Desde las pequeñas poblaciones rurales hasta las grandes urbes gallegas, el vestigio histórico y etnográfico propio de las sociedades industrializadas sigue muy presente en el sur de Galicia. Como unos auténticos símbolos del crecimiento económico en el territorio, la memoria del patrimonio industrial mantiene vivo a día de hoy el recuerdo de aquellas épocas pasadas que supusieron un enorme desarrollo para sectores tan representativos como el conservero, naval o pesquero en el caso particular de las Rías Baixas.
Pero más allá de estas proliferas industrias marineras, también otras actividades estratégicas forman parte del legado industrial típico de las Rías Baixas: las minas de wolframio en Fontao, la Azucreira de Portas o la Fábrica Laforet son sólo algunos de estos antiguos complejos industriales que todavía conservan intacto su valor histórico en la provincia de Pontevedra. Por ello, en esta ocasión, os proponemos un recorrido entre el ayer y hoy del sur de la región para descubrir las singulares historias y evolución detrás de estos referentes del patrimonio industrial de la zona.
El legado de las industrias marineras
La costa de Vigo conformó una de las mecas del turismo industrial de la provincia de Pontevedra, si bien el grueso del litoral se encuentra repleto de huellas de está época de gran desarrollo económico. Sin ir más lejos, en la comarca do Salnés podemos encontrar varios restos del pasado industrial de las Rías Baixas en puntos como el Museo da Salga de O Grove o el Centro de Interpretación da Conserva da Illa de Arousa, ubicada en la antigua fábrica de Goday, considerada una de las primeras conserveras industrializadas de toda Galicia. En la otra cara de la ría de Pontevedra por su parte, la comarca do Morrazo también alberga uno de los espacios de obligada visita por la historia de los pueblos costeros de Galicia: el conocido como Museo Massó de Bueu, un lugar que mantiene vivo el legado de la última conservera ballenera de Cangas. De hecho, a escasa distancia del espacio museístico se sitúan las ruinas de esta antigua empresa familiar que contaba con una serie de negocios vinculados al sector industrial y marinero.
Pero volviendo a los límites del litoral vigués, podemos destacar varios puntos clave en este mapa etnográfico e industrial relacionado con las actividades de sus puertos: la nave de Alfageme, cuyas piezas más singulares se exponen en el Museo Anfaco o el Museo del Mar de Galicia, emplazado sobre la antigua conservera de Alcabre en Punta do Muíño. El espacio fue proyectado por los arquitectos César Portela y Aldo Rossi y consta en su totalidad de tres edificios: una estructura principal, un edificio anexo conectado a través de una pasarela, un acuario y una cafetería-restaurante. Cabe destacar que este centro cuenta con un total de 17.000 metros cuadrados destinados a las exposiciones permanentes e itinerantes del museo, todas ellas de temáticas muy variadas pero relacionadas siempre con el mundo del mar.
Más allá del mar y sus actividades
En lo que respecta al paisaje industrial del interior de la provincia―y aunque no tan bien conservado―, todavía podemos encontrar varios referentes en localidades como Portas, Caldas de Reis o Soutomaior, lugares donde se alzan las figuras de la antigua Azucreira de Portas, la Fábrica Laforet o la icónica y en ruinas Fábrica da Luz de Segade. El primero de los casos conforma un proyecto frustado convertido en la actualidad en centro cultural y mirador de moda la comarca. La vieja fábrica de azúcar de la localidad conserva una churiosa chimenea-miradores que representa un importante símbolo de la arquitectura industrial de las Ríaas Baixas.
En el caso de la fábrica de Soutomaior, en sus entrañas se cocinaba antaño el carburo cálcico que fue utilizado durante décadas en la iluminación de las conserveras. Por su parte, los vestigios de la antigua central hidroeléctrica de Caldas de Reis se han convertido en un singular reclamo turístico para la localidad. Cabe destacar que la fábrica mantuvo su actividad hasta principios de la década de los cincuenta, cuando su estructura se sumió en el más absoluto abandono y en actualidad presenta un riesgo incipiente de destrucción y alteración esencial de sus valores. Eso sí, el entorno en el que se emplaza, frente a la cascada de Segade, constituye uno de los rincones naturales más bonitos de la localidad pontevedresa.