El ambiente festivo reinante ayer en Riazor en la goleada ante el Celta B se vio empañado por unos lamentables cánticos. Y es que en medio de los 10.000 aficionados que disfrutaron del estreno del Deportivo, un grupo de indeseables recordó unas estrofas con más de 30 años que van más allá de la rivalidad.
"Éramos nueve ahora somos ocho, viva el puñal que mató a Quinocho, esta canción es una maravilla, la canta Alvelo sentado en una silla"
Además de los clásicos "Vigo No" o "el que no baile es un celtarra", coreados ya durante la previa en un ambiente más festivo, un sector de la grada de Marathon se mofaba del asesinato a puñaladas de Quinocho o el accidente que dejó parapléjico a Alvelo.
Sorpresa entre el propio deportivismo
La reaparición de esta melodía cogió por sorpresa a buena parte de los presentes. En la primera vez que fue cantado, el 2-0 anotado por Quiles evitó que se escuchara con más claridad. Pero apenas cinco minutos después, el fondo de Marathon lo entonaba hasta en dos ocasiones, entendiéndose la letra al completo.
Y es que según relatan numerosos aficionados, hacía unos 7 u 8 años que no se escuchaba en el interior de los estadios. Si bien se había coreado en algunos en corteos o previas, su uso dentro del Estadio Municipal y delante de las cámaras de televisión ya no estaba bien visto.
Afortunadamente, el resto de gradas de Riazor no siguieron el cántico -como si ocurrió con otros dirigidos hacia Vigo- y mostraron su repulsa al mismo en redes sociales. El grupo de animación que profirió estos cánticos siguió todo el encuentro de pie y sin mantener las distancias de seguridad, abucheando a la propia megafonía del estadio cuando se recordaban las normas anti-COVID.
Quinocho y Alvelo, protagonistas del año más negro del Celta
Este incidente, por el cual el celtismo ya ha pedido sanciones, ha traído de vuelta a la actualidad el triste episodio que marcó el comienzo de la temporada 1988/89.
Joaquín Fernández Santomé (Vigo, 1933) fue jugador del club de sus amores durante los años cincuenta y sesenta antes de pasar al puesto de gerente. El 20 de octubre de 1988, mientras preparaba el dinero necesario para un partido a domicilio, fue asaltado en las oficinas del club. Tras su negativa a entregar el botín de 100.000 pesetas a los ladrones sería apuñalado en el pecho sin que se pudiera hacer nada por su vida. Su entierro en Pereiró fue multitudinario y en 1995 nacería el Memorial Quinocho para recordarlo.
Por su parte, Jose Manuel Alvelo (Lugo, 1962) era un centrocampista ya consolidado en el primer equipo tras formarse en el Gran Peña. La madrugada del 20 de agosto de 1988 regresaba del Trofeo Ciudad de Vigo disputado ante el Botafogo, cuando una salida de vía con su Peugeot 205 le dejaría parapléjico tras sufrir una lesión medular y varias fracturas graves.