Final de temporada movido para el Celta a nivel institucional. Tras despedirse de sus posibilidades europeas pese a la victoria del Camp Nou, el RC Celta se preparaba para poner el broche perfecto a la temporada en su casa con el regreso de la afición.
Sin embargo, el celtismo regresará a Balaídos a medio gas. De los 5.000 espectadores permitidos por Sanidad, que además impone un aforo máximo del 40% en todos los estadios, solamente accederán al coliseo celeste 2.686. Una reducción de casi la mitad por las obras de reforma del campo municipal que ha caído como un jarro de agua fría en la afición.
Esta merma en el aforo se conocía desde hacía meses. Concretamente desde la Junta de Accionistas del pasado 18 de diciembre, cuando el propio Carlos Mouriño situaba en 18.267 asientos el aforo para la temporada 2020/2021. En ese momento aún no habían comenzado las obras en Marcador y la vuelta a los estadios se comenzaba a convertir en una quimera al estar a las puertas de la tercera ola por el coronavirus.
La vieja curva de Marcador, a la espera de su derribo
Una de las gradas afectadas es "la vieja curva" del fondo este del estadio. La grada de Marcador -y Fondo debajo de ella- tiene inutilizables actualmente más de 6.500 localidades, algo menos de la cuarta parte del aforo total del estadio.
El pasado mes de marzo comenzaron, con dos años de retraso, las obras para demoler ese fondo y acercarlo 30 metros al terreno de juego. Pese a que ya se ha retirado la torre de iluminación de más de 30 metros de altura y todas las butacas -que esperan un nuevo destino- no se podrá meter piqueta hasta que finalice la temporada.
El sistema de iluminación actual del estadio está instalado en parte de la grada, así como uno de los videomarcadores; por lo que hasta la finalización del campeonato liguero todo ha permanecido paralizado. Por ello, volver a colocar los asientos a escasos días del derribo solamente atrasaría aún más la construcción del nuevo graderío, con capacidad para 6.418 espectadores.
El esperpento de Río Bajo
Más caótica es la situación de Río Bajo. En el verano de 2019, el Concello estrenaba nuevas localidades en la zona baja de esta tribuna. Sin embargo, la separación entre ellos causó numerosísimas y justificadas quejas tanto del club como de los aficionados.
El Celta realizó mediciones en 1771 asientos de Río Bajo y, a falta de medir el resto de los asientos, la media de separación entre las filas es de 18,69 centímetros, notoriamente insuficiente para garantizar la comodidad exigible. El valor más alto hallado es de 24 centímetros y el más bajo de 12,60.
La cifra contrasta claramente con los datos de Tribuna Baja -grada construida por el Celta- que, con un coste de abono semejante, cuenta con hasta 32 centímetros de separación entre localidades.
Tras la intervención del concejal de Deportes, Manel Fernández; y varias semanas de reproches mutuos; el Concello anunció que rectificaba y sustituiría dichos asientos por unos más espaciados.
Fue en septiembre de 2019, ya con la campaña pasada en marcha y aplazando la ejecución para no obstaculizar la afluencia al campo. Pasaría un confinamiento, y otros 12 meses de fútbol sin público en los estadios hasta que el Concello movió ficha.
Mismo aforo que en el último partido del Celta B
Aunque el de este sábado sea el primer partido con público del Celta en Balaídos, no será el primero de esta temporada. Durante el mes de abril, el Celta B jugó hasta 3 partidos en la ribera del Lagares con el estadio en las mismas condiciones.
En los dos últimos, ante la Cultural Leonesa y Burgos; la asistencia permitida por la Xunta fue de unas 2.500 personas, cifra similar a la de la LFP. Vigo se encontraba en el nivel medio de restricciones y la situación sanitaria impidió una afluencia mayor como la vivida en Riazor, donde llegó a haber 5.000 deportivistas.