El 28 de marzo de 2019, la Vigo se preparaba para la fiesta de la Reconquista dos días después. Ese sábado, 30 de marzo, estaba preparado el Casco Vello de la ciudad para recibir a los franceses de nuevo por sus calles, pero a unos kilómetros del centro, en el estadio de Balaídos, el Celta se preparaba para vivir el comienzo de ‘A nosa Reconquista’.

Sólo dos días antes, Iago Aspas había recibido el alta después de una lesión que le había dejado fuera de los terrenos de juego durante 3 meses. El equipo, durante ese tiempo, había caído a los infiernos de la clasificación: decimoctavo y a cuatro puntos de la salvación.

Mientras el choripán se hacía fuerte en el centro, miles de celestes llegaban con antelación. Las entradas se habían agotado y el club había comenzado una campaña para llenar el estadio y así ayudar al equipo a resurgir, una propuesta que encontró la respuesta de la afición.

El rival era el Villarreal, el mismo que vivita Balaídos este sábado, y que era el equipo que marcaba la zona de permanencia, por lo que no ganar podía significar un golpe anímico casi irreversible. Pero Aspas volvía como el baluarte de un equipo que ya contaba con su tercer entrenador de la temporada, Fran Escribá.

A pesar del lleno, del recibimiento y del ambiente de fiesta que se había trasladado del Casco Vello a las gradas, el partido se nubló. A los 15 minutos, el Celta perdía 0-2. Un gol de Toko Ekambi al unísono con Olaza, que debutaba con la celeste, y otro, este un golazo, de Pedraza, cubría el estadio de un luto que estaba a la altura de pensar que, finalmente, Cachamuíña no había salido victorioso.

Pero en esa tarde de marzo, el héroe iba vestido de celeste. Aspas tenía por delante 45 minutos para sellar uno de sus partidos más recordados. Primero, llevó la esperanza a las gradas con un gol de falta directa en el minuto 50. Veinte minutos después, fue Maxi Gómez el que remataba de cabeza un centro de Olaza que ponía el empate. Mientras el delantero uruguayo lo celebraba, el ’10’ celeste corría al interior de la portería que defendía Asenjo para coger el balón y llevarlo rápido al centro del campo.

Con el 2-2, faltaba el desenlace, y en el fútbol hay pocas acciones que hagan contener más el aliento que un penalti. En este caso, era Brais el que caía dentro del área. El VAR aceptó la decisión del Gil Manzano y Aspas, en el minuto 85, fue el encargado de lanzarlo. Fue el 3-2 y el estallido del delantero de Moaña y de todo el estadio.

Las lágrimas de Aspas

Pocos minutos después, abandonó el campo sustituido por Cabral. Al son de los aplausos, Iago cayó rendido en el banquillo y se convirtió en un mar de lágrimas. Una imagen que recorrió el país, la de un jugador que sentía el escudo y al que el peso de la presión, a pesar de haber salido victorioso, le había hecho estallar en aquel llanto.

Aquel fue el comienzo de una recta final de temporada que, a pesar de las dificultades, dejó al Celta en Primera otro año más. El año de ‘A nosa Reconquista’ y que empezó contra el Villarreal, un equipo que estará ya íntimamente ligada a la memoria de la afición celtista y a la de Iago Aspas.

Una victoria excepcional

Una victoria que, contra el equipo castellonense en Balaídos, es única desde el regreso del Celta a Primera División. Desde la temporada 2013-2014, cuando ambos volvieron a coincidir en la máxima categoría, sólo una victoria, la de 2019, para el Celta, con cinco derrotas, dos de ellas en las dos últimas temporadas, y tres empates.

De cara al partido de este sábado a las 14:00, el Villarreal llega en el puesto número 12 de la clasificación, tres puestos por encima del Celta y con tres puntos de diferencia. El equipo entrenado por Unai Emery todavía no ha logrado vencer fuera de su estadio, aunque sólo suma dos derrotas y ha logrado empatar en campos tan complicados como el Bernabéu o el Wanda Metropolitano.