Fundado en O Rosal en 1989, el grupo bodeguero gallego comercializó la primera añada de Terras Gauda en 1990, un caldo que mezcla las variedades autóctonas Albariño, Caíño Blanco y Loureiro, cultivadas en las más de 160 hectáreas de viñedo propio, en una zona en la que abunda el minifundismo, siendo esta una de sus grandes fortalezas.
Pionera en el sector vitivinícola, apostando fuertemente por la I+D+i para obtener una mayor diferenciación y preservar su legado, la compañía gallega cuenta con tres patentes, un secreto industrial y la recuperación de una variedad con grandes cualidades vitivinícolas que prácticamente había desaparecido: el Caíño Blanco. A día de hoy, el 85% de toda la D.O. se cultiva en su viñedo.
En la actualidad, el grupo, que cuenta con cuatro marcas propias, comercializa más de 2,5 millones de botellas en 60 países. El nivel de exportaciones global es del 26% con Estado Unidos, Reino Unido, Noruega y China como referentes en el exterior.
El modelo de expansión de firma de las Rías Baixas constituye una apuesta por la inversión en otras zonas vitivinícolas de España y otras denominaciones de origen fuertemente posicionadas también en el exterior. "Este modelo nos aporta valor añadido y prestigio como grupo vitivinícola. Podemos ofrecer a nuestros distribuidores y clientes un completo portfolio de vinos de las principales zonas vitivinícolas de España. El criterio que hemos seguido para nuestra expansión es mediante la incorporación de bodegas con las que compartimos una misma filosofía: crear vinos de marcada singularidad, que se identifican con su origen, ponen en valor sus respectivas variedades y están estrechamente vinculados a su respectivo territorio", explica el vicepresidente de la compañía gallega, Antón Fonseca Fernández.
"Este proceso de expansión geográfica lo culminamos en 2018 con un proyecto en la DOCa Rioja: la compañía de vinos Heraclio Alfaro. Somos la única bodega de origen gallego que ha desembarcado en esta denominación de origen, que es un referente y atesora una gran tradición", añade el directivo.
La compañía inició este camino de la diversificación geográfica en el 2002 con Bodegas Pittacum, situada en Arganza. Su seña de identidad es la elaboración de vinos con Mencía de cepas viejas y donde también cultivan la Garnacha Tintorera en viñedos centenarios.
En el 2008 se adentraron en el mundo de las conservas vegetales de calidad adquiriendo A Rosaleira, una emblemática empresa de O Rosal que desde 1940 elabora productos gallegos naturales en conserva como grelos, mirabeles, berzas o setas, entre otros productos. Tan solo dos años después, en 2010 la empresa dio el salto de O Rosal a Sardón de Duero con Quinta Sardonia, bodega que sigue los principios de la biodinámica para crear QS. "Para Sardón seleccionamos pueblo a pueblo los viñedos más frescos de la orilla del Duero", cuenta Fonseca.
Galicia, siempre
"Los colegas del sector en Galicia me llaman el Riojano y en La Rioja, el Gallego. Pero la verdad es que somos un grupo gallego con vocación Universal. Nuestras raíces, la esencia de lo que somos, están aquí, en el valle de O Rosal, donde se fraguó nuestro proyecto, donde en 1989, el presidente, mi padre, José María Fonseca, y un grupo de socios, viticultores, hosteleros y distribuidores, fundaron la bodega", señala el hijo del fundador.
Su modelo de expiación a otras zonas, asegura Fonseca, no les aleja en absoluto de la tierra que vio nacer este grupo sino que "yo creo que es justo al contrario, acercamos Galicia a través de lo que sabemos hacer: vino".
En cuanto a los retos y planes de futuro, desde la firma aseguran que se encuentran muy centrados en continuar posicionando los vinos de sus cuatro bodegas, tanto en el mercado nacional como en internacionales.
Los meses de pandemia, que ya se alargan más de un ejercicio completo, tampoco han sido fáciles para el sector vitivinícola. Las restricciones y los cierres de hostelería, canal el que la firma cuenta con una mayor recencia, han hecho mella también en la venta de este producto, aunque aumentó su consumo en los hogares ha sido imposible compensar la caída de las ventas en el sector hostelero.
"Como empresa, tenemos la satisfacción de haber podido salir adelante sin tener que recurrir a los ERTE para los trabajadores, que son nuestro principal valor", destaca el vicepresidente de la compañía, Antón Fonseca Fernández
La facturación del grupo alcanzó en 2020 los 13,8 millones de euros, lo que supuso un descenso del 12,5% respecto al ejercicio anterior. "El presente lo vivimos con optimismo. Una botella de vino es para compartir, para disfrutar, y ahora parece que empezamos a recuperar la ilusión de celebrar. Esperamos que, poco a poco, mejore la situación para todos", concluye el vicepresidente de la firma gallega.
RSC e I+D+i: aspectos clave
La compañía gallega lo tiene claro. La inversión en investigación y desarrollo es una de las claves de su estrategia de crecimiento y de mejora. Fue pionera en este segmento en el sector vitivinícola y ha desarrollado numerosos proyectos de investigación.
"En 2002 pusimos en marcha el primer proyecto, el de selección clonal de uva Albariño. Los resultados nos permitieron conocer en profundidad esta variedad y establecieron el camino a seguir cooperando con el CISC, con el que también hemos patentado una levadura ecotípica exclusiva, extraída del propio viñedo, que ha reforzado el carácter varietal y los aromas frutales", cuenta Fonseca.
La segunda patente de la empresa, relativa a un novedoso proceso de crianza sobre lías de Albariño y la generación de manoproteínas, puso en valor su tipicidad y percepción en boca con un carácter sensorial distintivo. Y en 2012, licenciaron la tercera patente, desarrollando un proyecto internacional, también en cooperación con el CSIC, que consistió en aislar un microorganismo propio del Caíño Blanco, que ha sido certificado genéticamente mediante test de ADN.
"La sostenibilidad medioambiental es el eje de los nuevos proyectos. Uno de ellos lo acabamos de presentar: FlexiGrobots, de cooperación internacional. Lo impulsamos 16 empresas y grupos científicos de España, Países Bajos, Bélgica, Finlandia, Alemania, Lituania, Serbia y Letonia. El objetivo es utilizar la robótica, la inteligencia artificial y el big data para aumentar la eficiencia en la producción y generar impacto positivo en la conservación del entorno", explica el empresario gallego.