El primer fin de semana de julio, como hace 11 ediciones, me encontraba por motivos de trabajo en Agolada, el epicentro geográfico de Galicia. Acabada la inauguración del evento, tomando algo en la plaza del pueblo con un grupo de personas, hombres y mujeres jóvenes la mayoría, empezamos a hablar de generalidades; la conversación fue derivando hacia temas concretos y acabamos hablando sobre las limitaciones e inseguridades de las más jóvenes a la hora de negociar un contrato de trabajo o mejorar sus condiciones, algo que creía que las nuevas generaciones estaban gestionando mejor pero me dio la sensación de que no es así.

Puede que no está bien visto hablar de dinero, especialmente en el mundo laboral, y sobre todo en el caso de las mujeres, pero creo que es necesario, y sobre todo después de esa conversación.

Los hombres suelen estar más cómodos cuando hablan de dinero, identificando ambición económica con algo positivo, culturalmente asociada a la masculinidad y al poder; tienen mayor tendencia a compartir información financiera, aconsejarse y así encontrar oportunidades de inversión y de negocio; y no les suele dar vergüenza hablar de sus sueldos y y compararlos, lo que les lleva a pedir aumentos sin pudor y a negociar con mayor confianza mejores salarios.

Las mujeres no nos sentimos tan cómodas y nos cuesta más negociar y pedir, especialmente en lo que respecta a los salarios, quizás porque aún persiste esa creencia de que una mujer ambiciosa no es lo mismo que un hombre ambicioso... Pero esto nos coloca en una posición de clara desventaja, nos limita y puede llegar a ser muy frustrante, incluso puede hacer que dejemos un trabajo que nos guste porque no nos ofrecen una mejora económica; independientemente de que nosotras no nos hayamos atrevido a ponerla encima de la mesa.

Esta diferencia se resolvería rompiendo con los estereotipos de género y fomentando una cultura en la que las mujeres se sientan cómodas hablando de dinero y aspirando al éxito económico.

Así como con políticas de transparencia salarial, como ocurre en Islandia, que en el 2018 se convirtió en el primer país del mundo en exigir a las empresas que demuestren que pagan a hombres y mujeres por igual por el mismo trabajo; o en Suecia, que cuenta con una larga tradición de transparencia salarial.

En España contamos con empresas que han implementado medidas para reducir la brecha salarial de género, como la realización de auditorías salariales y la formación en negociación salarial para las mujeres y empresas certificadas como igualitarias en remuneraciones a hombres y mujeres. A la vez que la Unión Europea mediante nuevas normas sobre transparencia retributiva quiere reforzar el principio de igualdad de retribuciones por un mismo trabajo, lo que ayudará a que las mujeres no estén en inferioridad de condiciones.

De todas formas, mientras las políticas avanzan, a mayor o menor ritmo, tenemos en nuestra mano actuar de manera más rápida y natural, tomando las riendas y recuperando el espíritu de cuando éramos muy pequeñas y no teníamos vergüenza por preguntar: preguntando directamente y actuando en consecuencia.

En las comidas/tertulias de Sumamos tratamos muchos temas, pero me doy cuenta de que hablamos muy poco de dinero, por lo que me marco la tarea de que esto cambie, de que con naturalidad y normalidad empecemos a hablar abiertamente de dinero, porque nos interesa, porque nos importa y porque así podremos inspirar a otras a hacer lo mismo.