“Sería terrible vivir sin música”, así sonaba el slogan en una conocida campaña de TV de un emisora de radio en el año 1997; a continuación de esta frase sonaba contundente “Wonderwall” de Oasis. 23 años después esa frase volvió a nuestras vidas de una manera tan real que ni el más oscuro presagio hubiera podido acertar.
El año 2020 fue un año terrible para nuestro sector, la música, pero ha sido casi mortal para los que nos dedicamos al directo. Los artistas hicieron un esfuerzo para seguir llegando a sus fans de mil maneras posibles: stories, tik tok, youtube, streamings… Todo con tal de no parar, con tal de consolar a un mundo desbordado y en shock. La música sana, esto no es nuevo, siempre nos ha servido como defensa, consuelo y evasión de nuestros problemas.
Sin embargo, la experiencia de grupo, el trance único que se vive en un concierto entre el público y el artista, eso lo hemos dejado atrás. En estos meses he escuchado decir a gente que ni imaginaría, que echaban de menos el sudor del tío de al lado que se te pega justo en el momento en que estás con los brazos en alto gritando a pulmón en medio de tu tema favorito.
En los conciertos se forman amistades que duran 90 minutos, alianzas que acaban con el último riff de guitarra y vivencias que quedan para siempre grabadas a fuego en nuestras vidas.
Los promotores somos también público de conciertos, de festivales y sus mayores fans. Este año hemos hecho un esfuerzo titánico por mantener la cordura y nuestras empresas entre tanta incertidumbre, tanta desconfianza, tantas videollamadas, teams y zooms… y perdiendo el poco ánimo que nos quedaba en gritar alto y juntos que la cultura es segura y sobre todo muy necesaria.
Creo que el directo volverá con fuerza y allí estaremos para que como siempre el público lo pueda disfrutar como la liturgia que es. Ahora sí que nos hemos dado cuenta que es terrible vivir sin música. "Nos vemos en los conciertos!!