Es curioso cómo se habla con facilidad de la vida personal y la vida laboral como si fueran dos cosas independientes. Nos empeñamos en reflejar y remarcar que existen dos realidades en nuestro día a día. Por un lado, lo que tenemos en casa cuando nos levantamos, lo primero que vemos al abrir los ojos cada mañana o las cosas que se comentan con el primer café de la jornada (si es que este se toma en el domicilio particular).
Por otro lado está nuestra profesión, nuestros quehaceres laborales, nuestros compañeros DE TRABAJO, bien remarcado; esa otra vida que tratamos de separar como si no formara parte de lo que somos, de nuestra historia, como si no pasáramos en nuestra oficina (sobre todo antes de esta maldita pandemia) y con nuestros compañeros de trabajo casi más tiempo que con nuestras familias (y muchas veces sin casi).
Se habla con naturalidad de dejar los problemas en casa, o en el trabajo si las preocupaciones son de índole profesional; sin embargo ¿es eso tan sencillo? Y quizás aún más importante: ¿debería de serlo? A veces se da por hecho algo que, si se piensa bien, no parece natural. Uno debe de dejar a la persona en la puerta cuando llega a la oficina, y al profesional cuando cruza el umbral de su hogar, pero ¿no son en el fondo las dos facetas parte de quienes somos?
No trato de dar ninguna respuesta filosófica sobre el asunto pero lo cierto es que tras más de quince años desde que inicié mi carrera profesional no tengo tan claro que separar la vida personal de la laboral (como si el profesional no formara parte de la persona) sea, en realidad, posible.
Distinto es hacer el esfuerzo de concentrarse en el trabajo para no darle demasiadas vueltas a una preocupación de nuestra vida privada. Vale. Esto nos ayudará, además de a desconectar de ese asunto por un rato, a realizar nuestras tareas laborales con mayor eficacia. En el caso contrario sucede lo mismo; no entrar en casa con demasiada tensión por temas de trabajo o con las complicaciones que han surgido en la jornada laboral rondándonos la cabeza nos servirá para disfrutar más de nuestro hogar, de nuestras familias y de nuestro tiempo de ocio. No obstante, los problemas y las preocupaciones, sean laborales o no, lo son de la persona; y esa, la persona, cada uno de nosotros, es única e indivisible. Y, en mi opinión, no es algo malo.
Recientemente leía a alguien decir que las malas personas abundan y que a las buenas hay que cuidarlas. La persona, el ser, es solo uno, y ese individuo (o individua…) es el mismo en el trabajo y en su casa. ¿Por qué querría una empresa que contrata a alguien que le encaja para un puesto que dejara la persona que es en el umbral de la oficina? ¿Y por qué querría alguien de nuestro ámbito más personal que dejáramos a un lado al profesional en el momento de compartir tiempo juntos? ¿Acaso no son el mismo?
La red profesional no está vacía de personas
Al hilo viene algo que he visto, ya en varias ocasiones, en la red profesional por excelencia: Linkedin. Una red, por cierto, que me parece tremendamente útil e interesante.
Más de una vez me he encontrado con publicaciones de usuarios en las que se generaba un debate. No era un debate cualquiera sobre un asunto empresarial, sino un sinfín de mensajes y valoraciones (tanto en contra como a favor) sobre lo apropiado o no de la publicación en sí por ser demasiado personal.
Quizás publicar una foto de uno mismo en bañador en la playa (solo exagero, de nada así trataban los post a los que me refería) sea algo poco frecuente en esta red social, quizás también poco oportuno (cada uno que valore). Pero de que ese usuario profesional del que solo podemos leer datos de su trayectoria laboral es también una persona, de eso, no me cabe ninguna duda.
Esa realidad en la que el profesional es un recurso humano al servicio de las empresas no importando lo que hay más allá de las instalaciones de la compañía, ha sido una constante en la mayor parte de las organizaciones durante décadas. Ahora que la tendencia es llamar a los departamentos de contratación departamentos de personas, quizás el profesional y la persona puedan iniciar su reconciliación.