vía y de la Avenida de Castelao. Las tres piezas procedían de un mismo bloque de basalto de las canteras porriñesas.
El significado de tan magna obra era un canto al continente americano, un homenaje a los miles de emigrantes que partieron desde Vigo. La figura central consta de dos puertas y un gran dintel que representan Europa y las Américas.
A pesar de ser hoy uno de las esculturas más referenciales de Vigo, hubo críticas sobre la necesidad de aquel proyecto y la instalación coincidió con protestas por el proyecto de la depuradora y una huelga en el sector naval con la presencia de piquetes. Rivas recuerda, en una entrevista a Faro de Vigo en 2016, que soportó "amenazas durante los trabajos de montaje y el día de la inauguración la presión social era muy fuerte, con gritos e insultos que no eran la mejor recompensa a 18 meses de trabajo".
Centro neurálgico de celebraciones
La recompensa de la que hablaba su autor le llegaría poco después. Y es que la Plaza de América y su Puerta del Atlántico comenzaron a aparecer en las fotos de todos los vigueses a partir de 1992 gracias al Celta y en 1999, con la llegada del nuevo año.
Hasta ese momento, el celtismo carecía de punto de encuentro "oficial" para sus celebraciones; la plaza del Rey no cuajó, especialmente por la distancia que había que recorrer desde Balaídos, y la Plaza de América se posicionó, precisamente por cercanía y tamaño de su fuente, por delante de la también recién inaugurada estatua de los caballos de la Plaza de España.
En mayo de 1992, se estrenó como punto de encuentro para celebrar los éxitos del Celta con el ascenso a Primera División del Celta de Txetxu Rojo y Gudelj. A partir de ese año, cada logro o motivo de festejo encontró en las aguas de la fuente de la Plaza de América el lugar perfecto para cantar himnos al aire; un agua que, con el paso del tiempo, desaparecía "casualmente" por problemas técnicos en las fechas señaladas. Ascensos, permanencias, finales y gestas europeas vivieron sus grandes noches allí.
Y la gran última noche del año, también, desde 1999. Al estilo de la Puerta del Sol de Madrid, el reloj del Santa Irene daba las primeras campanadas para celebrar la entrada en el nuevo siglo y despedir al XX. Una iniciativa de los comerciantes de As Travesas que tuvo continuidad hasta la llegada de la pandemia, que frenó una fiesta que iba a más y que, con la recuperación progresiva de la normalidad, se espera que se retome para entrar en 2023 con la obra de Silverio Rivas como testigo.
Remodelación y peatonalización de la plaza
En 2018, el Concello de Vigo presentó la que sería la nueva cara de la Plaza de América, que convertiría en peatonal la zona que rodea a la Puerta del Atlántico, acercando así su visión a los peatones, acostumbrados a verla desde lejos o desde un vehículo.
Un año y 1,2 millones de euros después, en mayo de 2019, se abría al público la nueva Plaza de América. Cientos de personas se dieron cita para transitar una zona con más de 8.000 metros cuadrados de árboles, setos, 26 puntos de luz, bancos, jardineras y luminarias led. Eso sí, no hubo una inauguración oficial, al estar en periodo preelectoral, pero Abel Caballero estuvo presente, en un "improvisado" camino por la nueva obra.
Caballero, que sería reelegido días después con una abrumadora mayoría absoluta, destacaba que aquella era, hasta ese momento, una plaza con "una gran escultura" y, el resto, "insoportable", así que miraron a Nueva York, como no, y se fijaron en el modelo del Columbus Circle para crear un nuevo espacio transitable.
Una plaza que tiene nueva vida y que espera con los brazos abiertos para volver a acoger las celebraciones que quedan por llegar, las de los años que quedan por venir y la de los éxitos que, esperemos, tenga guardado el futuro para el Celta.