María Reigosa es maestra de vocación. No siempre ha sabido qué era lo que quería hacer y, como ella misma confiesa, cuando terminó la carrera —estudió en la Universidade de Vigo— sintió la incertidumbre del futuro. Tuvo la suerte de poder decidir sus siguientes pasos en el extranjero, concretamente en Estados Unidos, donde descubrió un nuevo modo de ver su profesión.

En San Francisco, Reigosa trabajó en una escuela urbana para la población judía donde se dedicaba una gran cantidad de tiempo al juego de los niños en el exterior. Le llamó la atención esa concepción pedagógica de la enseñanza y la conexión con la naturaleza, por lo que se formó más en esos métodos educativos "alternativos". También estuvo observando proyectos innovadores en México.

Ya en 2018, María volvió a España y aplicó todo lo que había aprendido en un proyecto de bosque escuela en Cataluña, Endoca Forest School. Con la mochila llena de experiencias, la pandemia fue el empujón definitivo para que la maestra volviera a Galicia y emprendiera aquí su propia aventura: Be Nature School.

Aprender jugando

Dos horas al aire libre, en el bosque, explorando, jugando con otros niños y practicando inglés sin miedo. Así son las sesiones de Be Nature School, el proyecto de "escuela" en la naturaleza que lidera María Reigosa.

"Crear un espacio educativo donde los niños se puedan desarrollar en un ambiente de amor, respeto y donde se proteja tanto el espacio natural como el cuidado de cada uno y el prójimo", reza la página web de Be Nature. En base a esa visión, María planifica las actividades, que son en horario extraescolar.

Reigosa trabaja en un colegio privado de Gondomar como profesora de infantil y por las tardes se dedica a Be Nature: "Es una manera para mí de combinar la parte de innovación pedagógica que aplico por las mañanas en mi lugar de trabajo con la que me faltaba, que era la conexión con la naturaleza".

En Be Nature no hay profes, sino acompañantes. Las jornadas arrancan con una caminata por el entorno, después se hace una propuesta en la que pueden aportar ideas los niños o se organiza en función de dudas que les hayan surgido a los pequeños en anteriores sesiones, y para finalizar hay un espacio de juego libre.

Además, también organizan yoga en familia en la naturaleza. Todas estas actividades se llevan a cabo entre el comienzo de la primavera, a mediados de marzo, hasta la llegada del invierno. En estos momentos, Be Nature se encuentra cerrado a la espera de los meses más calidos.

Los beneficios de la naturaleza en la infancia

Los padres que acuden a Be Nature School suelen buscar una manera alternativa para que sus niños aprendan inglés. "Son gente muy consciente de la importancia que tiene el juego para el aprendizaje y la adquisición de conocimientos", explica María Reigosa, "Es la innovación de un proyecto que todos querían pero no había".

Las aulas de BeNature son Monteferro (Nigrán) y O Chan da Lagoa (Baiona), dos entornos únicos de la naturaleza. El más habitual es el primero, ya que O Chan resulta un lugar de acceso más complicado para las familias. En Monteferro, como cuenta María, tienen los elementos de la montaña y de la costa en las palmas de sus manos.

Los niños aprenden "manchándose" las manos, cantando en voz alta por el monte, relacionándose con los demás, perdiéndole el temor a la naturaleza. "Tienen un miedo tremendo al bosque, pero poco a poco se van dando cuenta de que pueden trepar por las rocas, por ejemplo, de que están en un entorno seguro con adultos", afirma la maestra.

Ser un niño en el mundo de hoy

"Sí creo que los niños están desconectados, estamos nosotros mismos desconectados (del mundo real). Yo, por ejemplo, no soy anti moda digital, considero que es una herramienta maravillosa. El problema es que no se está sabiendo gestionar", dice María Reigosa.

Como explica la educadora, es muy importante entrenar el aparato locomotor para desarrollar el aprendizaje. Las habilidades motoras que el niño entrena durante el juego en la naturaleza le otorgan preparación para adquirir conocimientos de forma más sencilla.

"Al final lo importante es jugar, tener un cuerpo fuerte a nivel físico y mental", defiende Reigosa. Be Nature trabaja con dos franjas de edad, Seeds, entre tres y seis años; y Roots, entre siete y nueve años. ¿Y los más mayores? ¿No serían receptivos de estos métodos?

María reflexiona que sería interesante probarlo, pero cree que nadie se apuntaría: "Nos olvidamos de que los niños de nueve años son niños, y los adolescentes también. La importancia del juego se ha olvidado".

Achaca este problema a la carga excesiva de trabajo de los pequeños, entre deberes y actividades extraescolares: "Los hemos hecho más mayores. ¿Por qué les hemos cargado de estas responsabilidades que aún no les toca?".