En septiembre de 1972, Vigo se convirtió en referente nacional e internacional de la lucha obrera desafiando a una dictadura franquista que enfilaba sus últimos años con una huelga general que hizo temblar los cimientos de un sistema agotado y que despertó la simpatía y el apoyo en España y Europa.

El germen se sitúa meses antes, el 10 de marzo, más al norte de la comunidad, en Ferrol. Una protesta de los trabajadores de Bazán termina con dos trabajadores asesinados por el régimen franquista, Amador Rei y Daniel Niebla, 40 heridos de bala y más de un centenar de detenidos. Unos hechos que tenían como antecedente el encierro en la fábrica de 6.000 trabajadores que terminaron expulsados y sometidos a la represión policial.

En Vigo se pararon los astilleros y otras grandes empresas en señal de solidaridad con aquellos trabajadores que buscaban mejorar su convenio laboral. Las protestas se alargaron durante varios días, pero las cargas policiales y la presencia de policías con metralletas en la entrada de algunas fábricas terminaron con las movilizaciones.

Esa fue la primera chispa que, seis meses después, el 9 de septiembre, daría lugar al inicio de uno de los momentos clave en la lucha por los derechos de los trabajadores durante la dictadura y el mayor desafío colectivo al régimen desde la Guerra Civil.

Policías tratando de detener una protesta. Imagen: Documental ‘Vigo 1972’

Una reivindicación enciende la llama

El inicio de lo que derivará en la huelga general secundada por más de 25.000 trabajadores fue una reivindicación en la fábrica viguesa de Citroën, la de una jornada de 44 horas que suponía no trabajar los sábados por la tarde. Fue precisamente un sábado, el 9 de septiembre, cuando se realizó un paro parcial en esa fábrica que terminó con 5 despedidos: Isidro Gómez, Juan Bacariza, Francisco Vázquez, Ezequiel Costas y Estanislao Fernández.

La respuesta fue la de la solidaridad del resto de trabajadores, que se pusieron en huelga. El lunes, 11 de septiembre, fue el primer día en el que los piquetes no dejaron pasar a las instalaciones de Citroën y salen a la calle para buscar el apoyo en otras grandes fábricas de la ciudad. Reyman, Álvarez, Hijos de J. Barreras y Vulcano, entre otras, se unen a la huelga y se concentran en la Alameda; la policía carga contra los reunidos allí.

Al día siguiente, el martes 12, se produce una nueva concentración masiva, en este caso en la Puerta del Sol que termina con una nueva carga de la policía, más brutal que la del día anterior, que termina con gritos de "asesinos" a los agentes. Los intentos de negociación con la dirección de Citroën caen en saco roto, la tensión va en aumento y los paros ya afectan a 15.000 trabajadores. Muchos huelguistas se ven obligados a huir al monte para vivir en clandestinidad durante la huelga alejados del control policial, que crece con la llegada de nuevas brigadas de los temidos "grises" desde León y Valladolid.

Cerca de 30.000 trabajadores en huelga

Una semana después, el sábado 16, se estima que son ya cerca de 30.000 trabajadores en huelga, un total de 35 factorías, contando con talleres de más de 100 trabajadores. Durante esa semana, la solidaridad se extiende por la ciudad, con comercios que cierran en señal de apoyo a los huelguistas. El transporte público funciona con escolta policial tras los reiterados intentos de los trabajadores en paro para que no den servicio.

Ese sábado se producen más de 60 detenciones que se justifican por motivos no laborales, sino "por intentos de carácter subversivo", después de que el día anterior se realizase una asamblea en la Plaza de España tras la cual, los huelguistas se dividen por empresas para parar el tráfico repartidos a lo largo de toda la ciudad. El Gobernador Civil de Pontevedra asegura que empleará "cuantos medios sean necesarios" para terminar con la huelga general.

Panfleto de CC.OO. publicado en septiembre de 1972 llamando a la huelga general. Foto: @1972Vigo

Al comienzo de la semana, el lunes 18 de septiembre, las fábricas siguen cerradas y Vigo se convierte en una ciudad sitiada, con la Brigada Político-Social, la policía secreta de Franco, tratando de paralizar la acción de los sindicatos. La única fábrica que seguía trabajando era la de Ascón, al otro lado de la ría; los huelguistas acuden ese lunes al puerto para convencer a los trabajadores que llegan en barco de que deben parar, un objetivo que consiguen dejando por el camino 80 detenidos más.

Ultimátum

El martes 19 se hace el último llamamiento oficial, que será también rebotado por los medios de comunicación, para que se abandone la huelga el jueves siguiente y durante esos días siguen las detenciones de varios huelguistas, con el resultado de una multa para unos y juicio ante el Tribunal de Orden Público a otros. Durante la estancia en la cárcel, denuncian torturas de todo tipo para tratar de conocer el paradero de los líderes sindicalistas.

El jueves 21, cuando finaliza el ultimátum, se cursan más de 5.000 cartas de despido acompañadas de impresos para solicitar la readmisión, lo que provoca que muchos trabajadores se reincorporen a sus puestos. El objetivo de los que todavía se mantienen en huelga es el de extenderla a nivel gallego y nacional, pero la ciudad continúa tomada por la policía, que actúa en las zonas rurales para impedir reuniones clandestinas. La situación hace que el viernes 22 el comité debata la posibilidad de reincorporarse al trabajo, al entender que la huelga tiene que tener un final.

Trabajadores durante una manifestación en la calle. Imagen: Documental ‘Vigo 1972’

El sábado 23 de septiembre, la huelga general comienza a dar los primeros pasos hacia su resolución. Desde el comité se dan tres días para regresar a la actividad de las fábricas; hasta el jueves 26 de septiembre, la labor es la de informar a los huelguistas que poner punto final es la mejor opción.

15 días de huelga indefinida

Así, finalmente, el jueves 26 de septiembre, hace hoy 50 años, los trabajadores regresaron a las fábricas tras 15 días de protestas y paros en toda la comarca de Vigo. La disolución voluntaria no impide que se produzcan centenas de despidos, pero impidió que fuesen muchos más, además de lograr poner la primera piedra para forjar convenios colectivos más justos y más acordes con la voluntad del trabajador, que hasta ese momento dependían casi exclusivamente del Sindicato Vertical, que había sido fundado por la Falange Española de las JONS.

Los meses posteriores hubo readmisiones, además de otros que pasaron a formar parte de una "lista negra" laboral, aunque la Ley de Amnistía de 1977 supuso la vuelta a la normalidad para casi todos los trabajadores señalados.

La huelga de 1972 no solo despertó simpatías fuera de nuestras fronteras, sino que también permitió mostrar una imagen del franquismo más real y más cruda hacia el resto de los países, gracias a la cobertura que diferentes medios internacionales dieron del suceso diariamente.

Conmemoración

Con el 50 aniversario de esta huelga histórica para el movimiento obrero, el sindicato CIG ha puesto en marcha en a lo largo de este mes varios actos conmemorativos, desde una manifestación multitudinaria por las calles de Vigo el pasado jueves, la proyección del documental Setembro de 1972, unha folga que mudou a nación galega y la petición al Concello de la instalación de un monumento sufragado por el sindicato que se ubicará en O Castro "en próximas fechas".

Además, desde la organización "Vigo, setembro de 1972. 50 aniversario", también han lanzado propuestas conmemorativas, como la concentración este domingo en la rotonda de la Avenida de la Florida con la Avenida de Citroën en homenaje al proletariado que participó en la huelga, la instalación este mismo día de un monumento en el parque forestal de la Madroa o la petición de que la calle Alcalde Portanet cambie su nombre por el de Avenida Setembro de 1972.

Después de medio siglo, esta acción de los trabajadores de Vigo alzándose contra el franquismo en una huelga que tuvo carácter político para terminar con un régimen que agonizaba ha vuelto a copar titulares y a dejar atrás el olvido en el que, denuncian, se ha mantenido durante muchos años. Ahora pervive gracias a la memoria de los que la protagonizaron y a la obligación de los que ahora la conocen de tratar de que no se pierda en el tiempo uno de los símbolos de la lucha obrera en Galicia y España que, de haber ocurrido en la capital, tendría un reconocimiento mucho más profundo.