Hace un año, cuando aún no nos dábamos cuenta de lo que se nos venía encima, ya había comentarios sobre el impacto de la pandemia con enfoque de género.
Recuerdo que las primeras estadísticas médicas indicaban que las mujeres resistían mejor al virus. Desde el punto de vista económico o laboral, la opinión era distinta: el desempleo generado por la pandemia no tenía género y afectaría por igual a hombres y mujeres.
Hoy, un año después, las estadísticas empiezan a mostrar un panorama desolador para ambos, aunque con particularidades que hacen presagiar una marcha atrás en materia de equidad.
Según el reciente ‘Informe Global sobre la Brecha de Género de 2021’ elaborado por del Fondo Monetario Internacional, la crisis provocada por el Covid hace que los avances en materia de equidad se estanquen en las principales economías del mundo así como que aumente en una generación el tiempo necesario para eliminar la brecha global, pasando de 99,5 a 135,6 años.
Al contrario de lo que con mucha frecuencia veo en las redes, no se trata de victimizar a las mujeres, esa es una fórmula burda de simplificar uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. Es posible que el debate sobre el feminismo, la igualdad entre sexos o la brecha salarial sean asuntos manidos, incluso que hayan producido hartazgo y rechazo, pero en ningún caso este hecho puede invalidar una realidad objetiva y cuantificable.
Las mujeres son las reinas del empleo precario: son mayoría en el empleo a tiempo parcial, mayoría en el sector servicios y, en concreto en hostelería y turismo, mayoría en los contratos temporales. No es de extrañar, por tanto, que sean ellas las más afectadas por el negativo impacto económico de la pandemia. La crisis afecta a unos sectores más que a otros y, vaya por Dios, justo son los sectores donde hay más mujeres. Qué coincidencia, ¿no?
Pues no. No es una coincidencia, es la realidad laboral del mercado: las mujeres llegaron más tarde al mercado del trabajo, son ellas las que dan a luz y crían a los niños y, por tanto, son ellas las que cargan con el ‘estigma’ del embarazo y la baja por maternidad. Son ellas las que pedirán reducción de jornada y limitarán su carrera profesional.
La OIT, Organización Internacional del Trabajo afirma que la repercusión de la pandemia en la pérdida de empleo ha sido más alta en las mujeres que en los hombres (5% frente al 3,9%).
Si vamos a nuestra dimensión local, el último ‘Informe de Coyuntura del Foro Económico de Galicia’ nos indica que la población ocupada gallega se reduce con más intensidad en el caso de las mujeres que de los hombres. Los datos que aporta el Foro con respecto al año 2020 son elocuentes: el numero de personas activas en Galicia desciende. Son hoy 1.220.990 personas, o sea 20.100 menos que en el 2019. La caída afecta a ambos sexos, pero con mayor intensidad en las mujeres, con 15.600 personas activas menos contra 4.600 empleos eliminados entre los hombres.
Las estadísticas no sorprenden. La estructura del mercado laboral explica por qué el golpe es más duro para el empleo femenino. Sabemos las razones y por ello deberíamos poder buscar maneras para compensar las consecuencias. De lo contrario pasará lo de siempre: las mujeres son las primeras en ir al paro pero las últimas en recuperar el empleo.