El alcalde de Vigo, Abel Caballero, inauguró en la mañana de este jueves la muestra "Laxeiro descoñecido II. Obras inéditas de segunda época", que se podrá visitar hasta el 2 de octubre en la Casa das Artes, en la calle Policarpo Sanz.
La Fundación Laxeiro ofrece la segunda aportación de la serie titulada "Laxeiro Descoñecido" dentro de las actividades programadas en el Año Laxeiro, con motivo del acuerdo de la Real Academia Gallega de Bellas Artes de dedicar al pintor el Día de las Artes 2022.
Las obras inéditas que se muestran abarcan un período que va desde finales de los años 50 hasta el año 90, un período en el que Laxeiro rompe con la noción de estilo único, abrazando un eclecticismo que ilustra la libertad creativa del pintor y la búsqueda de su propio camino, una vez superados los postulados que caracterizaron al grupo de Os Novos en la primera mitad del siglo XX.
La exposición está compuesta en su totalidad por obras procedentes de colecciones particulares y se centra en temáticas que caracterizaron la pintura del artista en los años 30, como las escenas de Carnaval. El carnaval y la fiesta en general se presentan como un espacio de libertad en el que, por unos días, la orden social puede ser subvertida sin consecuencias para sus protagonistas.
Trazos característicos de Laxeiro
El mundo infantil es también una constante en la obra de Laxeiro que, para él, significa un ámbito de libertad e inocencia, aun sin contaminar por las imposiciones políticas y sociales del mundo de los adultos. Dentro de esa fascinación por lo popular, a pesar de la falta de religiosidad del pintor, el románico popular dejará una honda huella en él y los calvarios serán uno de sus temas característicos a lo largo de su carrera.
Su lenguaje plástico es, desde bien temprano, un lenguaje libre de academicismos que, en aquellos años, suele la conocida cómo estética granítica, caracterizada por la aplicación de abundante pigmento, normalmente aplicado con espátula, con el que el artista consigue una calidades muy cercanas a la escultura en piedra y unos acabados en los que el dibujo se va concretando a través de la mancha pictórica, con un resultado en el que el gesto gana un evidente protagonismo.
El cromatismo terroso, característico de las obras de estos años, incide, por una parte en esa reivindicación de la estética granítica ese aspecto escultórico de la obra y, por otra parte, envuelve las escenas en una suerte de tenebrismo con el que recoge una línea de trabajo de la pintura española moderna que arranca con las Pinturas Negras de Goya y continúa con la obra de artistas como Gutiérrez Solana.
Todas estas características denotan la intencionalidad del joven Laxeiro de construir una estética propia que, en el argumental, evidencia una fuerte vocación narrativa y fabuladora, en la que se hace evidente su experiencia como ayudante de escenografía en el Teatro Martí de La Habana en su adolescencia y también su fascinación por las historias de la cultura oral gallega.
Esta estética personal tiene también unas características formales propias, como son la construcción de una forma de ver alejada de la tradición mediterránea que pone la atención en las imágenes ambiguas, a consecuencia de la luz de Galicia y una geografía que mira hacia el Océano Atlántico, al Norte donde el desconocido va conformando una visión misteriosa del mundo.