El 20 de abril es una día muy señalada en el calendario del celtismo, y no solo por la archiconocida canción del grupo pucelano homónimo. En 1994, el Real Club Celta llegaba por segunda vez en su historia -la primera en color- a una final de Copa del Rey. 23 años después, el equipo vigués superaba por primera vez los cuartos de final de una competición europea. Dos estadios, dos competiciones, dos equipos, dos generaciones…y cientos de emociones que resumen el celtismo.
La primera fecha sigue siendo a día de hoy, la vez que el Celta ha estado más cerca de levantar un gran título. La primera final de Copa contra el Real Zaragoza llegaba antes de que la Ley Bosman revolucionara el fútbol, con un equipo humilde y trabajador que dos años antes estaba en Segunda. A la final de Madrid llegarían tras eliminar a Logroñés, Oviedo y Tenerife, y con Gudelj como "pichichi" del torneo.
Aquella noche Galicia entera vibró por el que podría ser el primer título de la historia. Desgraciadamente no fue así, comenzando el mes negro del fútbol gallego al perder el 14 de mayo el Deportivo la Liga en el último minuto. Afortunadamente, el Compostela rompería ese "maleficio" el 1 de junio logrando su primer ascenso a la máxima categoría del fútbol nacional.
El Celta de Txetxu Rujo se enfrentaba a un Real Zaragoza con nombres como Miguel Pardeza, Nayim o Fernando Cáceres. En el banquillo, el entrenador de moda en los 90 y que después revolucionaría Vigo: un jovencísimo Víctor Fernández; que había dejado por el camino a Badajoz, Sevilla y Betis.
Con la celeste el "diez" era para Gudelj, que en solo dos años en el equipo se había convertido en un ídolo de masas; especialmente tras la remontada en la vuelta de las semifinales en Tenerife. Junto a él, jugadores punteros como Engonga, el canterano Jorge Otero, Ratkovic o Vicente, el último "gran capitán"; que vivió el cénit de sus 351 partidos sin poder alzar la ansiada primera Copa.
El partido fue una oda al fútbol de entonces, tremendamente igualado y con más fe que técnica. El Celta dispuso de mejores ocasiones, pero los maños demostraban su oficio -habían sido subcampeones el año antes- ante el empuje de los 20.000 vigueses desplazados a Madrid. En el último minuto del tiempo reglamentario, un sensacional cabezazo de Salva a centro de Dadíe pudo cambiar la historia, pero Andoni Cedrún lograría una de las mejores paradas de su vida para prolongar el partido a la prórroga y los penaltis.
La suerte no estuvo ni con Cañizares….ni con Alejo
Todo se decidiría desde el fatídico punto de penalti, sin suerte para los vigueses. Especialmente frustrante fue para Santi Cañizares, ya consagrado como uno de los mejores del país. Considerado un especialista en penas máximas, adivinó la dirección de todos los lanzamientos pero no pudo detener ninguno. Cañete, que perdería en 2001 la final de la Champions con el Valencia de la misma forma, ha reconocido en numerosas ocasiones la "espina clavada" que tiene con esa tanda por lo que habría supuesto para la ciudad. Tras esa temporada, jugaría el Mundial de EEUU -había debutado esa misma temporada con la selección– y el Real Madrid lo repescaría.
Pero tras los goles de Andrijasevic, Gudelj, Dadíe y Losada llegaría el horror. Alejo tomaba carrerilla y golpeaba decidido el balón, dándole primero al césped del Vicente Calderón –"matando al topo" como él mismo ironizó- y provocando que el balón llegara manso a la meta. Curiosamente, el defensa extremeño había anotado un gol en Liga dos semanas antes y lo haría de nuevo en mayo.
Indias disputaría otros 119 partidos con la celeste -es el 20º jugador con más titularidades en Primera– pero no pudo bordar su nombre con letras doradas en la historia del club; aunque todo el celtismo le profesa un gran cariño. Hasta el propio rey Juan Carlos I tuvo unas palabras de cariño hacia él en la entrega del trofeo, preocupado por su estado anímico.
23 años después: un equipo de amigos entre los más grandes
Afortunadamente, el tiempo le daría al conjunto vigués una segunda oportunidad en esta tararareada fecha. 23 años después; un equipo de ensueño liderado por tres canteranos endulzaba la herida para culminar una temporada de menos a más en Europa tras dejar por el camino a Standard, Panathinaikos, Shakhtar Donetsk y Krasnodar.
El Luminus Arena fue testigo de la entrada y fiesta posterior del Celta de Berizzo en la élite europea. Pese al empuje del Genk, Pione Sisto anotaba el empate a uno que hacía bueno el 3-2 de la ida y catapultaba al Celta de Berizzo a las semifinales de la Europa League.
Se trataba de la séptima y última victoria de los celestes en esa edición de la segunda competición europea –a la que ahora podrían regresar– y el billete para una ronda en las que le acompañarían Manchester United, Ajax y Olympique de Lyon en su décima aventura continental, la octava en esa competición.
De esta forma, rompía el techo de los cuartos de final en el que había chocado el EuroCelta de Mostovoi entre 1999 y 2001. Ese año venían de ser coronados además como mejor equipo del mundo y levantar la Intertoto; pero un polémico arbitraje contra el Barcelona rompía el sueño europeo. El mismo que también se quebraría en Manchester; pero esa es otra historia.