Que levante la mano quien no haya visto en los últimos meses una serie, película o documental inspirado en un crimen real. El denominado true crime es ya casi una asignatura obligatoria para los amantes de los contenidos audiovisuales, que caemos cada noche agotados frente al televisor dispuestos a tragarnos lo que nos pongan.
Con emoción, cuando se estrenó El caso Asunta corrí a verlo, para meterme en las vidas de aquellas personas que me parecían tan ajenas, a pesar de que hace unos años me habían parecido horriblemente cercanas. No fue hasta el último capítulo de la docu-serie cuando me di cuenta de que hablaban de la vida real de una niña y de sus padres. Aquellos que tan magistralmente encarnan a Charo Porto y Alfonso Basterra me hicieron meterme tanto en la ficción que no pensé hasta el último momento en el horror de lo que estaban contando.
Poco después llegó a mi pantalla Patricia Ramírez, la madre del 'niño Gabriel', asesinado en 2018 por Ana Julia Quezada. "Están tratando de monetizar mi dolor", dijo en una entrevista. "Cuando has pasado un hecho duro pasar página es imposible", insistía, pero ¿es ético que alguien se lucre con tu dolor? Tras meses de batallas, mediáticas y judiciales, esta madre ha conseguido que no se ficcione sobre la tragedia de su familia.
Cuando consumimos (y creamos) true crime estamos negando a las víctimas su derecho al olvido, estamos convirtiendo su tragedia en nuestra diversión, en un pasatiempo que olvidaremos cuando apaguemos el televisor. Hasta qué punto, me pregunto, podemos jugar con esa despersonalización de las víctimas y de su tragedia para disfrutar de una serie sin sentirnos culpables.
Si nos paramos a pensar, quizás esa despersonalización es precisamente lo que nos hace seguir viviendo sin caer en la locura: la locura de pensar (fría y seriamente) que unos padres han podido matar a su hija "porque les molestaba", como sugieren en muchas ocasiones en El caso Asunta.
Si bien es cierto que la serie es, al fin y al cabo, una ficción, ¿por qué Asunta tiene menos derechos que Gabriel? ¿O es quizás su madre, que se suicidó en la cárcel tras haber sido condenada por el asesinato de la niña, la que no tiene ese derecho al olvido y merece ser recordada para siempre en la piel de Candela Peña?