- ‘Vigo no tempo’, una muestra para reivindicar la identidad y la cultura urbana de la ciudad
- Cinco piezas curiosas que no te puedes perder en la exposición ‘Vigo no tempo’
La memoria y el tiempo son, algunas veces, malas compañeras de viaje. La primera, la memoria, elige lo que quiere retener y de qué manera lo hace; el segundo, el tiempo, lucha para borrar esos recuerdos y convertirlos en imágenes desenfocadas que a veces cuesta ver de forma nítida.
Ambos factores influyen a la hora de rememorar la historia de una ciudad. En el caso de Vigo, algunos viven grabados a fuego en libros, academias o museos, desde el arquitecto Antonio Palacios, del que en 2024 se cumplen 150 años desde su nacimiento, hasta el francés Michel Pacewicz, cuya huella arquitectónica respira profundo a lo largo de la ciudad, pasando por los apellidos que dieron nombre a las conserveras y a los astilleros que dieron empaque industrial a Vigo.
Pero otros se quedan fuera del foco más popular, y aunque reconocidos en los ámbitos que les dieron reconocimiento, desaparecen de la frágil memoria popular. Se mantienen en nombres de calles, en firmas de imágenes históricas, en obras de arte o en edificios simbólicos, y están muy presentes en el recorrido de la exposición Vigo no tempo; una muestra que se enmarca en el proyecto ‘Cidades no tempo’, promovido por la Xunta de Galicia (a través de la Fundación Cidade da Cultura) y Afundación y que se puede visitar en la Sede Afundación Vigo hasta el 20 de enero de 2024.
De momento, desde su apertura, la exposición ha recibido 2.000 visitantes, con una media diaria de 120 personas.
Urbano Lugrís
Para muchos vigueses, Pintor Lugrís es una calle que une Lopez Mora con la Plaza de la Independencia, en conexión con la calle Álvaro Cunqueiro. Pero detrás de ese nombre, se guarda la figura de Urbano Lugrís, pintor casi autodidacta, bohemio y anárquico, en su obra se refleja su querencia por la temática marina sumergida en lo onírico. Valle-Inclán y, sobre todo, Julio Verne, son dos de sus referentes y cuya influencia aparece reflejada en su obra pictórica.
Tan ecléctico en su obra como en su vida, en la capital se relaciona con García Lorca o Rafael Alberti, se presenta como compañero de Ismael y el capitán Ahab en Mobby Dick y se sabe de memoria La Odisea, incluso en griego clásico, aseguraba.
En Vigo no tempo se puede ver de cerca su obra Vista de Vigo, que formaba parte de los cinco murales que decoraban las paredes del Gran Hotel de Vigo: La Romería, San Telmo, Mapa de Galicia y Los misterios del mar. En la obra, fantasía y realidad se muestran como un decorado de un teatro, con las cortinas recogidas en un lateral, y se divisa desde el mar un Vigo antiguo, en el que se aprecia la Fortaleza de O Castro, la Colegiata o el Berbés. Del mar emergen tentáculos y figuras que desvelan monstruos marinos, como parte de una novela de aventuras.
Víctor de las Heras
La reconversión naval por el día y la Movida por la noche marcaron el ritmo de la ciudad a mediados de los años 80. El espectador privilegiado de todo lo que ocurría en aquel Vigo que explosionaba tras el franquismo era Víctor de las Heras, que detrás del objetivo de su cámara inmortalizó tantos momentos como imágenes icónicas ha dejado en la memoria de los vigueses.
El enfrentamiento de Sandokan con un policía recibe al visitante a la sala donde están expuestas a gran tamaño varias imágenes del fotoperiodista, que son sólo algunas muescas de las que guarda en su archivo personal. Siniestro Total bajo el ‘scalextric’ que nunca se abrió al tráfico y cuyos muros se convirtieron en objeto de los primeros grafitis de Vigo, un primer plano de Antón Reixa o la figura de Germán Coppini marcan el ritmo de la sala que le dedica ‘Vigo no tempo’ al encargado de que las imágenes se fijen para siempre en nuestra memoria.
Desiderio Pernas
A pesar de ser uno de los principales artífices del diseño del Vigo de la década de los 60 y 70, con la ciudad en pleno desarrollo, Desiderio Pernas es uno de los nombres que han quedado ocultos por detrás de otros de su misma generación. Fue el encargado de introducir la modernidad en la arquitectura viguesa y llevan su firma un amplio catálogo de obras públicas y privadas.
Además de construir su propio chalet, en la Gran Vía, obra con la que se estrenó como arquitecto en la ciudad tras regresar de Chicago, suyos son multitud de edificios de la ciudad que pasan desapercibidos al ojo del caminante. En la Avenida de las Camelias, Gran Vía o el polígono de Coia se levantan edificios que diseñó, que guardan características similares en las fachadas con grandes ventanales horizontales sin decoración e interiores luminosos y diáfanos.
En la arquitectura religiosa, destacan las iglesias de Santa Clara, en Ramón Nieto, la iglesia del Rocío, en Avenida de Castelao y la iglesia de Alcabre. También fue el encargado de diseñar lo que sería el campus universitario de Lagoas Marcosende, cuya maqueta se puede visitar en la exposición.
No faltan en su portfolio el proyecto del edificio Castelar, en Plaza de Compostela, el del Banco Simeón, en Policarpo Sanz o la rehabilitación del Teatro García Barbón en 1988. Además de la arquitectura, otro elemento que tiene su firma es la escultura de los Galeones de Rande, en O Castro.
Manuel Moldes
Se trata de una figura imprescindible para entender el arte hecho en Galicia en las últimas décadas, ya que Manuel Moldes no solo fue creador, sino también maestro de varias generaciones de artistas gallegos que pasaron por la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra. Además, fue miembro numerario en la Real Academia Gallega de Bellas Artes.
Con una estética propia basada en una figuración de profundas raíces autóctonas y con una personalidad muy marcada, Moldes, pontevedrés, dejó para Vigo un reflejo de lo que era la ciudad en el año 86, en la que se potenció el ámbito industrial que caracterizó aquella etapa de fuertes luchas sindicales.
En Vigo traballa, la obra que se puede visitar en Vigo no tempo, realiza desde una vista aérea un repaso geográfico a la urbe desde el plano arquitectónico, pero también a los que viven en ella, herreros, albañiles o armadores, en unas imágenes entre las que se diluye el tiempo, como en la aparición del tranvía.
Se trata de una obra que es el contrapunto de Pontevedra duerme, realizado tres años antes.
Grupo Atlántica
Manuel Moldes fue uno de los integrantes del Grupo Atlántica, un grupo de artistas que querían alejarse del pasado artístico gallego para dar voz a las nuevas generaciones. Se organizaron exposiciones al aire libre en la Plaza de la Princesa desde 1976, pero de manera oficial se hicieron cinco, una al año, entre 1980 y 1984. La primera, en Baiona, bajo el nombre de "Atlántica. Últimas tendencias das artes plásticas", a las que seguirían las de Madrid, Salvaterra de Miño y dos en Santiago de Compostela.
Más allá de lo generacional, reivindicaban la cultura y el espíritu atlántico con una voluntad común de renovación y tuvo su centro en Vigo. Formaron parte del grupo nombres como Baixeras, Correa Corredoira, Armando Guerra, Goyanes, Silverio Rivas, Basallo, Manuel Moldes, Manuel Ruibal, Mon Vasco, Mantecón, Lamazares o Leiro, y sirvió para abrir las artes plásticas gallegas al ámbito internacional.