Eduardo Carnero Fernández (Cualedro, Ourense, 1958) no ha tenido una vida fácil. Padece una retinosis pigmentaria de nacimiento que, a sus 65 años, ha mermado prácticamente al 100% su capacidad visual. El oculista le detectó de niño -cuando él se percató de que no veía bien- esta enfermedad degenerativa y, a pesar de que se sometió a diferentes tratamientos para frenar su avance, éstos no cumplieron el propósito inicial.

Pese a todo, este ourensano aceptó un día el desafío de una amiga y retomó los estudios que un día -en la década de los 70- abandonó al verse afectado por la enfermedad visual que padecía y padece. Llegó a la meta demostrando dos cosas: La primera, que no hay edad para estudiar y, la segunda, que, a pesar de que las personas con algún tipo de condición física o sensorial adversa tienen barreras más difíciles que superar en comparación a los demás, si hay determinación y amor -como el caso de Eduardo hacia su padre, por quien acabó el grado- es posible derribarlas.

De la universidad, al pueblo

El periodo escolar fue de lo más movido para este ourensano, que fue enviado por sus padres a estudiar a un colegio de curas, lo que le llevó a moverse, tal y como estaba estipulado, por diferentes centros religiosos de España. Cuando tenía diez años, Eduardo se marchó a estudiar a Astorga y, después, al El Escorial. A los 16 años se trasladó a Valladolid y, a los 17, a Santander.

Finalmente, Eduardo volvió a Santiago para estudiar la carrera: "En aquella época veía bien. Los estudios primarios y secundarios los realicé sin ningún problema", recuerda. "Al haber ido a un colegio de curas tenía más conocimiento de las letras. A mí me llamaban más las ciencias cuando iba a entrar en la universidad y me matriculé en Económicas. Lo que pasa es que no tenía mucha idea de Matemáticas, así que lo dejé y al curso siguiente entré en Derecho", añade.

Fue, precisamente, en el periodo universitario, cuando al ourensano se le agudizó su problema de visión: "Ya me costaba ver la pizarra y todo fue a peor. Logré terminar primero y aprobé tres asignaturas de segundo, pero lo tuve que dejar", cuenta.

"Ya me costaba ver la pizarra y todo fue a peor. Logré terminar primero y aprobé tres de segundo, pero lo tuve que dejar"

eduardo carnero fernández

Confiesa que, en la década de los 70, desconocía la existencia de la ONCE y no tenía acceso a los recursos que hoy le han permitido completar su carrera. "No tenía ni idea. A partir de los 80 sí que empezaron a tener más actividad a nivel nacional. Yo me afilié en el 99. Todo ese tiempo estuve sin hacer nada, a nivel estudios. Sí trabajé en la gasolinera de mi padre, en Cualedro", matiza.

Eduardo confiesa que tampoco expuso en la facultad el problema que tenía: "Eran otros tiempos, no me planteé ni siquiera comentar nada. Quizá me vi un poco superado por la situación y la carrera no iba bien. Así que abandoné", lamenta.

Eduardo sostiene su título, orgulloso.

Una amiga le convenció para estudiar

Después de trabajar casi ocho años en la gasolinera de Cualedro y decidir que, quedarse en este pueblo del rural ourensano junto a sus padres sería lo mejor dada su situación, Eduardo, que también llegó a ser concejal en el mismo Ayuntamiento por Compromiso por Galicia, decidió, un buen día, retomar sus estudios: "Volví a coger los libros en el 2011. Un día, una amiga que también había abandonado sus estudios, me dijo que por qué no nos matriculábamos en la UNED y seguíamos con la carrera. Le dije, ‘Pues venga, ¡vamos! Y así fue", explica.

Eduardo decidió, al principio y tras conseguir la convalidación de 11 materias, coger pocas asignaturas e ir con calma. La competición era consigo mismo. Antes tuvo que informarse en la ONCE sobre las posibilidades y apoyo que existían para una persona invidente que quería estudiar: "Los libros, por ejemplo, los mandaba a Madrid, a la ONCE, y desde allí me los pasaban a un audio. Yo estudié por audios. Sé leer en braille, pero no tengo velocidad. Leo como si fuera un niño que está aprendiendo a hacerlo y hacer una carrera así es inviable", remarca. "La UNED, por su parte, me proporcionaba un ordenador para poder hacer los exámenes empleando el sistema Jaws -se trata de un software que lee las pantallas-. Yo me examinaba en un aula en la que estábamos un profesor y yo. El examen, que era el mismo que el que tenían los demás compañeros, me llegaba en un CD y era el profesor el que lo abría y lo introducía en el ordenador", añade.

"Los libros, por ejemplo, los mandaba a Madrid, a la ONCE, y allí me los pasaban a un audio. Yo estudié por audios"

EDUARDO CARNERO FERNÁNDEZ

Durante todos estos años, el graduado acudió todas las semanas a las tutorías que se celebraban en la sede de la Universidad a Distancia en Ourense. Tanto los profesores, como sus compañeros, se volcaron en ayudarle. "Para acceder al campus virtual, por ejemplo, tenía muchas dificultades. Los compañeros me ayudaban mucho. Me proporcionaban los enlaces, me ayudaban a meterme en el ordenador…", cuenta Eduardo. "En la UNED de Ourense, al final, éramos pocos. Éramos como una familia. De hecho, en algunas tutorías he llegado a estar solo. La gente trabaja y no siempre puede ir. También el personal de la propia UNED me acompañaba a las clases cuando yo todavía no era capaz de orientarme", añade.

Una alegría para su padre

Eduardo admite que, al principio, se tomó esta segunda fase de la carrera como un "hobby", pero, con el paso de los años, comenzó a verla como una meta: "Quería conseguirlo. Cuando me di cuenta de que ya estaba acabando pensaba en mi padre y en darle una alegría. Lo hice por él", confiesa.

Cuando se le pregunta a este graduado en derecho si las barreras existen, responde categórico: "Sí que las hay, y para nosotros -se refiere a aquellas personas con algún tipo de discapacidad física o sensorial- mucho más difíciles que para el resto de la gente. Pero todo depende del interés que pongas en lograr tus metas", opina Eduardo. "Dicen que cuando te falta un sentido agudizas los demás, pero yo no lo noto, o, al menos, no soy consciente de ello", añade.

Eduardo admite que, como a todos los estudiantes, hubo asignaturas que le costaron más: "Se me atravesó un poco Derecho Penal 1. Me resultó bastante difícil", reconoce. "Me siento satisfecho y orgulloso por haber terminado. A alguien en mi situación y con las posibilidades que hay hoy en día le diría que no abandonase, que siguiese", añade.

Aunque este ourensano no pretende ejercer, asegura que la carrera le ha valido para "manejarse mejor en la vida". En este extremo, confía más en sí mismo y se siente más independiente: "Aunque siempre voy a necesitar la ayuda de alguien, ahora, para cualquier gestión, sé mejor a qué organismos me tengo que dirigir. Además, considero que a nivel cultural me ha aportado muchísimo", concluye.