Entre el viernes 13 de octubre y el lunes 16 de octubre de 2017 ardieron en Galicia aproximadamente 50.000 hectáreas; es decir, en poco más de tres días, el fuego arrasó 500 kilómetros cuadrados, una extensión de terreno que es, aproximadamente, cinco veces el término municipal de Vigo.
Hace cinco años de aquellos incendios incontrolados por el efecto del huracán Ophelia, cuyos vientos hicieron expandirse las cenizas ardiente, a lo que se sumaba el calor de aquel mes de octubre y la escasez de lluvia. En el sur de la provincia, la ola de incendios quemó cerca de 1.600 hectáreas y dejó un rastro funesto de tres fallecidos, y un cuarto en la provincia de Ourense.
Fuego en Ourense y norte de Portugal
Lo que comenzaron siendo unos focos activos el viernes 13, principalmente en Ourense, además de uno en Silleda, dejó paso a partir del día siguiente de un reguero de incendios que se reproducían para ir asolando poco a poco el terreno por el que avanzaban. A la vez, el norte de Portugal hacía de espejo y sufría su propia ola de fuego.
Aquel sábado, el fuego comienza a propagarse por Pazos de Borbén, As Neves, Salvaterra de Miño, Ponteareas, Baiona y Gondomar. Desde la frontera natural con Portugal, en el Baixo Miño, los vecinos comienzan a mirar con preocupación el avance de las llamas, con la previsión de que se formen dos barreras incandescentes de las que sea imposible escapar.
El largo domingo de fuego
El día más negro, el que el suroeste de la comunidad recuerda como si todavía fuese ayer, es el domingo 15 de octubre, hace hoy cinco años, un día que parecía no terminar nunca y cuya noche se hizo eterna. Las imágenes del entorno de la ciudad comenzaron a poblar redes sociales y a rebotarse a través de Whatsapp. En ellas, el cinturón de fuego era el protagonista; en Ponteareas alcanzó los cuatro kilómetros de longitud; en el Val Miñor, la cercanía con núcleos de población obligó al desalojo de miles de personas.
Aquel domingo, en Chandebrito, se dieron las primeras víctimas del fuego, Angelina Otero y Maximina Iglesias, dos mujeres que quedaron en el que trataban de abandonar la zona tras caer un árbol sobre el vehículo. Esta parroquia de Nigrán es conocida como la zona cero de la ola de incendios de 2017, un paraje montañoso, repleto de árboles y naturaleza que se vio hecho cenizas en pocas horas, con más de 600 hectáreas arrasadas, y que todavía sigue luchando por recuperar el verde de su estampa, con múltiples iniciativas de repoblación forestal a lo largo de estos años.
Los vecinos y el Concello, para no dejar atrás el recuerdo, han creado un Parque da Memoria y una impactante escultura, "Rexurdimento", realizada por el colectivo Arte no Queimado, y representan dos pulmones hechos de madera quemada del que brotan unas ramas que simbolizan un nuevo camino tras la tragedia.
Descendiendo desde Chandebrito hacia el mar, la situación también era dramática. La cercanía del fuego a varias casas y urbanizaciones en zonas de Nigrán, Vincios y Baiona eran desalojadas ante el peligro inminente. Mientras, los concellos del Val Miñor abrieron los pabellones municipales para acoger a todos aquellos que se quedaban sin lugar donde resguardarse.
Hacia el norte, el monte de Fragoselo, en Coruxo, también se veía arrinconado por las llamas. En el campo del Vao, se disputaba el partido entre el Coruxo y el Guijuelo, pero el fútbol pasó a un segundo plano cuando las llamas comenzaron a ser visibles desde las gradas. Vecinos, jugadores y trabajadores del club se unieron como una cadena humana para tratar de sofocar las llamas que se extendían por una ladera llena de zonas residenciales. Las instalaciones donde entrenaban y jugaban las categorías inferiores quedaron reducidas a cenizas, salvo el césped y la grada. Al tiempo, desde la directiva se abrió el campo de O Vao que dejó de ser un espacio deportivo para convertirse en un lugar de solidaridad, donde se dieron cita cerca de 200 personas, entre afectados y voluntarios.
El viento que soplaba, fruto del paso de Ophelia, seguía lanzando las llamas hacia el núcleo urbano de Vigo. La Avenida de Europa, una de las conexiones de la ciudad con la playa de Samil, ardía, al igual que Valladares o Matamá. En la zona del Cuvi, se producía el desalojo de las residencias de estudiantes por precaución, y también se producía el desalojo de la planta de PSA de Balaídos. Desde el centro de la ciudad, el humo se mezclaba con el amarillo del sol, dejando una estampa preocupante para los que se creían resguardados por el asfalto.
Pero entrada la noche, aparecieron focos en diferentes zonas de la ciudad, mientras se comenzaba a hablar de grupos organizados que estaban plantando fuego de manera intencionada, descripciones de los posibles culpables y hasta la descripción de motoristas que prendían las llamas sobre dos ruedas. En la zona de Florida y Navia, de nuevo cadenas humanas con cubos llenos de agua en una estampa heroica que se hizo viral, mientras el cuerpo de bomberos no daba abasto para lidiar con todas las urgencias. Hispanidad y la calle Barcelona, las inmediaciones de O Castro o la Plaza de España entraban dentro de la lista de afectados.
El lunes, tras una noche eterna, los focos comenzaron a controlarse poco a poco. En Vigo, el alcalde Abel Caballero comunicaba alrededor de las 17:00 horas que el fuego se había extinguido. Las llamas dejaban un rastro de desolación y el foco mediático en todo el área, además de cobrarse la vida de varias personas y de dejar reducidos a cenizas grandes extensiones de terreno arbolado.
Poco a poco, aparecieron los presuntos culpables; el primer detenido, un hombre que provocó un incendio "mientras asaba unos chorizos" en una finca familiar en la zona de Xinzo de Limia. Además, una mujer era detenida y después puesta en libertad como presunta autora de los incendios en Mos; y otros dos hombres eran detenidos por supuestamente provocar incendios en la zona de Gondomar.
La ola de incendios obligó a la Xunta de Galicia a revisar protocolos de actuación y desde los concellos reforzaron las medidas para que los propietarios de los terrenos se ocupasen de limpiar y desbrozar, además de replantear el modelo de monte gallego, repleto de eucaliptos, para recuperar especies autóctonas, más eficientes en la protección contra el fuego.
A la espera de la nueva ley de lucha integral contra incendios, que se prevé que se comience a tramitar este mes de octubre, hoy, todavía es posible detectar las cicatrices que el fuego causó a lo largo de la comarca de Vigo y el Baixo Miño, una huella de cinco años que todavía perdura en la memoria colectiva.